Sixto: señor de la limpieza local

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Si usted es de los que se levanta muy temprano, quizás haya visto a Sixto González Martínez cruzar la calle a paso lento desde el Reparto Reina, en dirección a la Calzada Real de Dolores (Ave. 64), donde usualmente labora en pro de la higiene de la zona. Sí, cámbiele la nomentaclatura: Sixto es el señor de la limpieza, no el hombre de la basura como suele decirse. Oficio que ejerce en las filas de la Empresa de Servicios Comunales hace 16 años, y por el cual cada cienfueguero debe estar agradecido.

“El principal problema que veo en la Calzada es la enorme cantidad de coches de caballos, muchos de los cuales no poseen el saco apropiado (culero) que acumula el estiércol, y otros no lo colocan correctamente. Ello propicia que toda la avenida sea –en reiteradas ocasiones– un mar de heces de animales. Los culpables son los dueños irresponsables, por supuesto”, nos comenta con sutileza este adulto mayor de 65 años.

Desde el parque Villuendas hasta la fábrica de refresco, este hombre va peinando la calle y las aceras aledañas durante 24 días del mes, sobre todo en el horario de la madrugada cuando usted todavía duerme.

El mayor trabajo se realiza en el horario comprendido entre 4:40 hasta las 8 y pico de la mañana, a veces se extiende un poco más tarde. Conmigo hay otros trabajadores que intervienen en la limpieza, que están distribuidos de manera tal que hayan cuatro barrenderos que se ocupen de las aceras y dos en el borde inferior de la avenida”, confirma.

Sixto asegura que ha disminuido la fuerza laboral en la zona de San Lázaro 1, a la que pertenece, ya que han priorizado otras franjas de la ciudad, tal vez por ser más céntricas y visitadas por los turistas. Sin embargo, la Calzada de Dolores exhibe una situación crítica que deben analizar mejor las autoridades.

“No hay cestos. Había varios en ambas sendas, pero con el tiempo los malhechores los han destruido y en el peor de los casos, han arrancado completamente”, denuncia González Martínez.

Además del estiércol, hasta allí descienden muchísimas rocas, tierra amarilla y fango desde la lomita de la calle Gloria cuando llueve bastante, y agrega que dichos elementos son mucho más difícil de separar y eliminar. “Junto con ello, desciende una gran cantidad de jabas de nylon que las personas dejan en las aceras, y tanto las aguas como el viento, se encargan de desperdigar”.

La población cienfueguera, normalmente, debe sacar las jabitas de basura a las 6 de la tarde. Sin embargo, el vehículo tractor pasa por la “64” sobre las 5 de la mañana, tiempo suficiente para que también perros y gatos esparzan los desechos y se creen vertederos pequeños en varias zonas.

Otro problema serio son las aguas albañales, ratifica Sixto. Cita, por ejemplo, el que está frente a la panadería y que sale del consultorio por culpa de un salidero. “Sumamos entonces las heces de las personas, que contaminan el aire y atraen todo tipo de alimañas”, alega.

¿LA ESCOBA Y LOS REMOS?

Este adorable señor no solo ha surcado una y otra vez cuando cantan los gallos todas las arterias de Cienfuegos, también surcó el mar que rodea esta ciudad, pues, nos contó su pasión por el canotaje, el cual practicó durante ocho años en la EIDE. Y por si fuera poco, es un erudito en la carrera de Mecánica Automotriz, ejerciéndolo como pilar dentro del Ministerio del Transporte en esta provincia.

Hoy se siente orgulloso de todo eso, y nosotros mucho más. Sabiendo que en la actualidad su labor es importantísima y loable, aún cuando se enfrenta a personas indolentes que irrespetan la higiene en los espacios públicos.

Su encomiable función –dijo– se ha visto más afectada recientemente con los apagones. “Sin alumbrado público es imposible realizar bien esta faena. Además, corro el peligro de chocar con automóviles y bicicleteros, como me ocurrió el año pasado”.

De momento, si usted está desvelado por la madrugada, tal vez sienta el sonido de la carretilla de Sixto pasar. Y quién sabe, probablemente ahora lo confunda con un extraño canoista que en vez de remar, utiliza la escoba y el recogedor para avanzar en un mar de asfalto, que cada día se afana en limpiar.

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