Teletrabajo o crónica desde casa

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Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 37 segundos

Un caldero de ajiaco está sobre la mesa de los cubanos… El timbre del teléfono corta la oración como el cirujano la piel del enfermo, sin nervios ni apuros. Del lado de allá te hablan de la harina de maíz que ahora es por la libreta de abastecimiento, del soyur que tiene a la gente sobre patines, sin punto fijo en la geografía citadina.

Del lado de allá escanean Cienfuegos, y uno sin hablar, tejiendo una manta sintáctica en la cabeza. ¿Me estás oyendo? Y uno balbucea que sí, que ya el arroz malo lo están cambiado en la bodega. ¿Qué arroz? Te preguntan. Y uno ni sabe qué responder para cortarle las alas al impresionismo verbal, soltar el auricular y aterrizar en la hoja en blanco.

Un caldero de ajiaco está sobre la mesa de los cubanos. Difícil de digerir… Tocan a la puerta. Los estudiantes de Medicina con sus “buenos días y el cuántos son en la casa”. ¿Están todos? ¿Alguien amanece con fiebre, con tos, con algún síntoma respiratorio? Les respondes con la vista posada en la computadora encendida, pálida. ¿Sabrás si la vecina está ahí?, dicen por último, y uno mueve los hombros y hace un gesto con los labios, como niño ñoño.

Un caldero de ajiaco está sobre la mesa de los cubanos. Difícil de digerir, pero lleva la sazón que hemos sido capaces de encontrar y producir… “¡Vino el agua!”, dice la vecina asomada en la ventana. “Pon la turbina, que después hay rotura y ya sabes, se demoran días para arreglarla, aunque a decir verdad, hace ya que no tenemos ese problema. Escribe en el periódico que podaron mal los árboles del Centro Histórico Urbano, que a la mía la dejaron con dos ramas grandísimas, parecen dos orejas. Un árbol con orejas. Te dejo para que termines…”, y te paras para verificar el agua corriendo por las tuberías.

Un caldero de ajiaco está sobre la mesa de los cubanos. Difícil de digerir, pero lleva la sazón que hemos sido capaces de encontrar y producir. El desabastecimiento golpea duro, y los campos sin cultivos se vuelven reiterativos en el iris del transeúnte… La perra arrastra por el piso un muñeco de Camila. Se esconde debajo de un librero inmenso que guarda libros de Medicina en inglés. Buscas la escoba para sacarla del escondite literario. Los dientes del canino son fuertes, no sueltan. Le mimas el oído, ella no oye. La gente de la casa viene a apoyar, sale al fin y vuelves sobre la hoja en blanco. Las palabras se espantan.

Un caldero de ajiaco está sobre la mesa de los cubanos. Difícil de digerir, pero lleva la sazón que hemos sido capaces de encontrar y producir. El desabastecimiento golpea duro, y los campos sin cultivos se vuelven reiterativos en el iris del transeúnte. Ese ajiaco es el resultado de ingredientes externos e internos, de producción nacional y foránea. ¿Aportamos lo suficiente…? Tocan a la puerta. El carpintero viene a medir la puerta rota. Hace un año que la mide. “No publicaste nada esta semana. ¿De vacaciones o licencia sin sueldo? Me voy a dar baja en el correo, ahora está carísimo el servicio de entrega a domicilio de los periódicos. ¿Qué traes para este viernes?”, dice sin respirar y el diálogo crece como pompas de jabón. El texto periodístico huye… se aleja en el tiempo con la canción de Carlos Varela que recién comienza a escucharse en la bocina hogareña.

Un caldero de ajiaco está sobre la mesa de los cubanos. Difícil de digerir, ¿por qué los niños están jugando en la calle si la situación epidemiológica de Cienfuegos anda por caminos complejos?… El tanque se bota. El agua corre por el pasillo; la perrita se moja las patas; Camila coge la primera toalla que encuentra para secarla. Mamá, ¿y si se enferma con el coronavirus? Una toalla es para secar. Yo la lavo. Y vuelves a la computadora, a darle la mano a la oración trunca. En la distancia la espuma crece, crece, y se deshace el jabón que costó en moneda libremente convertible.

Un caldero de ajiaco está sobre la mesa de los cubanos. Difícil de digerir, ¿trabajar desde casa desdibuja el límite entre vida profesional y personal…? Unas ganas tremendas de tomar café inmovilizan la semántica. Honoré de Balzac, Marcel Proust, Voltaire, Truman Capote y Gabriel García Márquez nos dejaron ese legado: las letras se acomodan mejor con el olor de la cafeína. La cafetera cuela. El día pasa bajo el eslogan del teletrabajo.

Un ajiaco de palabras siempre ronda al periodista. A veces te casas con una, no te acuerdas por qué; es el caso del ajiaco…

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

2 Comentarios en “Teletrabajo o crónica desde casa

  • el 3 febrero, 2021 a las 6:41 pm
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    Una modalidad de organización del trabajo poco aprovechada y potenciada y que tiene más pros que contras, éxitos.

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    • el 6 febrero, 2021 a las 4:58 pm
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      Muy bien querida colega. Encontraste la mejor manera de describirlo. Eso es allá, aquí ni te cuento.Pero que es mejor, es mejor. Y nos cuidamos todos. Un abrazo.

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