Un sueño posible: caramelo sentimentaloide

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Un sueño posible (The Blind Side, John Lee Hancock, según adaptación de la novela homónima de Michael Lewis, 2010, forma parte de ese tipo de películas arcaicas e involutivas para el discurso cinematográfico, por lo cual resulta necesario para la humanidad una contrarrespuesta, cierto contrapoder que, desde el orden estético, impulse narrativas desligadas de tales productos de fórmula. De ahí la importancia estratégica que reviste el impulso del trabajo emprendido en determinadas industrias emergentes del planeta (Irán, Corea del Sur, Taiwán, Grecia, Uruguay) y la fortaleza de escuelas como la francesa, a la vanguardia de la producción europea. Por ello resulta primordial, además, que realizaciones como las cubanas continúen ganando en volumen cuantitativo y calidad de la obra terminada. Tampoco es cosa de atacar a la nave Enterprise con avioncitos de plastilina; ni cometer el pecado capital de descalificar en par de líneas a Hollywood en general. En absoluto, la historia del cine sería nada sin dicha bandera, buena parte de sus grandes cultores -fueran estadounidenses o extranjeros, muchos los segundos como sabemos- articularon fabulosas carreras allí y aun hoy día, tanto en el sector indie como en el mainstream, se facturan excelentes películas norteamericanas. Todo porta su matiz.

Si bien no es el caso de Un sueño posible. Esto es “aguazúcar” de la mala, olvídense del Oscar a la Mejor Actriz Protagónica para Sandra “Ñoñería” Bullock. Nota al canto: ese año la Academia debió premiar en dicho apartado a Carey Mulligan por An Education, pero vamos, es la misma Academia que le confirió la estatuilla de Mejor Filme a ese panfleto del Pentágono titulado En tierra hostil, lo cual ya lo dice todo. Quien escribe nunca ha confiado en las decisiones de esa estructura. Dentro de las casi 40 películas de Miss Simpatía predomina la comedia y escasean los reconocimientos críticos; de manera que ella necesitaba ir por más en busca de un lauro y cuando un actor gringo experimenta este anhelo es asunto de temblar. Si no se encuentra con su buen discapacitado o un abusado sexual transformado en una abominación tipo Monster de Charlize Theron en el camino, busca desesperadamente algún otro personaje de fuerte presencia que orbite en universos morales de códigos muy singulares. Vista la idea sobre el papel pareciera plausible y de veras lo sería de encontrarse el intérprete con un relato de fuste, pero el caso es que a figuras semejantes (o bocetos mal dibujados) suelen hallarlas en guiones pertenecientes a las consabidas y desesperantes fábulas de superación, de crecimiento humano con “ternurismo” impostado corte Un sueño posible. En La Meca no quieren dejar morir el espíritu naif de La Cenicienta, combinado con el rainmanismo y el forrestgumpismo.

En el filme la Bullock encarna a Leigh Anne Tuohy, rica y maternal filántropa sureña más noble que Teresa de Calcuta pese a su enérgico talante, quien cobija en su mansión a un joven negro gigante tan obeso como su pobrecilla compañera de la manipuladora Precious. Si los vampiros de True Blood se toparan a la ricachona, le destrozarían la yugular en la primera temporada. El yeti inocentón y maltratado por la vida, al cual Santa Sandra encuentra deambulando por las carreteras, presenta algún grado de retardo -creo- y es semianalfabeto. Sin el espaldarazo de la anfitriona, el muchacho no hubiera podido convertirse en el astro del fútbol rugby que llega a ser, no importa sus habilidades deportivas. Lo anterior te lo pone más clarito que un arroyo de montaña el texto fílmico. Cuento de hadas interracial ante el cual la francesa Intocables asemeja una obra de arte, es falso su pretendido enfoque antirracista. Antes bien, el director de El novato y la chovinista El Álamo está diciendo que el afroamericano precisa del apoyo del sajón cual llave ineludible para emprender su camino de superación humana o profesional, en un largometraje maniqueo hasta el último fotograma donde trabaja a placer con los resortes emotivos más primarios del espectador promedio.

La identificación con el personaje de la matriarca redentora es insertada por inyección intravenosa. Hay que querer a esta mujer, señores, porque tiene la madera de los grandes americanos emprendedores, quienes no entienden de nada interpuesto en el camino hacia lograr sus metas. No puede perdonársele a Obama el olvido de no mencionarla durante su discurso de victoria sobre la fuerza de la esperanza en “América”. De no ser por el color del gigante, hasta Sarah Palin habría llevado a la dama a hacer campaña en 2008 antes de colarla en el Tea Party. De hecho, la señora asumida por Sandra existe, como igual el jugador (el atleta Michael Oher, alias Big Mike); si bien la historia real jamás pudo ser igual al fílmico caramelo sentimentaloide con el cual el director y guionista John Lee Hancock castigó  a nuestros sentidos.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

Un Comentario en “Un sueño posible: caramelo sentimentaloide

  • el 24 abril, 2017 a las 8:49 am
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    jajajajajaj Muy buena la crítica, aunque Charlize Theron es buena actriz, eh???? jajjajajajaj… Es que la Sandra no da en el blanco ni aunque sean tres montados en un burro o en un buró, vaya para apretar un poco… Gracias por el artículo que dedicó a Miyazaki, aunque me gusta mucho Kiki o Nicki la brujta. Está flojita en términos cinematográficos, pero me gusta por su mensaje. Ya quisieran muchos directores de filmes “para adultos” tener el pulso de Hayao que generalmente siempre la saca del estadio del primer batazo. Oiga, pudiera en algún momento hablar de “Los otros”? digo, en caso de que ya no la haya hecho… Y, ya que estamos pidiendo, y para seguir molestando, pudiera seguir con la temática del cine de autor y hablarme del mexicano Guillermo del Toro…

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