Solidaridad de unos y abuso de otros en la coyuntura energética impuesta por bloqueo yanki

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 30 segundos

Como se sabe, el transporte de pasajeros constituye una de las problemáticas más sensibles de la contingencia energética impuesta por las actuales urgencias económicas. Y ante tal situación la solidaridad no se ha hecho esperar. 

Los cienfuegueros muy pronto aplaudieron la actitud de choferes, funcionarios y dirigentes que detienen sus vehículos estatales para recoger a los conciudadanos que en horario pico deben trasladarse a centros de trabajo, estudio, turnos médicos o cualquier otra gestión comercial.

A pesar de las medidas adoptadas por los organismos competentes, a instancia de la máxima dirección del país, saltan a la vista las aglomeraciones en las paradas de ómnibus y otros puntos de traslado en calles y avenidas. Tanto en la ciudad de Cienfuegos, como en pueblos y asentamientos del resto de la provincia y el país.

Aunque todavía existen potencialidades en aprovechar mejor el transporte estatal, tanto de pasajeros como de carga, como lo ha señalado el presidente de los Consejos de Estado y Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, la disposición va in crescendo y en esa misma medida, cada día hay más conciencia de hacer más llevadera la vida del cubano en ese sentido.

Sin embargo, no pueden considerarse como positivas algunas vivencias provocadas por tal coyuntura, sobre todo entre los transpostistas por cuenta propia, pues algunos (no todos) se ceban de las necesidades del pueblo.

Sufrí en carne propia esa desvergüenza de especular, alterar precios, demostrar que son desvergonzados, sí porque no tengo otra definición para este tipo de postura. Repito algunos, no todos.

El incidente me ocurrió, justo un día después del anuncio de las medidas. Viajé, junto a mi familia, a la capital del país y de regreso, ante el arribo masivo de pasajeros para la lista de espera y el retraso de la primera salida para la Perla del Sur, no tuvimos otra opción que acudir a los taxis particulares.

De un día para otro los choferes de ese servicio (y estoy seguro que no pocos sin licencia) elevaron el pasaje de 10 a 25 CUC, cuando el costo del combustible en los servicentros no había variado en lo absoluto. Así lo argumentamos quienes estábamos allí.

Varias decenas de personas sufríamos la disyuntiva de regresar a casa en taxi, sinónimo de ceder, o pernoctábamos en la capital a la espera de la próxima salida, sin saber las posibilidades reales de regresar.

No debo comentarles la decisión, o sí, porque en medio de la confusión alguien alertó: “En la noche el precio sube a 30”.

Lo mismo ocurre en la ciudad de Cienfuegos, aquí, en el terruño, los taxistas abusan indiscriminadamente del bolsillo ajeno. Por suerte, los conductores de los mototaxis amarrillos han sido más consecuentes con la situación.

Ni hablar del servicio de tracción animal, que no solo tima con los precios, si no que muestran un comportamiento inadecuado cuando no logran sus propósitos, agreden con palabras soeces a quienes requieren de ese medio de transporte.

Por cierto, caballos y carretones siguen siendo los mismos y comen la misma yerba, tal como aseguraba mi colega Roberto Alfonso Lara en uno de sus comentarios.

Hace poco, cuenta otra colega, su esposo y ella abordaron un coche para trasladarse desde el Reparto Junco Sur hasta el Prado. El costo pactado del viaje sería de 30 CUP, a pagar entre las cinco personas montadas allí. Dos se quedaron a mitad del trayecto y abonaron 10 pesos; un tercero entregó su parte cerca de la terminal de ómnibus, de modo que al cubrir la ruta, la pareja había completado el importe total.

“Sin embargo, el susodicho cochero mostró inconformidad con el pago y se molestó de tal forma que apeló a insultos y gritos, con el manifiesto maltrato de palabras. Por supuesto, dirigimos nuestra queja a la Unidad Estatal de Tráfico”, finaliza exaltada al rememorar el incidente.

Por desgracia, este no es un hecho aislado, pues quienes tienen el deber de comportarse decente y gentilmente por un servicio, además sobrevalorado, muchas veces se arrogan el derecho de agredir al prójimo, por la simple razón de ser los propietarios de esos medios de transporte.

Y hago un llamado desde este modesto espacio a pensar como cubanos, sin parcelas ni egoismos individuales, a pensar en la solidaridad que siempre nos ha caracterizado. En algún momento usted necesitará del otro, y ese que hoy especula, mañana precisará del médico, del maestro o cualquier otro trabajador de los múltiples sectores que conforman hoy la sociedad cubana.

Es hora de multiplicar las buenas maneras, con la convicción de que urge compartir la solidaridad.

Visitas: 661

Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *