Violencia hacia la mujer: si una llora, lloramos todas

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Ni una menos. El clamor recorrió el mundo y se hizo viral en las redes sociales luego del asesinato de una joven argentina de manos del novio. El grito resulta de la abreviación del llamado promovido por la poeta mexicana Susana Chávez Castillo: “Ni una menos, ni una muerta más”, para combatir la violencia. Por denunciar ese flagelo, la poeta resultó ser “una menos” entre las habitantes del planeta. Ni una menos, por tanto, coreamos con indignación ante el persistente mal que deja a no pocas familias huérfanas de sus hijas y madres.

¿Acaso basta? ¿Cuántas lágrimas, quejidos y vidas ha cobrado ya ese fenómeno a lo largo del devenir humano? No hay rincón del mundo invulnerable a este padecimiento social, perpetuado por la persistencia de las desigualdades de género, la cultura machista y ciertas falencias en el entramado legal para encararlo.

Una, es asesinada por el esposo; otra, acosada en el ámbito laboral; la tercera, sufre discriminación por su identidad de género; la cuarta, resulta víctima de violencia sexual; una quinta recibe continuos maltratos físicos de parte de la pareja; otra, vive bajo constantes presiones económicas y maltrato emocional. La lista, por desgracia, es larga, aunque todavía no todas tengan la valentía de contar sus historias.

Quizás ese sería el primer paso para sacudirnos el yugo de la violencia. No callar, no conformarnos con las prácticas que, por repetidas, aceptamos como normal. Convencernos de que la violencia escapa del ámbito privado para convertirse en un problema público, social.

Sabemos que no resulta fácil visibilizar las experiencias personales, pero el silencio tampoco ayuda. El hecho de conocer que una de nosotras sobrevivió al maltrato, las agresiones físicas, la exclusión, nos ayudará a identificar el flagelo y nos dará herramientas para prevenirlo.

¿Acaso podemos permanecer tranquilas mientras violentan a nuestras congéneres? Si una llora, ¿no deberíamos llorar todas? Cada golpe propinado a una mujer, aunque sea desconocida, es un golpe dado a nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras hijas. Cada vejación o discriminación a ellas, deja también una huella en nuestra alma.

No pocas voces en el mundo se unen en concierto que clama por poner fin a la violencia hacia la mujer. En Cuba, cada día las acciones encaminadas a frenar el maltrato y la agresión hacia las mujeres y las niñas despiertan más sensibilidades y juntan a personas de ambos sexos en dicho empeño.

Pero muchas veces araremos en el mar mientras no consigamos la equidad de género sin la cual resulta imposible hablar de una plena justicia social; mientras no desterremos de nuestros pensamientos los estereotipos e imaginarios que sustentan el flagelo de la violencia; mientras no sellemos las brechas de la legislación para tratar tales asuntos; mientras no se preparen de manera adecuada las instituciones y los actores sociales para ayudar a las sobrevivientes.

 

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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