Solidaridad sin cliché

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Se dice que el cubano es el ser más solidario del mundo. De eso nos vanagloriamos los nacidos en la mayor de las Antillas, y sobran razones y ejemplos para sustentar tal presunción, dentro y fuera de la Patria de José Martí y Fidel Castro.

Recuerdo que en pleno período especial, con una despensa bien deprimida, me llegó una visita sorpresa de un pariente que, para colmo, venía acompañado de amigas extranjeras que visitaban por primera vez a Cuba.

Entonces, en un santiamén se movilizaron los vecinos. Este llegó con los dos únicos pescaditos congelados guardados para la ocasión. Aquel se apareció con par de cebollas y una cabeza de ajo. La otra, para no quedar atrás aportó unos mangos de aperitivo. En fin, el convite resultó toda una suculenta comida.

Esa y otras anécdotas de actos altruistas por parte de mis coterráneos me vinieron a la mente mientras esperaba paciente el ómnibus urbano que me llevaría camino a mi centro de trabajo. Tuve tiempo suficiente para sufrir la prolongada espera a consecuencia de la reducción de combustible para el servicio de transporte de pasajeros, por razones harto conocidas.

Vi pasar por mi lado numerosos vehículos estatales con capacidad para darle el aventón, o “botella” como popularmente la conocemos, a cualquiera del nutrido grupo, incluyendo madres con niños pequeños y ancianos que a esa hora de la mañana estaban urgidos de llegar a su trabajo, un turno médico o cualquier otra diligencia necesaria.

Como buen observador al fin, me percato que está proliferando la falta de sensibilidad en el decurso de la cotidianidad. He sido testigo de la ausencia de caballerosidad, que puede considerarse un gesto de solidaridad, de aquellos mocetones que permanecen inconmovibles en su asiento en un ómnibus repleto, mientras mujeres, de cualquier edad, permanecen de pie en el pasillo del vehículo.

Solidaridad es también ceder el turno a las personas más vulnerables en la cola de la guagua, el mercado, la placita, la farmacia o el consultorio médico, por citar algunos ejemplos. Como se manifiesta también cuando ayudamos a pasar la calle a un invidente o colaboramos con el impedido físico necesitado de nuestro auxilio.

En el barrio, este valor se pone a prueba cuando evitamos molestar al vecino con música estridente o cualquier otra alteración de la tranquilidad y la buena convivencia. Se pone de relieve también una vez que entre todos contribuimos a mantener la limpieza e higiene del entorno.

De vuelta al transporte, medios alternativos como los coches, bicitaxis, triciclos, incluyendo los mototaxis arrendados, se ceban de las carencias y aplican tarifas inauditas a cualquier hora del día. El alquiler es la modalidad frecuente, y lamentablemente, viajan con un pasajero. Claro, quien paga tiene la prerrogativa de viajar solo, pero soy del criterio de que compartir el vehículo resulta un deber moral.

Cuando los enemigos de Cuba siguen dando vueltas de rosca a la medidas económicas contra este pueblo, la situación se torna más tensa y comienzan nuevas restricciones para el diarismo de los cubanos. Entonces, es el momento de apelar a la solidaridad entre todos, pues, como se sabe, en tiempos de crisis la unión, el compañerismo y el apoyo mutuo deviene basamento y sustento del alma.

El primer impacto, como era de esperar, llega con la reducción de combustible al transporte en general y en especial al servicio de pasajeros. Luego, es hora de aprovechar al máximo los medios de que disponemos para paliar esta situación.

Sin embargo, amén de directivas y regulaciones administrativas, lo importante es que directivos, funcionarios y choferes en general tomen conciencia de la necesidad de ayudar al prójimo y no solo tengan la obligación de parar en los llamados puntos de los “amarillos”, sino lo hagan ante la aglomeración de personas de las paradas, siempre y cuando circulen vacíos.

Por supuesto, esta es solo una de las manifestaciones más perentorias del momento, pero, en la medida en que vaya estrechándose el cerco, será mayor el requerimiento de la cooperación ciudadana, para que la solidaridad sea una práctica común y no un cliché.

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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