Tropezar dos veces con la misma cola

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Luego de mi primera incursión en el tema, decenas de personas me han asegurado que la cola de la casilla de la calle de Argüelles y Cid, único sitio donde se expende la carne de cerdo por debajo de los precios actuales —del Estado, particulares y furtivos—, “de peor, pasó a infame”.

La experiencia anterior, reseñada con pelos y señales, y argumentada con varios criterios de vecinos y decisores del gobierno y la empresa porcina, me preparó, pensé, para por segunda vez aventurarme en la cruzada, desafiando a los coleros que acapararon desde el inicio los mejores turnos, aquellos que alcanzan para comprar la carne limpia a 20 pesos la libra, la costilla a 12 y la chuleta a 15…

Pero ya sea por esa tozudez humana (el hombre, en este caso la mujer, es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra), o más exactamente por necesidad, hay que persistir —¿sería más preciso, resistir?— y acudir otra vez a la casilla de marras, impar opción para los de bolsillos menguados, sobre todo desde el pasado mes de julio, cuando coincidiendo con el periodo vacacional, la carne de puerco se “perdió” —como eufemísticamente se alude a depresiones en la producción—, y la libra de bistec alcanza ya el exorbitante precio de ¡40 pesos!…, lo cual obligaría a un trabajador cienfueguero a completar dos jornadas laborales para adquirirla, de acuerdo con estadísticas de la ONEI del año anterior, que fijan en $753 el salario medio nominal en Cienfuegos.

Y aunque sabía que no sería fácil, confieso hallarme entre los ingenuos que pensaron que luego de los carnavales se estrechaban los dineros y comprar sería más cómodo. Mi cálculo de marcar temprano por la mañana, para aunque fuera resolver algo sobre las 4:00 de la tarde, fue absolutamente impreciso: cerca de la hora de apertura, lo que allí apareció fue una verdadera avalancha humana en pos del mamífero nacional.

Yo se lo dije, periodista; lo que pasa es que el modus operandi ahora es que, cuando abre, a la una de la tarde, la gente marca para mañana, y duerme en la cola”.

¿¡Qué…!?

Como bien advierte el popular refrán: segundas partes… fueron peores: “Yo leí su artículo, pero no se ha hecho nada; ¿usted cree que quienes pueden poner orden no saben esto?”. “Marcas al amanecer y ya sabes que, con suerte, eres el 20. O más fácil, pagas 25, 30 o 50 pesos, según el lugar en la fila o el día, y ¿tú sabes cuánto representa vender 20 turnitos?”.

Dicen que a los coleros les pusieron una multa, cuyo saldo —simbólico con toda certeza a priori, y a posteriori— ya le habían escamoteado a las necesitadas masas que concurren a la casilla de precios más asequibles de la provincia, si bien, reitero, distantes de las posibilidades del salario real de la mayoría.

Las sugerencias pululan: “que el de la Empresa porcina dé los tickets de forma presencial en la puerta a determinada hora; o que anoten con nombre y carné de identidad por la tarde…; que comiencen a las nueve de la mañana, porque igual esperar hasta la una es una tortura”. Y al final, lo que pretendía el gobierno, que los trabajadores adquirieran, es un propósito fallido (a no ser que te fugues del trabajo, cojas un día de vacaciones para eso, o persones al jubilado de la casa, so bochorno del mediodía, para que cuide la cola).

En esta segunda contienda por la carne, lo constaté de nuevo en pellejo propio, ¡nadie le ha puesto el cascabel al gato! Y las buenas intenciones se desvanecen tras el mal esgrimido pretexto de la sacrosanta ley de oferta-demanda, porque mil libras (según la Empresa Porcina, una tonelada, como promedio diario) es toda la cantidad disponible, y la vida demuestra que no se acerca ni en decimales a la necesidad.

Entonces, ¿por qué no proteger con sencillas medidas organizativas, hallar soluciones?, porque si algo distingue al cubano es su capacidad de ser creativo. Y llegado a este punto, usted coincidirá en que es justamente ese proverbial ingenio el que sustenta “el invento” en la susodicha carnicería.

De manera que el esfuerzo ha seguido cayendo en el libre albedrío, en el hábil negociante, que impone la ley del más fuerte, penoso fardo para instituciones que tienen que hacer cumplir contra lo ilícito lo que hace tiempo quedó bien escrito; injusta carga para una sociedad con vasta praxis en casi 60 años de repartir los bienes bajo el estricto criterio de paridad, protegiendo a los de más escasos recursos.

