Alpinismo en el techo de Cienfuegos
Hace unos años subí a lo más alto del campanario de la catedral. Algo que todo cienfueguero, sin diferencia de credo, debía hacer por lo menos una vez en la vida.
Desde aquella atalaya las calles parecen más rectas y la ciudad se engarza en la bahía como si fuera obra de taracea salida de las manos del más fino de los ebanistas.
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