Tangos, el exilio de Gardel

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La década de los ´80 del pasado siglo en la Argentina constituyó, en el campo del cine, uno de los períodos artísticos más fecundos de la historia; sino el que más. Representó el espacio cimentador (o de consolidación, en algún caso) de las poéticas de nombres insoslayables del séptimo arte en el continente, a la manera de María Luisa Bemberg, Eliseo Subiela o Fernando (Pino) Solanas.

Devino además punto de despegue de figuras de relieve como Adolfo Aristaraín o Juan José Jusid y se convirtió en la rampa espacial de lanzamiento de formidables películas cuyos directores, sin embargo, eclipsaron de forma tan intempestiva a cómo aparecieron. Son los casos, verbigracia, de Miguel Pereira, quien con su filme La deuda interna (1987) venció en diez certámenes internacionales de primer nivel; o de Carlos Sorín, el cual a través de su opus La película del rey (1986) se granjease el León de Plata a la Mejor Ópera Prima en el Festival de Venecia. Sorín volvería a ser grande solo de forma intermitente.

Sobresalió a la sazón, por su estatura monumental, la obra de Pino Solanas.

Tangos, el exilio de Gardel, obra estrenada en 1985; y Sur, de dos años después, prefiguran la yuxtaposición ideo-temática que en el tiempo reclamarían títulos fundacionales suyos como La hora de los hornos (1968) o Los hijos de Fierro (1972).

Dicho cineasta, unos cuantos años más tarde de los últimos clásicos arriba consignados, refrendaba, justo en el medio de la década de los ochentas, que él iba lejos de las ansias comerciales y de los modelos ad usum en el planeta y que continuaba siendo un iconoclasta cronista en imágenes de la historia de su nación.

Resulta inevitable al sopesar la masa de la década, detenerse en Solanas. Su cine subvierte, advierte, explora, ansía, procura establecer la factibilidad de un tránsito narrativo sobre las pistas de un relato-otro.

El “sacrilegio” de su heterodoxia desmantela el sofisma antiprogreso de que lo que inventó el Cine se quedó en Hawks, Hitchcock, Antonioni y la Nouvelle Vague. Su proyecto se corresponde con las intenciones de una pantalla nueva a la cual le hace ascos el canon y para la que la idea (y cuán magno ideario arropa en sus trajes) gravita empotrada a la fluencia de la imagen, tanto en su acepción fílmica como literaria.

La mejor crítica europea -estamos hablando de la revista Cahiers du Cinéma, de Francia, donde su cine es especialmente estimado- apreció en Tangos, el exilio de Gardel que “su gran calidad surge de su libertad estructural, de su deconstrucción organizada. Solanas juega la metáfora sin reservas, al pie de la letra. Todo el filme no es más que una gigantesca metáfora. Es un ejercicio constante de tuteo de lo imaginario y lo onírico”.

Tratamiento más o menos de recepción especializada, a escala mundial, tuvo su posterior Sur, Premio a la Mejor Dirección en el Festival de Cannes y vigorosa película sobre el regreso a la Argentina de los exiliados durante la dictadura militar que enlutó a ese país latinoamericano con la venia de Washington.

Luego Solanas entregará El viaje (1992) y, más tarde, La nube (1998), en las cuales, si bien el realizador insiste inveteradamente en desvirgar sendas púberes dentro de su “poética del riesgo”, los niveles de excelencia quedan por debajo de Tangos, el exilio de Gardel y de Sur, sus dos obras cumbres de los ochentas.

Solanas es quien mejor se define. En entrevista aparecida en el No. 189 de la desaparecida publicación cubana Cine Guía, el importante exponente del Grupo Cine Liberación -lo nucleó junto a Octavio Getino y Gerardo Vallejo- afirma:

“La satisfacción profunda que tengo es que mi cine ha sido leal al sentir y el pensar de mi pueblo, al sentir de las grandes mayorías nacionales, que no siempre se han visto reflejadas en el cine argentino. Entonces, ese es mi orgullo, el haber recopilado una memoria y haberla expresado saliendo de las cárceles que son los modelos americano-europeos, rompiendo las rejas, tomándome la libertad de pensar un cine desde nosotros, más creativo, buscando nuestra libertad, nuestro lenguaje”.

Memoria del saqueo (2004); La dignidad de los nadies (2005); Argentina latente (2007); La próxima estación (2008); Tierra sublevada: oro impuro (2009); Tierra sublevada: oro negro (2010); La guerra del fracking (2013) y El legado estratégico de Juan Perón (2016) integran la valiosa parcela documentalística del creador argentino de 81 años durante el siglo actual.

El también senador peronista, uno de los que más lamentó en su país la derrota de Cristina Fernández de Kirchner contra el neoliberal Mauricio Macri, continúa fiel a su línea política de izquierdas y no olvida su obligado exilio en Francia, en 1976, debido a la persecución contra su persona por parte la dictadura militar.

En la citada Francia como también en Italia es más reconocida su obra que en la propia Argentina, suele quejarse este señor, quien reconoce el papel de los festivales, pero abjura de la injusticia de muchos de sus premios: “Los premios son caprichosos en todos los festivales. Las películas no son buenas ni malas porque reciban premios. Si tienes veinte en competencia, por lo menos la mitad tienen calidad para ser premiadas. Y eso depende del jurado. ¿Cuál es mejor: la comida francesa, la italiana, la hindú o la mexicana? Es un problema cultural también. Todas tienen millones de códigos que no entiendes si no eres de ese país. Se cometen muchas injusticias. He formado parte de varios jurados: te vas reuniendo y dejando películas de lado. En la última reunión quedan seis o siete para cinco premios. Cada uno trata de conseguir el voto de otro jurado, y se negocia”, confesó en entrevista con un periódico argentino en 2015.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

2 Comentarios en “Tangos, el exilio de Gardel

  • el 7 diciembre, 2017 a las 5:12 pm
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    Es una comedia desternillante, sin dudas. Saludos.

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  • el 7 diciembre, 2017 a las 11:26 am
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    El cine argentino es excelente, pero no me gusta mucho, lo hallo un poco metatrancoso y esnobista, quizás por ser precisamente cine hecho por argentinos. De todas formas es innegable su gran calidad, pero de esa cinematografía me quedo con Cecilia Roth, Federico Luppi y Ricardo Darín. ¿Filme favorito? Esperando la carroza, que no me canso de verla.

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