Marisol, una enfermera “con buena mano” y que teje

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Marisol Muñoz Águila es una auténtica crucense, enfermera hace 45 años, atesora una rica historia en el ejercicio de la profesión y ahora se apresta a jubilarse, porque quiere dedicar el tiempo que le resta a los suyos, y dar paso a los jóvenes, en un oficio que requiere vocación y humanismo. Confiesa tenerle pavor a las entrevistas, pero logro prender la grabadora e iniciar una amena conversación.

Estudié en la antigua escuela para enfermeras Victoria Brú, en Cienfuegos, es un oficio que amo y en el cual he pasado por la Atención Primaria, en consultorios del médico de la familia y en el policlínico, y estos últimos años en el Cuerpo de Guardia de Área, aquí en Cruces, en el cuál se atienden urgencias de todo tipo, de manera que me he enfrentado a situaciones difíciles”.

Viste con su impecable uniforme blanco y la cofia, que lleva con la elegancia que una reina su corona. Tiene una sonrisa amplia y diáfana, que da confianza a los pacientes de extender su brazo para una inyección en vena. Allí en el Cuerpo de Guardia del Policlínico de Cruces, varias personas coinciden en afirmar que Marisol tiene “tremenda mano”, “el pinchazo se siente como la picada de un mosquito”.

¿Le gusta la cocina?, inquiero como buscando la receta de un plato típico del Pueblo de los Molinos.

¡No, qué va! A mí no me gusta cocinar, ahora, hago un café con espumita que tiene fama en todo el barrio, muy bueno”, y a esa hora de la mañana el comentario viene con el olor de ese néctar que mucho gusta a los cubanos. Llega un paciente con crisis de asma, y la indicación de un aerosol, y allá va presta la seño a sus funciones.

De vuelta a la conversación me cuenta: “Yo soy una artesana, ¿sabes?, me gusta tejer y me defiendo en la costura, hago de todo con las agujas. Ahora cuando tenga más tiempo libre pienso dedicárselo a esas manualidades, porque a mi edad crear es muy saludable”, dice, y ya la imagino sentada en un sillón y la bola de estambre rodando por la casa.

Tengo dos hijos y dos nietos, una familia corta, para qué más, y vuelve a reír con sencillez. La procuran nuevamente, ahora para curar una herida. Se despide, y regresa a lo suyo con un equipo estéril de curaciones, y entonces observo cómo se coloca los guantes con la destreza que le aportan 45 años en la profesión de sanar y curar; y la experiencia en el tejido a crochet.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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