Una organización viva, creadora y decidida a salvar la cultura
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El frío noviembre de 1987 trajo días intensos en Cienfuegos para los más reconocidos hacedores de la cultura, empeñados en constituir una organización de creadores caracterizada por la calidad de la obra de sus miembros: la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Eran tiempos en que esta organización cultural de la sociedad civil cubana apenas tenía filiales en unas pocas provincias y muchas personalidades artísticas y literarias del país criticaban esta carencia que entorpecía el progreso de la política cultural revolucionaria. Por entonces, se desarrollaba el proceso de Rectificación de Errores, encabezado por Fidel, principal impulsor años atrás — exactamente en la segunda mitad de junio de 1961—, de la idea de que los artistas y escritores de mayor jerarquía se organizaran en una asociación.
En Cienfuegos veníamos participando en el diálogo y el debate promovido desde las instituciones culturales, eslabón esencial para la libertad de creación que la Revolución propiciaba como fuente de derecho. Todavía la relación de esas instituciones con los autores del acto de creación se circunscribía principalmente a la actividad de promoción con una marcada pretensión normativa del proceso, excluyente muchas veces del apoyo esencial a la búsqueda artística y a la difusión de obras marcadas por la experimentación y la renovación de lenguajes y temas que expresaban el avance cultural creciente en Cuba. Esa incapacidad inicial de los directivos y funcionarios de las instituciones culturales —cuyo número se había multiplicado en la provincia—, para relacionarse plenamente con los creadores de talento de cualquier generación o tendencia artística y convertirlos en verdaderos protagonistas de la vida cultural del territorio en su intento legítimo de llevar la cultura a las masas, marcaba esta esfera en la provincia.
En esos momentos, el quehacer artístico y literario cienfueguero también sufría de los prejuicios anticulturales arraigados durante años, de la falsa contraposición entre lo culto y lo popular, de concepciones autoritaristas y excluyentes, de los insensatos dirigentismos burocráticos, de sutiles “desconfianzas” ideológicas engendradas por deformaciones intelectuales en el llamado Socialismo Real, de absurdas calificaciones de “políticamente confiables“ y de incomprensiones estéticas acompañadas de una cierta intolerancia ante la producción artística signada por un lenguaje expresivo renovador, experimental y crítico de la realidad, que llevó la generación de la década de los ochenta del siglo pasado, cuya mayoría eran egresados del sistema de enseñanza artística cubana, a los públicos. La atmósfera cultural aquí padecía en exceso de los dictados de ignorantes y dogmáticos atrincherados en importantes instituciones estatales. También en esas circunstancias algunos creadores destacados operaban como una especie de “francotiradores culturales” y no pocos defensores de la libertad creativa basada en el libre vuelo de la imaginación artística y literaria actuaban como una especie de “conciencia crítica” de la cultura y la sociedad desde posiciones individualistas y egocéntricas.
El explosivo crecimiento de la cultura propiciado por la Revolución engendró, a fines de los ochenta, una visible crisis de desarrollo que exigía el cambio de las mentalidades y estilos de trabajo para, por un lado, multiplicar aún más las posibilidades de la ciudadanía de acceder masivamente al arte y la literatura que eleva la espiritualidad y la calidad de vida y, por otro, no perder de vista el alcance de la plataforma estratégica que trazó Fidel en el discurso Palabras a los intelectuales.
No puedo dejar de recordar aquellos días de intenso bregar de Fabio Bosch Hernández, creador radial, electo entre un grupo de intelectuales cienfuegueros, casi todos afines a la ideología política martiana y fidelista, para encabezar el Comité Organizador de la Uneac, de la cual formaba parte en Santa Clara mucho antes. Sin dudas, Fabio realizó una gran labor organizativa en el contexto del IV Congreso convocado por la membresía de la Uneac. En este trabajo de fundación tuvo el respaldo tanto de los artistas y escritores que aspiraban a formar parte de la organización, como de dirigentes del PCC y el Poder Popular entre los cuales destacaban Octavio Valdés y José Ramón García Gil.
Finalmente, 45 artistas y escritores —39 hombres y 6 mujeres—, de distintas generaciones, variadas tendencias artísticas, diversas ideas estéticas, disímiles enfoques filosóficos, diferentes credos religiosos y plurales maneras de respaldar la aplicación de la política cultural revolucionaria, fueron aprobados, por la calidad de su obra, para integrar la Uneac, y convocados el 1ro. de diciembre de 1987 a constituirla oficialmente en Cienfuegos. Entre los miembros predominaban los creadores artísticos, en su mayoría músicos. Los exponentes de las manifestaciones literarias alcanzaban la significativa cifra de catorce.
En el acto fundacional de la Uneac estuvieron figuras de la jerarquía del tonadista e improvisador Luis Gómez; el pianista Rufino Roque; los poetas Florentino Morales y Juan R. Cabrera; el decimista Francisco Otero; el compositor y guitarrista Félix Molina; la actriz Aida Conde; el pintor y profesor Francisco Rodríguez Marcet; la musicóloga, compositora y arreglista Irma Serrano; el flautista Efraín Loyola; el actor Carlos de la Paz; la cantante Lutgarda Ordext y la escritora para niños Lourdes Díaz Canto, por solo citar algunos. Aquel día resultaron electos de manera democrática los miembros del ejecutivo provincial integrado por el cantautor Lázaro García; el asesor y crítico teatral Rogelio Martínez Leal; el escultor Julio Rodríguez; el poeta Alberto Vega Falcón; el crítico Román Vitlloch Curbelo; el filólogo y realizador de radio Fabio Bosch y el historiador y ensayista Orlando García Martínez. Estos dos últimos ocuparon la presidencia y vice presidencia provincial respectivamente.
