Sira no es de Siria

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…Ven, pobrecita; ven, que esos malos te dejaron aquí sola,

tú no estás fea, no, aunque no tengas más que una trenza…

dime, Leonor, dime, ¿tú pensaste en mí?

 Mira el ramo que te traje, un ramo de Nomeolvides,

de los más lindos del jardín…

Fragmento de La muñeca negra, José Martí

 Sesiona un Simposio sobre cómo abordar de forma multidisciplinaria el maltrato a las personas de edad, promovido por los directivos de Salud y el Programa de Atención al Adulto Mayor en Cienfuegos.

Sira Leyva Leonard es una de las invitadas, vive en el Hogar de Ancianos Hermanas Giral, de la ciudad cabecera. Pide la palabra al momento del debate, se presenta y ofrece, para mi asombro, una intervención coherente, que no estaba preparada, como suele suceder y ya es casi práctica en los eventos, la espontaneidad se respiró allí en aquel teatro. Fueron pronunciadas a modo de grito, clamando por la atención de las familias a este grupo etario, de una población que tiende al envejecimiento, y ya para 2025 una cuarta parte de ella tendrá más de 60 años.

Al terminar la sesión la abordé de inmediato, quizá esperando encontrar una historia triste, que contada ayudara a concientizar a las familias que aún no cuidan ni atienden a sus viejos. Pero vaya sorpresa la respuesta de Sira: “Mijita, yo soy una mujer plena. Claro, he tenido que vivir momentos duros, no creas: la muerte de uno de mis dos hijos en un trágico accidente. Eso no se olvida nunca, eso lo llevo clava’o en mi mente día y noche, sueño mucho con él, y lo veo vivo, pero hay que seguir, figúrate, aunque la tristeza muchas veces no quiera desprenderse.

“Tengo 77 años, pero estoy fuerte, si no fuera por estas rodillas, que a veces se rinden y dicen ‘no camino más, aquí mismo me paré’, y me dejan sin moverme. Yo digo que están gastadas, caminé mucho en esta vida, y así, con ellas oxidadas, sigo palante, no digo yo.

“¿Quieres saber una cosa?, yo estoy en este Asilo por propia voluntad, qué va, no me trajo nadie a la fuerza ni na’. Y todo lo que dije en ese teatro, es porque veo a muchos viejitos a mi alrededor, tristes, como esperando la visita de un familiar que nunca llega, o viene poco, esos viejitos lo tienen todo allí, pero el calorcito de los suyos, hijos, nietos, bisnietos, sobrinos… qué se yo, ese les hace falta mijita, ese calorcito aleja la tristeza, no digo yo.

Nunca es demasiado tarde para encontrar el amor.
Nunca es demasiado tarde para encontrar el amor.

“¿No ves aquel hombre allí, esperando en la escalera, está mirando para acá, ese es Pepe, mi marido… ¡No pongas esa cara, es verdad!. Así blanco y de ojos claros, está enamora’o de esta negra, sí mijita. Está allí esperando que termine mi conversación, ¿sabes para qué? Pues para ayudarme a bajar las escaleras, porque me cuida como gallina fina, y me quiere. Somos compañeros, y nos conocimos en el Asilo, para que veas, que aquí encontré la felicidad otra vez. Se llama José Almeida Martínez, tiene una sola hija y mi misma edad, 77.

“Nos fuimos ya una vez para el hogar de Cumanayagua, pero aquel clima no me hizo bien, la frialdad de la loma me dio tos y neumonía y regresamos para acá. Y ¿sabes por qué nos fuimos?, pues para dormir junticos, porque allá hay cuartos matrimoniales y aquí no. Y así, unidos, estaremos hasta el final, tranquilos, cuidados y felices, como debe ser. Ve un día por allá, que vamos a seguir conversando”, dice.

Y se despide Sira. Viste un pullover con la bandera cubana al frente, sus espejuelos modernos y unas encías que claman a gritos por prótesis, aunque ella insiste en que no puede aguantarla; va de la mano de Pepe, quien me mira y sonríe tímido, porque sus compañeros de esa mañana le esperan para tomar un helado de fresa.

Qué va, Sira no es de Siria, porque aunque su nombre provenga de ese origen, como le llamaban a los antiguos esclavos que llegaban desde esas tierras a otros imperios, ella es “nacía y criá” en Cienfuegos.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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