VERGÜENZA LISIADA

Por eso duele que prebendas —asentadas en los más elementales valores humanos, y que bajo el carné de IMPEDIDO, amparan y hacen más llevadera la vida de quienes por fatalidad del destino o misterios de la genética, están limitados físicamente— sean utilizadas impunemente o arrojadas en cara para acceder de forma más expedita y reiterada al establecimiento.

La mayoría hace honesto uso de esa bien facultada prioridad, pero otros, denunciados por su abierta y gritada a voces asiduidad a la casilla, “se ubican al inicio y luego al final de la cola”, escudados en que nadie, por lástima o temor al escarnio colectivo que lo tilde de deshumanizado, esgrima públicamente su verdadero criterio. Cobijados en su minusvalía. actúan, como alguien expresara con cierta sorna: “hay algunos a los que todavía no le ha dado tiempo a hacer la digestión…”, apuntando a su presencia reiterada en la fila.

¿Y quién —menos un asistenciado— posee recursos para volver una y otra vez a esta carga por el cerdo?

Hay casos y casos, pero en este país, donde todo está escrito, nadie ha pautado, ni siquiera la administración de la casilla (o del ente al cual responde), cuántos de la fila deben pasar para que lo haga un minusválido. “Eso es a criterio de la cola”. Claro que a quien ha trasnochado esperando, no le parece tan compasiva la medida, cuando es víctima de aquel que, con tan evidente invalidez como aliento etílico, demanda, exige a gritos, que la correlación numérica para su acceso al mostrador sea no de cinco de los clientes por un discapacitado, sino de tres o de dos, por uno. Lo cual, so pena de ser mal reputados, los consumidores en fila consideran un insulto.

Y lo es, por resultar evidente su utilización en manos de hábiles, pudientes, saludables personas, cuya frescura delata la breve estancia bajo el inclemente sol del mediodía, cuando cerca la puerta, en franco desafío a la fila, el portador del carné de IMPEDIDO anuncia impúdicamente a la cola que va a pasar “para comprarle al limitado, que no puede subir los dos escalones”.

Sin embargo, una buen parte de los primeros turnos calla y otorga, porque a decir verdad, en silencio saben que también han transgredido las normas del respeto, comprando su acceso directo a la carne.

Siempre habrá —y más con la apertura de nuevos desempeños económicos—quienes no pasarán por la penuria de dormir en una cola. Pero seguimos siendo más —inclusive los limitados físicos— quienes precisan de ese sacrificio, mientras la oferta no alcance a la demanda, mientras no se produzcan más bienes… Y mientras no se adopten medidas y se haga cumplir la ley, seguiremos, desdichadamente, tropezando dos y más veces con la misma cola.

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2 Comentarios en “Tropezar dos veces con la misma cola

  • el 31 agosto, 2017 a las 12:21 pm
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    Hola Ismary: … Y mientras no se adopten medidas y se haga cumplir la ley, seguiremos, desdichadamente, tropezando dos y más veces con la misma cola.
    Retomé estas palabras porque creo que PRODUCCION de CERDO en Cfgos estatalmente no es poca. Y el problema más grave esta en la forma y regulación, Cienfuegos se ha convertido en una ciudad donde todo se revende y personas sin escrúpulo lo echan a perder.
    Pero de VERDAD no podemos hacer nada. ????. TODOS SON SORDOS y CIEGOS. Mire en SANTA CLARA y otros municipios de Villa Clara la carne hace RATO, que está a esos precios, pero la ciudad no tiene una casilla, tiene varias en puntos CARDINALES distribuidos. LA EXISTENCIA de una sola oferta ayuda mucho a que esto pase.
    LO PREOCUPANTE es que no pasa nada por revertir lo que está pasando. PREOCUPA MUCHO, por qué a quién dejamos espacio ???

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  • el 23 agosto, 2017 a las 10:24 am
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    Hola Ismary: Buen artículo, te leo desde Ciudad México. Muy descriptivos los párrafos en dicho artículo, pero el más importante fue el último y es lo de siempre. Donde están las cooperativas para la producción de carne ?
    El estado que venda el pienso o comida para esa cría intensiva, al final no lo hace de manera sistemática y controlada y el resultado es que el pienso igual se desaparece.

    En fin mientras se produzca más carne de puerco la necesidad de escribir un artículo como este irá disminuyendo … 🙂

    Salu2 a to2

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