Yarey, símbolo y cobija

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Cada país tiene sus elementos identitarios. El patrimonio cultural de los pueblos agrupa modas, costumbres, tradiciones y usos de prendas típicas que los distinguen en el concierto de las naciones. Los cubanos nos preciamos de poseer un rico acervo de esos valores locales que han trascendido en el tiempo, y uno de ellos, sin dudas, lo es el sombrero de yarey.

El atuendo, en cuestión, no puede ser uno más, entre tantos objetos criollos. Tal vez sea el más popular y extendidos de generación a generación, fuera, incluso del uso de ámbito rural que los campesinos le dieran para ampararse de los fuertes rayos del sol, dada su estructura de alas anchas, muy fresco, de poco peso,barato y de fácil confección.

Del campo y para el campo

La palma de yarey es una especie que abundan en algunas regiones de Cuba. Se trata de la Copernicia baileyana, por su nombre científico, perteneciente a la familia de las Arecaceae, ante Palmaceae. Y sepa que el término genérico está dedicado al conocido astrónomo polaco Nicolás Copérnico, mientras el específico, “baileyana”, lo asume en honor a Bailey, un norteamericano adinerado coleccionista de palmeras.

Las hojas de esta peculiar planta están sujetas por un peciolo erecto, son palmeadas, de 1,2-1,5 m de diámetro, subdivididas hasta la mitad en unos 60 segmentos fuertemente puntiagudos, de color verde brillante y cubiertos por una sustancia cerosa, de la que se obtiene la preciadísima cera carnauba, cuyo nombre proviene de una población indígena de Brasil.

La carnauba es muy sólida a temperatura ambiente y por lo general la añaden a otros lipoides a fin de aumentar su punto de fusión. Muy usada, por su dureza y brillantez, en encerado de suelos, muebles, cueros, entre otras aplicaciones. También la emplean en confección de cosméticos tipo desodorantes, coloretes y cremas depilatorias.

Las flores la recogen en inflorescencias en racimo, ramificadas, largas tanto como las hojas. Los frutos son redondeados y de color marrón. Su crecimiento es muy lento, por lo que tarda años para llegar a su pleno desarrollo, en lo que pudiera ser su estado de adultez.

Para su cultivo debe tenerse en cuenta que resiste muy bien el pleno sol incluso desde joven. No soporta las heladas y precisa de un clima cálido, luego, resulta muy adecuada para zonas tropicales o subtropicales. En cuanto a los suelos, les exige poco en materia de composición y nutrientes, pero se desarrolla mejor en tierras ricas y ligeramente drenadas.

Una de sus peculiaridades botánicas constituye la resistencia ante extensas sequías, aunque es sensible a los ambientes húmedos cuando joven. Generalmente su multiplicación la realiza por semillas, las que germinan con cierta facilidad.

Entre el simbolismo y la praxis

De acuerdo con un artículo publicado en la enciclopedia cubana EcuRed: “En el sombrero de yarey se fusionan el pasado y el presente, habla de la génesis económica y social, de las habilidades artesanales y las costumbres rurales por definición, pero desde hace muchos años se ha proyectado hacia otros contextos fuera de su ámbito natural. Por todo esto, junto a otras artesanías de la región central del pais, particularmente de la zona villaclareña de Camajuaní de donde es oriundo, ha pasado a engrosar el listado más protegido y valorado del patrimonio inmaterial cubano”.

Y agrega la monografía: “Así se hizo frecuente verlo tanto en el surco, como de protagonista en un buen guateque, fiesta tradicional de la campiña, donde acompaña al repentista que entona rimas sin parar. Pero a nivel simbólico, se volvió imprescindible con la imagen impuesta por los soldados mambises durante las guerras de independencia del siglo XIX. Generalmente los portaban como parte del uniforme o sin él. Lo usaban de ala ancha, levantados al frente, luciendo una escarapela con la bandera patria”.

“Este tipo de sombrero ha estado casi omnipresente en todas las manifestaciones artísticas de los cubanos, precisa la investigación histórica, pero en la música ha tenido un protagonismo singular. Baste conocer la ópera El sombrero de yarey, de Ernesto Lecuona, o escuchar la letra de una canción muy popular: Quiero un sombrero de guano, una bandera, quiero una guayabera y un son para bailar, o aquella otra de la orquesta Original de Manzanillo: ¿Quién ha visto por ahí, mi sombrero de yarey?”.

Además del yarey, para la confección de la prenda para la testa se necesita hilo y una agujeta. Las fibras del guano de la Copernicia baileyana son seleccionados y recolectados en el campo; luego lo separan en delgadas tiras y clasifican según su calidad. Con esas finas bandas tejen trenzas cosidas finalmente, en dependencia de las dimensiones del sombrero y las exigencias particulares.

Pueden fabricarse para hombres o mujeres, con alas más o menos anchas y rectas, levantadas o dóciles, con mayor o menor dureza o tensión, color natural o teñido, con cintas de colores alrededor de la base de la copa o no, con forma prediseñada o estándar. Solo adicionar que con esta misma técnica también suelen elaborarse otros productos, como cestas y carteras.

Y un poco para parodiar la letra de la popular canción interpretada por Cándido Fabré: “Quién ha visto por ahí, mi sombrero de yarey?, pues sin duda le respondo, ¡lo he visto yo, con estos ojos, por toda Cuba!

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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