Up, otra gema de Pixar

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Cuando todavía nuestras retinas no se cansaban de admirar esa pieza perfecta de la animación que es Wall-E, los estudios Pixar deslumbraría nuevamente a cualquier conocedor, cinéfilo o espectador empírico del género a través de su Up (2009).

La película es poesía cinematográfica en imágenes, una pieza de filigrana, orfebrería de puesta en pantalla.

Si los llamados interrobóticos de Wall-E a Eve y viceversa enternecieron a cuanto humano tenía corazón en su caja toráxica, en el exponente anterior del sello, donde se conjugaba una historia ecologista de fundamentos reales, no al estilo mendaz de 2012, con verdadera preocupación por el destino de la humanidad y la incidencia en su contra del modo de vida superconsumista del norteamericano medio —antes de Wall-E solo  un filme había dicho las cosas así de claras en Estados Unidos: Idiocracy—, Up dialoga con el espectador sobre la matriz de los sueños, sentimientos, querencias; en torno a la fraternidad que puede establecerse incluso desde lo que se supondría fuera las antípodas (un anciano cascarrabias, esposa muerta, casa a punto de perder, decidido a abandonarlo todo; y un gordito aprendiz de boy-scout quien atiborra de preguntas a cuanto ser camine, interesado en saber de todo, asimilar cada estímulo, enamorado de cualquier segundo e incógnita del universo).

Tal interacción de personajes dispares en Pixar (aunque fue absorbida por Disney tiene en su staff a un equipo creativo propio de genios a quienes los magnates del sello del castillo azul no suelen maniatar: no por caridad, claro, sino porque cada obra nueva de los inquietos muchachos supone un éxito mayor de público y crítica) no se elabora sobre la base común de las historias similares del viejo Walt, llenas de melaza, parlamentos y soluciones sensibleros, reconciliaciones de laboratorio o moralina de bolsillo. Esta gente se las arregla para estrujar el pecho sin golpes bajos, para emitir sígnicas sin monsergas, para concebir prodigios en el uso de la síntesis cinematográfica (la  manera cómo en la  introducción es contada de cabo a rabo la vida del anciano en exiguos minutos entra dentro de lo mejor del cine total de los últimos tiempos), para saber aprovechar cada recurso visual, para hacer arte del hiperdetallismo…  Up representa muestra explícita de ello. Escasos fotogramas hacen al narratario dueño de comprender el perfil humano de personajes, sin necesidad de palabras; e imágenes acopladas de extraordinaria elocuencia lo sitúan en posición de definir su retrato íntegro. Esta casa que vuela a la fuerza de miles de globo por el mundo, con su carga bendita del viejo regañón y el gordito travieso, operan como el nuevo llamado de Pixar a aquello a lo cual Oscar Wilde convocaba en su Apólogo de la fantasía: a seguir soñando, a continuar creyendo e  imaginando, a no dinamitar las colinas donde habitan los sueños.

El estudio de John Lasseter,  a cuyo loor pertenecieron para la historia evolutiva de la animación Juguetes I y II, Monsters S.A, Buscando a Nemo o la inigualable Wall-E, entre otras, redondeó con Up, dirigida por Pete Docter y Bob Peterson, una filmografía donde sobresalen los aciertos y fuera reconocida de forma íntegra, con toda razón, en el Festival de Venecia. Estas piezas se presentan allí, en Cannes o Berlín con el mismo respeto de un filme de Kiarostami o Haneke (si bien fue durante un trecho temporal, no así ahora). No fue en balde; ellos se lo supieron ganar en virtud de su exquisita combinación de talento, inteligencia, sensibilidad y profundos conocimientos de la pantalla. Quizá no todo el público pueda evaluarlo, pero su Up hace galanteos al cine mudo, a algunos de los  primeros clásicos de la Universal y a ese otro genio de la animación, el japonés Hayao Miyazaki, fundador de los estudios Ghibli y de cuyo El castillo vagabundo el material de Pixar adquiere par de préstamos.

Solo le resta para ser una obra maestra a Up la inequivalencia entre la poderosa primera parte (el uso de cada plano aquí constituye una lección de cine) y la más ortodoxa segunda hora, donde Docter y Peterson quizá temieron un rechazo del público infantil (y del adulto acompañante) si no apelaban más a los trotes y persecuciones, por lo que acentúan el corre corre o la aparición de personajes de pura pinta Disney. Con todo, y pese a lo último —comprensible no obstante, dado el género y la industria que hablamos—, el filme se enmarca dentro de lo más selecto producido por la animación durante el siglo en marcha. Parafraseando a ya no me acuerdo quien, si Pixar y Ghibli no existieran, habría que inventarlos.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

3 Comentarios en “Up, otra gema de Pixar

  • el 18 mayo, 2017 a las 11:51 am
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    Esta peli esta genial!!!! Muy bonita, y estremecedora, la verdad. A cuáles primeros clásicos de la Universal se refiere? De las referencias al Castillo de Miyazaki sí sabía, vamos es evidente para quien ha visto esa película. SALUDOS!!!

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  • el 18 mayo, 2017 a las 10:51 am
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    Delvis: gracias por esa exhortación a los lectores de La religión del fotograma, como de igual modo por tu lúcido comentario en general. Gracias y saludos.

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  • el 18 mayo, 2017 a las 10:20 am
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    Este filme lo disfruté con bastante retraso; si bien salió en 2009 yo lo pude apreciar íntegro en el 2013. De esa fecha hasta acá lo he visto 5 veces, doblado, subtitulado, en todos los formatos. Es una genialidad!
    Estoy plenamente de acuerdo con el periodista. Hubo algunos que para despalillar en algo a la película, atacaron al personaje de Carl, por su extrema rudeza; que no se avenía con el público infantil. Lo que no analizaron es que ese viejo rudo y serio tenía un niño
    por dentro, más niño incluso que el propio Russell. Ambos personajes se necesitan para poder evolucionar en el filme y retroalimentarse. En fin, lejos de ver en él un tropiezo, yo veo en Carl uno de los mejores caracteres creados por la imaginación de Docter. Este hombre siempre me sorprende y tocó fondo con su Joy y Sadnees en “Inside Out”.
    No se ha hablado de su imponente banda sonora: cada pieza es un regalo exquisito que nos brinda Michael Giacchino para el deleite sonoro. Es imposible que no nos alegre la mañana la pista “Married life” o “Spirit of Adventure” y temas tan conmovedores como “Elli’s badge”. Así que lo invito a usted y a todos los que vieron esta película, a escuchar con atención y ojos cerrados su BSO; de esta forma podremos visualizar cada una de las escenas cuantas veces queramos.

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