Matandile dile dile, Matandile dile do

Mientras se tomaba una cerveza, aquel sujeto apretujaba a quien presumiblemente era su hija y la ponía a “bailar” al ritmo de insolencias de Bad Bunny o Becky G. La niña, que apenas hablaba con sus menos de tres años, “perreaba” a la voz de la persona.

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