Venezuela resiste a la embestida imperial

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El 2 de agosto de 1826, Bolívar hizo la siguiente consideración, la cual bien pudiera haber sido escrita esta mañana: “En fin, yo veo unidos a los malos y a los perversos de todos los extremos para derribar lo único que hay bueno y sólido, dividir después entre sí los despojos y despedazarse últimamente, sumergiendo este país para siempre en los abismos”.

Muy cerca de aquí, bajando el Caribe, en la Patria del Libertador probablemente se resuelva la ecuación del futuro. O los pueblos quedan sojuzgados por el poder de un imperio en decadencia pero todavía con una inigualable capacidad militar, política, económica y mediática; o triunfa la dignidad humana, por arriba de la soberbia, la prepotencia y la megalomanía alucinante de la actual administración norteamericana.

A los venezolanos les ha tocado una prueba en extremo difícil, que están resistiendo con fuerza mayor.

Usurpados descaradamente sus amparos financieros por decisión extraterritorial yanqui, sometida la nación a un ataque económico bestial al cual se pliegan intereses locales cipayos que mucho contribuyeron a través de los años a someter a privaciones a sus propios compatriotas, en medio del accionar traicionero de exponentes políticos de la burguesía interna subordinados completamente a las órdenes estadounidenses, blanco de una ofensiva mediática mundial repleta de irracionalidad y mentira y sin parangón alguno en la historia de la humanidad, cercados por el gobierno fascista de Brasil y por el estado rufián entreguista de Colombia, propensos a la embestida militar imperialista cuando ya les hallan fallado a Washington todos los recursos, los hermanos latinoamericanos se encuentran sometidos a grados extremos de presión continuada.

Sí, es cierto que los cubanos hemos estado bajo una tensión bastante similar durante buena parte de los 60 años de Revolución; pero, al menos así lo creo, la situación de los últimos años en Venezuela resulta peor, debido a la presencia de elementos agravantes no verificados en el escenario insular.

Afortunadamente, a pesar del bombardeo constante de falacias en los medios, parte importante de los venezolanos ha adquirido la ineludible conciencia ideológica precisa en estos tiempos para poder resistir una guerra frontal que en el plano ideológico muestra sus principales expresiones. Afortunadamente, se cuenta en la dirigencia del país con un hombre que ha entregado su vida a preservar la soberanía de su nación, un fiel seguidor de las ideas de Chávez y de Bolívar, aquel quien en carta fechada en fecha tan temprana como el 5 de agosto de 1829, alertase: Los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad. Nicolás Maduro, a estas alturas ya no puede caberle dudas a nadie, representa otro de los grandes líderes de la historia contemporánea de nuestro continente. La capacidad para desarrollar la misión histórica que le ha tocado, su inagotable e inteligente labor diaria, su capacidad intelectual, su don de gentes y el cariño que se ha ganado entre millones de venezolanos lo definen como un dirigente de alto calibre en el concierto mundial.

Afortunadamente, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) sigue en pie, leal y sin ceder al chantaje, el embuste, los continuos llamados a la deserción y la entrega de dinero para comprar a sus efectivos. Afortunadamente, Venezuela tiene al frente de la Cancillería a alguien como Jorge Arreaza, cuya sapiencia y cuyo aplomo le han asegurado un puesto en la historia de la diplomacia universal. A figuras de la talla de Diosdado Cabello, Elias Jaua, Vladimir Padrino, Samuel Moncada…

Los venezolanos son destinatarios del llamado universal de la dignidad y la independencia de los pueblos, consistente en resistir. Ese país posee asideros morales y una historia magna que les apoya sobremanera en tal destino.

No en balde, Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria expresó en 1871 en torno a la nación hermana: “Venezuela, que abrió a la América Española el camino de la independencia y le recorrió gloriosamente hasta cerrar su marcha en Ayacucho, es nuestra ilustre maestra de libertad, el dechado de dignidad, heroísmo y perseverancia que tenemos incesantemente a la vista (…) que los venezolanos de hoy son dignos hijos de los héroes de Carabobo, Junín y Ayacucho y como tales saben abatir la soberbia y arrogancia castellanas”.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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