Sintomáticos en fase de recuperación

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Una voluntad une a once creadores sureños, imbuidos por algún síntoma clínico, tal vez una señal subjetiva o simbólica de la supervivencia del arte, de ese fluido manumisor que no es toxina, sino correctivo que nos ayuda a pulsar la existencia y afrontar los duros tiempos: la redención. Es cierto que la economía mundial está deprimida, pero también que la percepción artística se ha hecho más democrática. En los momentos difíciles numerosos creadores de la Isla y el mundo socializaron a través de las redes (y con no poca imaginería e invención) sus convicciones de que el arte robustece y puede ser gestado para todos los públicos, incluso fuera de los tradicionales circuitos de exhibición.

Los museos fueron obligados a elegir otros modos de acoplar sus patrimonios con esos públicos, y las instituciones culturales igual se arriesgaron para hacer llevadera la etapa de aislamiento social. No todo son noticias apocalípticas. De hecho, varias de las obras presentadas en la muestra colectiva Sintomáticos, que muestra la pequeña salita Mateo Torriente de la Uneac, fueron concebidas durante la fase de confinamiento, por creadores que radicaban fuera o dentro de la Isla. Sin dudas, el arte no se detuvo, sino que cambió sus formas de “consumo” y ritmo, en medio de una crisis de mercadeo, durante la cual, por cierto, no se ha protegido lo suficiente (económicamente) a los artistas visuales.

Para consumar la muestra se escogieron a algunos de los hacedores de la vanguardia plástica lugareña, al modo de Annia Alonso, Yanet Martínez Molina, Néstor Vega, Juan Carlos Echeverría, Ángel Hernández (Ández), Alfredo Sánchez Iglesias, Vladimir Rodríguez, Camilo Villalvilla, Julio Ferrer, Pavel Jiménez y Adrián Rumbaut, lo cual ha proveído al proyecto de amenidad de estilos y fabulaciones, si bien varias se hallan un tanto disentidas (incluso algún que otro  título está supeditado a eventos anteriores a la covid-19), ora por la saturación del tema, ora por su despegue del objeto curatorial. Por encima de la ausencia de innovaciones, destacan las poéticas individuales. Juan K. logra una suspicaz revisión de su propio legado escultórico con su audaz Pinocho Sintomático, demostrando que la escultura es su fuerza; Villalvilla constata la eficacia del minimalismo con sus 444 piedras en el camino, suerte de vintage de la mejor escultura de los clásicos de los ochenta, Ferrer (serie March Outbreak) y Ández (serie El gran defecador) ratifican su categoría de humoristas gráficos de cabecera, que convierten temas cotidianoso descomedidos en genuinas figuras artísticas. El primero, desde una perspectiva intelectual; el segundo, con una vocación popular que recuerda al Feijóo más irreverente. Ambos igual de encantadores. Asimismo, fue atinada la presencia de Pável Miguel a través de la reproducción de su texto Fuck Coronavirus, que por su desenvoltura fortifica la recomendable exposición curada por el propio Rumbaut.

Justo, una de las primiciasdel proyecto es hacer converger a artistas que experimentaron los influjos del coronavirus lejos de su tierra con otros confinados socialmente en la Isla. Este acto confiere universalidad al proyecto y rinde honores a aquel principio de que “cienfueguero eres donde quiera que estés”. Esta es una de las estrategias consumadas por la Uneac nacional: unir a todos los que llevan la patria consigo, no importa el sitio donde se resida.

Sintomáticos ha logrado, igualmente, reunir a gran parte de la membresía local, como un modo de reconstruir la fuerza de una organización llamada a transfigurarlos duros tiempos de la recuperación. A fin de cuentas, se trata de que el telónse cierre sin que se apaguen nuestros sueños.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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