Tarjetas magnéticas, entre el progreso y los inconvenientes

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“Nos están cerrando el cerco con eso de las tarjetas magnéticas. Ya a mí me cambiaron la chequera por una”, me dice un amigo, jubilado por motivos de enfermedad hace alrededor de dos años. Yo me apresuro a ofrecerle un recital sobre las ventajas de poseer “dinero plástico”, pero él me sale al paso con un detalle insoslayable: ahora para cobrar necesita ir a un banco. Donde reside no los hay, por tanto, debe trasladarse hasta la cabecera municipal, distante unos 12 kilómetros.

Para muchas personas, la tarjeta magnética no trae la tranquilidad de un medio de pago más seguro, ni el beneficio de las frecuentes bonificaciones, ni la posibilidad de utilizar los diferentes canales de pago electrónico. Por el contrario, significa la obligatoriedad de salir del pueblo, “coger botella”, o desembolsar cierta suma para pagar a porteadores privados. La otra opción, si se atienen solo al transporte público cuando está disponible, es madrugar y retornar a la puesta del sol. Demasiado tiempo y esfuerzo para una gestión que debería ser de las más sencillas del mundo.

Mi amigo vive en el municipio de Lajas. En ese territoriono existen cajeros automáticos, como en ningún otro de la provincia, excepto Aguada. Los tarjetahabientes solo cuentan, por tanto, con las sucursales bancarias existentes allá, las cuales están sujetas a horarios determinados. De ahí el descontento de este jubilado. Pero la preocupación no solo lo envuelve a él, residente en La Piragua: coterráneos suyos, al igual que habitantes de otras zonas rurales, sienten similar ansiedad.

El tránsito hacia esa modalidad de pago comenzó el año pasado como estrategia ante las dificultades que presenta el país con la adquisición de papel, un producto cada vez más caro, para imprimir las chequeras. Al mismo tiempo, representaba un paso hacia adelante en el camino hacia la informatización de la sociedad. Así lo reseñó 5 de Septiembre en mayo de 2019, en un trabajo donde esta reportera anunciaba el inicio de dicho proceso.

En aquella oportunidad, autoridades del territorio explicaban que se haría en los municipios de Cienfuegos y Aguada, y que se acogerían también al nuevo medio las altas que se produjeran en las cabeceras municipales, además de aquellas personas que, sin importar dónde viviesen, acostumbraban a cobrar en los bancos. Sin embargo, el otorgamiento de tarjetas magnéticas asociadas a los pagos de pensiones se ha extendido y poco a poco irrumpe en asentamientos alejados de instituciones financieras y hasta de oficinas de Correos, donde aplican variantes para estas operaciones.

Una pregunta sale a la luz: ¿los pasos hacia la informatización y el uso de las nuevas tecnologías no exige un enfoque multisectorial? ¿Acaso se pensó en cómo podrían los nuevos tarjetahabientes trasladarse hasta los sitios indicados a cobrar sus pensiones? Hablamos de hombres y mujeres de la tercera edad, muchos de ellos cargados ya con el peso de los años y alguna que otra dolencia, gente que podría cegarse ante los beneficios de este nuevo medio de pago y únicamente ver en ello una carga más para su día a día.

Solo reflexionemos en cuántas veces la falta de comunicación en Bancos o en Terminales de Puntos de Venta (POS) habilitados en las tiendas nos ha frustrado el uso de las tarjetas. ¿Qué se hace el “guajiro” si cuando decide ir al “pueblo” a cobrar resulta que escogió uno de esos días infaustos?

Según informó Lino Pérez Díaz, director provincial del Instituto Nacional de Asistencia y Seguridad Social, en Cienfuegos existen 2 mil 164 pensionados residentes en poblados donde nada más cuentan con una unidad de Comercio para cobrar. Estos centros serán autorizados de manera excepcional a realizar el pago, pues no tienen las condiciones necesarias para custodiar el dinero, que se acrecentará con la venidera reforma salarial. Los municipios de Cumanayagua, Rodas, Lajas y Aguada presentan la situación más compleja.

Es cierto. Las bodegas no pueden asumir por más tiempo la función de “bóvedas” de dinero, no tienen condiciones seguras para ello, ni con los montos actuales, ni con los que vendrán. Tal situación, informó Pérez Díaz, ha causado más de un delito. Sin embargo, también es cierto que los pobladores no pueden cargar con la culpa de vivir donde viven.

Aun cuando la impresión de chequeras sea insostenible, la evolución hacia las tarjetas no debe terminar en el otorgamiento. El progreso no cabe donde todavía hay atraso. Adquirir cajeros automáticos, sabemos, es impensable en estos momentos, debido a la situación de la economía nacional, pero urge escudriñar soluciones en otras arenas.

Crear la infraestructura para que en esos lugares se habilite el servicio del POS sería un gran paso. Cuando los viejitos puedan comprar sus medicamentos y “mandados” con el dinero plástico, se preocuparán menos por el efectivo. Y aunque algunos consideren que el problema está en la costumbre de poseer el cash, o en la reticencia al cambio propia de los mayores, la realidad es que de momento, para los jubilados y pensionados rurales ser titular de una tarjeta magnética no constituye la realización de un sueño de adelanto, sino una verdadera pesadilla.

Antecedente|| A partir de junio cambio de chequeras por tarjetas magnéticas a los jubilados

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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