Verdecia, el guajirito general escolta de Fidel

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“La primera vez que me presenté ante Fidel para incorporarme al Ejército Rebelde no me aceptó. Después conversé con Celia Sánchez. Ella le habló y él me preguntó: ‘¿Ya tienes arma?’. Le respondí que un ‘revolvito’. Entonces me integraron a la Comandancia”, recordaba en una entrevista el general de brigada de la Reserva Marcelo Verdecia Perdomo, quien atesora una larga hoja de servicios a la Revolución.

Apenas el guajirito serrano había cumplido los 17 años de edad, más por embullo que por conciencia, se presentó ante el líder de los insurrectos guerrilleros. Si bien ya había probado en carne propia las desigualdades y explotación a consecuencia de su humilde origen campesino como recogedor de café en el lomerío de la Sierra, estaba lejos de relacionar aquel estado de pobreza con el régimen político y social imperante.

Empero, su despierta inteligencia y el afán por aprender encontraron en Fidel al maestro imprescindible, al guía que encausaría en lo adelante el arrojo, la valentía, el carácter y los sentimientos de amor a su Patria. Siempre atento a las palabras del jefe, cada enseñanza,  consejo, advertencia o hasta reclamo o regaño calaban hondo en la personalidad del imberbe e incipiente revolucionario.

Como integrante del grupo encargado de la custodia del Comandante en Jefe participó en la mayoría de los combates de la Columna 1 José Martí, en especial durante las acciones estratégicas de la contraofensiva que frenó la avanzada del ejército de la tiranía en las montañas orientales. Otras veces tenía que acompañarlo cuando marchaban por escabrosos senderos y trillos de la Sierra Maestra para encontrarse con otras fuerzas guerrillas.

 

Junto a Fidel vivió los trascendentales momentos de la victoria, y descubrió con asombro y regocijo cuánta muestras de admiración y cariño le profesaba el pueblo cubano a los barbudos y a su máximo líder a su paso hasta el occidente del país. Con la Caravana de la Libertad se produjo la primera visita a Cienfuegos. Entonces estaba lejos de imaginar que la Perla del Sur lo acogería como un hijo más.

A la limpia de bandidos en el Escambray y en las arenas de Playa Girón durante la invasión mercenaria en abril de 1961 llevaría en el corazón y en la mente las ideas y enseñanzas del Comandante en Jefe. Así lo hizo siempre que la Patria estaba en peligro. Ya no era el guajirito inexperto. Cada gesta, incluso cuando cumplió misión internacionalista en tierras africanas, fueron prueba de la integridad y firmeza de principios.

Cuando sus responsabilidades como oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias le daban algún respiro, sus recuerdos y reflexiones lo llevaban a la experiencia de la lucha guerrillera. Era cuando más afloraba su vocación fidelista y martiana. A esas convicciones se aferraba en tanto más difícil se tornaba la situación.

A la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana se entregó en cuerpo y alma, como su presidente en Cienfuegos por muchos años. Desde esta nueva misión, como lo reconoció en más de una ocasión, tuvo el privilegio  y la oportunidad de transmitir a sus compañeros de fila el legado y las enseñanzas del Máximo Líder.

Por su entrega incondicional a la Patria, por su constancia, perseverancia e incansable labor del día a día, el Consejo de Estado le confirió recientemente el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Y mientras recibía tan alta condecoración de manos del Presidente de la Nación y Primer Secretario del Partido, Miguel  Díaz-Canel Bermúdez, no pudo sustraerse de evocar la grandeza de su principal maestro y guía.

Entonces, pensó, además, en otro hito de su vida cuando en presencia de Fidel y Raúl fue ascendido al grado de general, entonces como ahora, se retrotrajo a su ascendencia guajira y humilde y sintió en lo más profundo el agradecimiento a la Revolución.

Sin dudas, hombres como Marcelo Verdecia Perdomo son paradigmas para las actuales y futuras generaciones de cubanos. En su ejemplo y abnegación estamos obligados a recurrir cuando la Patria nos convoque por el amor y la unidad. “Los jóvenes serán los continuadores de la obra revolucionaria”, manifestó en clara alusión a la confianza que le inspiraban los pinos nuevos, como los definiera Martí.

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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