A todos los electos por su actitud y capacidad para encabezar la Uneac cienfueguera, cuya edad promedio era menor a los 40 años, la Revolución les había posibilitado sacar a la luz su talento para situarse en el ámbito cultural con su obra artística o literaria. Ninguno era ajeno a los reclamos sobre las condiciones de creación, de trabajo y de vida de los protagonistas del accionar profesional en la esfera artística y literaria cienfueguera. Y la mayoría destacaba por sus posiciones críticas dentro de la Revolución ante conflictos, errores o interpretaciones unilaterales afincadas en, como oportunamente el Che Guevara escribió, “…la simplificación, lo que entiende todo el mundo, que es lo que entienden los funcionarios…”. Con estos y sus dirigentes en las instituciones culturales mantendríamos un fluido y franco diálogo, no exento de ocasionales desacuerdos, tensiones, discrepancias y desencuentros, para fortalecer las relaciones de trabajo que permitió ensanchar los espacios de debate e ir alcanzando una mayor presencia en la toma de decisiones acerca de la aplicación de la política cultural, proceso este último con sus sombras y luces debido a la oscilante e incoherente política de cuadros en los diferentes niveles institucionales del arte y la literatura, que debilitaron e hicieron discontinuo el impulso creador en aquellos años.
La coherencia de la organización en Cienfuegos nunca descansó en la falsa unanimidad, la autocomplacencia y los mantos de silencio invocados para mantener la unidad, cimentada en una consolidada alianza entre las vanguardias políticas y artísticas. Desde entonces ejercimos el derecho a la libertad de creación con responsabilidad dentro del proyecto de nación que defiende la justicia social, la independencia, la soberanía y el socialismo.
Vendrían momentos difíciles que amenazaban la propia unidad de la membresía de la Uneac cuando, carentes de sede, anduvimos errantes y sin poder alcanzar una plena participación de los miembros en la vida interna de la organización, capaz de articular una propuesta unitaria desde la diversidad y de esa manera reflejar plenamente la opinión colectiva desde la pluralidad y el consenso en los espacios de intercambio institucional. El fortalecimiento del diálogo posibilitó la paulatina consolidación orgánica de las relaciones con el sistema institucional de la cultura, la prensa, la radio y la TV. El enfoque sistémico en el abordaje de la cultura por la Uneac permitió superar los peores momentos del período especial y otros tiempos difíciles. El trabajo mancomunado con el Ministerio de Cultura, el Partido y el Gobierno condujo a convertir un local frente al Parque Martí en un espacio para la actividad social y la proyección cultural comunitaria basada en las propuestas de mayor calidad. Luego, con nuestras mentes y manos, construimos los Jardines de la Uneac, la galería Mateo Torriente y la sala Tomás Gutiérrez Alea. Con los años, establecimos la sede municipal en Cumanayagua. Desde entonces, nuestra proyección comunitaria y social tuvo una mayor repercusión.
Al conmemorarse hoy el aniversario XXX de la Uneac en Cienfuegos, los más de 200 artistas y escritores que la integran desde la unidad en la diversidad, exhiben una sostenida y creciente labor creativa de calidad, además de dar permanente impulso al ejercicio del criterio y el movimiento de las ideas. Desde esta parte del centro sur del archipiélago cubano han colocado su obra en circuitos de promociones nacionales e internacionales. Todo eso expresa la validez de la política cultural de la Revolución y de la acertada estrategia de la Uneac cienfueguera de no ponerle límite a la creación artística y literaria en el territorio, ni abandonar el vínculo esencial entre tradición, modernidad y cambio, que asegura la continuidad de la cultura y por ende, nuestra sobrevivencia como nación independiente en el contexto de la globalización capitalista neoliberal.
El acercamiento cada vez mayor de quienes somos protagonistas de la obra artística y literaria con el pueblo se hizo más palpable en estos tiempos. Un superior pensamiento colectivo influyó en una estrategia cultural más madura y coherente, que articula con profundidad el diálogo entre escritores, artistas, críticos, promotores, técnicos de la cultura, funcionarios, dirigentes y público en general. En ese sentido resalta tanto la participación de la membresía de esta organización de la sociedad civil cubana en la conformación de la política cultural del país como los aportes al desarrollo de políticas públicas en la educación, el turismo, la arquitectura, el urbanismo, la radio y la televisión, entre otros sectores de la sociedad. A tres décadas de creada, la Uneac cienfueguera sigue más viva y creativamente enriquecida, inspirada en la idea fidelista de que: “Lo primero que hay que salvar es la cultura”.
*Orlando García Martínez es Presidente de la Uneac en Cienfuegos. Este artículo fue preparado especialmente para 5 de Septiembre, en saludo a los 30 años de la organización.
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