Una conexión electrizante

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La distancia entre dos artistas visuales como José Basulto (Cienfuegos, 1953) y Ángel Fernández, Ández (Cienfuegos, 1979) pudiera parecer notoria si focalizamos los cotos generacionales, el tipo de formación académica (o no) y los recursos telúricos en la puesta visual. No obstante, esta percepción es controvertible por imprecisa. La distancia puede ser un acto de reunificación, es un trecho que suele aproximar poéticas divergentes a fuerza del espíritu que consuela al arte.

Basulto y Ández guardan muchas más cercanías que las detentables a simple vista, al menos palmarias en esta muestra que ofrece el dueto en la pequeña salita Mateo Torriente de la Uneac.

El punto de partida es el imaginario popular, aquellos signos que entremezclan los contextos históricos con universos posibles de naturaleza imaginera. En el primero, como una práctica naif, donde la experiencia del autor se incrusta en la fábula visual, para hacer realidad que los humanos arrenden los cielos en sus aerostatos o atraviesen los mares vehementes y colmados de criaturas a través de barcazas conducidas por seres temerosos de los arcanos. El segundo, como una pericia del diseño, puesta a disposición de las voluntades antropológicas y el erario de un artista conectado con ambos: Samuel Feijóo. Basulto asume el método con que Feijóo erige el mito y se deja arrastrar por ese imaginario, lo narra en primera persona y vive; Ández lo cata desde las ciencias de la interpretación para devolverlo en pulsos estéticos y visiones personalísimas que, por demás, cotejan sus calidades técnicas y sensibilidad.

Ambos se enternecen con esos universos domeñados por la insularidad (la presencia del mar, los distingos rurales o urbanísticos desde el desaforo creativo, el viaje como entelequia, la religiosidad), aunque el uno no alcanza a controlar los excesos, a diferencia del otro, que toma los recaudos de la academia para ser cabal y dosificar los entornos, las figuras y narratividades.

Igual, el dibujo es broquel de sus relatos, si bien Basulto prefiere los grafitos (lápices o plumas) y la línea indómita, mientras que Fernández elige la plumilla y el trazo comedido, al tiempo que subrayan la distracción que pudiera ser el color y la fuerza que otorga el blanco y negro a tales fabulaciones. Dicho de otro modo, los ángulos son más emocionales en el autodidacta y mejor conmocionales en el titulado en la Escuela de Arte Oscar Fernández Morera de Trinidad; el primero se deja arrastrar por los sentidos y el segundo por la racionalidad emotiva, si bien es obvio que el humor es la estrategia para arribar a las esencias y hacernos el camino más grato. A su modo, ambos son caricaturistas, deforman el existente (el objeto caricaturizado) para radiografiar su carácter y perfiles somáticos, anatómicos.

Conexión eléctrica, título de la muestra bipersonal (no es un término que me complace, pero lo antepongo al de colectiva, tratándose de dos hacedores) es un deleite para los que se regocijan con las obras signadas por el arte de la ilustración o el diseño, una buena ocasión para acercarnos a dos de los dibujantes más sagaces de la vanguardia plástica local.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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