Una acción civil

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Dentro de ese intragénero de la pantalla -las películas de juicios-, Una acción civil (A Civil Action, 1998), ha de colocarse específicamente en medio de la vertiente ecológico-pseudodenunciatoria de este tipo de cine, enfilada a reflejar la batalla de un abogado y su equipo por defender (para ganar dinero y no por el hecho de hacerlo) a individuos afectados por los efectos contaminatorios al medio ambiente de inescrupulosas empresas multimillonarias.  

Pocas veces habíamos encontrado en películas de esta guisa una que de tan meticulosa manera recogiera la mayoría de los lugares comunes de un esquema narrativo, con tamaño desenfado en su inexitosa propensión a encubrirlos. Pero su poca fortuna viene menos de esto que de la inconsecuencia de cerrar a contracorriente de lo establecido, soslayando de plano, mediante increible apelación elíptica, toda la etapa definitoria – y de real interés para el espectador- de los hechos narrados. De modo que el argumento se queda en muñón de si mismo, y tal errático pretexto para ser original destroza una estructura que no debía prescindir de la descripción en imágenes -no en palabras- de la victoria final del abogado-Travolta, tras melodramático desprendimiento personal, que en un personaje de semejantes ambiciones, no resulta para nada creíble, no siquiera por los más furibundos partidarios del mejoramiento humano.

Los atisbos de enjuiciatoria social de una película inspirada en situaciones verídicas se difuminan ante el subrayado de la quijotesca conversión filántropica del héroe Travolta (bastante alejado en cuanto a talla dramática y concepción del personaje análogo encarnado por Matt Damon en Legítima defensa, de Coppola). El actor, por cierto, al verse obligado por el guión a mudar de piel, pierde mucho del impulso histriónico manifestado en la hora inicial del filme, y esta vez no gana la data ante un Robert Duvall que imanta más a partir de su matizada composición de ese viejo zorro de bufetes. Al que digámoslo, el veterano intérprete insufla entidad más por oficio que por las bondades del personaje en la letra de un libro cinematográfico -de nutriente literaria al estilo Grisham- elaborado por el también director Steven Zaillian.

Aunque no usual, tampoco desconcierta en Cine que una figura afamada descienda eventualmente a una sima creativa. Así y todo, causa sorpresa que Zaillian, renombrado guionista de Despertares y La lista de Schindler, haya pergeñado trama tan laxa, lánguida, claro desliz en un currículum que en el campo de la dirección contempla esa obra de verdadero aliento nombrada En busca de Bobby Fischer, su debut de realización.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

Un Comentario en “Una acción civil

  • el 20 mayo, 2017 a las 12:54 pm
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    Epa, que Robert Duvall es grande!!!!!! Aunque Travolta también es tremendo actor, pero a veces no hay forma de sacar alante un papel que está mal escrito, de contra te dirigen mal.. Vaya toda una receta para un desastre, y John Travolta es medio venático en cuanto a calidad, todo sea dicho…

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