Sumbe: bien en Ideología, suspenso en Cine

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Bastante inferior a Caravana (1990)y Kangamba (2008), las dos cintas de ficción dirigidas por Rogelio París que con anterioridad centraron sus conflictos argumentales en la heroica gesta internacionalista de los cubanos en Angola, Sumbe (guion-realización pertenecientes a Eduardo Moya, 2011) puebla ese no escaso grupo de películas reafirmante de la dicotomía verificable entre la plausible intención ideológica y la incapacidad de defender tal postulado dentro de la latitud de una argamasa dramática sustantivada en la solidez del guión, la puesta en escena o las soluciones manejadas por los creadores.

Mediante el filme, sí (y no resulta mérito ni por asomo chico) las nuevas generaciones -público en general, aunque más aquellas en tanto destinatario primo urgido de sentir en su imaginario el redoble de hazaña tal de resistencia y combate de los nuestros contra las tropas de la UNITA- habrían de saber del histórico episodio de Sumbe, Kwanza Sur, el 25 de marzo de 1984, cuyas horas el relato describe de principio a fin.

Como comprenderían mejor el sentido altruista de nuestras tropas en suelo africano, la cabal lección de moral y justicia impartida a Pretoria, Washington y el mundo por miles de hombres que no dudaron a la hora de ofrendar sus vidas por defender a un pueblo al cual le debemos la incomparable deuda de ayudar a conformar la esencia misma de nuestra autoctonía. Aunque algunos no lo entiendan y tantas voces enemigas impugnaran la presencia allí o en Etiopía u otros sitios, África es Cuba, o viceversa; no importa que medie el Atlántico o miles de millas náuticas.

Pero la película carece de un sustrato dramático para “encapsular” lo anterior. Tamaña hidalguía reclamaba a llanto obra artística de mayor calado, lamentablemente no cristalizada a través de Sumbe: opus de flagrante opacidad.

Deslavazada y telefílmica desde sus mismísimos créditos de apertura, antes de los cuales colocan entrevista filodocumental que nada bien le sienta, la película -tan carente de estructura dramatúrgica revestida de un mínimo de eficacia como pobre en su factura, registro visual, concepción técnica y apelaciones pirotécnicas/efectos: y no le echemos toda la culpa al presupuesto requerido por este tipo de cine, porque sus predecesoras arriba citadas no arrastraban dicho lastre, al menos a tal grado- tambalea en parte considerable del metraje.

Su piso dramático cruje como el caserón viejo de un cuento de Poe y comete la peor de las pifias del cine, sobre todo del bélico: la constatación explícita del carácter de representación, de la circunstancia de la puesta en pantalla. Ciertas escenas de conflagración (sobre todo determinados movimientos de masas) no sobrepasan el realismo de la simulación montada durante cualquier Día de la Defensa en Cuba.

Por si no bastara, son insertadas situaciones de relleno que no aportan nada; de hecho sorprendentes al repararse en la inexistencia de claridad conceptual en su integración al hecho narrativo.

Filme construido sobre retazos sin vocación unitaria, cosido en buena parte con el hilo propio del aficionado voluntarioso de video club y “orlado” con saltos de raccord u otras fruslerías amateurs, su brújula discursiva encuentra lapsus donde pierde incluso el sentido de solución de continuidad.

Obviedad/predictibilidad anudan otro binomio flagelante del relato. Lunar agregado del filme es que no funciona en su presentación-desarrollo de personajes, aun tratándose y todo de una pieza coral.

El nivel interpretativo no sobrevuela la medianía -el elenco efectúa irregulares prestaciones, sin valor añadido para actor alguno- para por momentos resultar francamente pedestre, cuando parlamentos declamados sin conmiseración llegan a perturbar la verosimilitud de la trama: un ejemplo, los sucedidos tras el minuto 15, en la jefatura de la UNITA. (Detalle al canto, la alusión a las FAPLA deviene harto escueta; aun entendiendo que no constituye el foco de la trama, ni vector central en el Sumbe real o el fílmico recreado en locaciones cubanas, a falta de plata para volar hacia Luanda).

La música original de José María Vitier es empleada sin una planificación orgánica de correspondencia con la narración, mientras que se incorporan (de forma tan intempestiva que mueve a desconcierto, en tanto a efectos de la trama ni fu ni fa) canciones de Silvio en medio de escenarios de combate.

Más emocionante a medida que va aproximándose al desenlace, existen momentos a destacar a tal altura, como el de la respuesta de los aviones cubanos al enemigo (visualmente bien fraguado); o la escena de la llamada telefónica de Fidel para constatar la marcha de la operación de respuesta de nuestros efectivos, la cual impacta a todo espectador sensible, si bien demandaba más alta presencia actoral al lado angoleño de la híbrida.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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