Siete años dentro de Cuba y siete años para volver con mami Margot

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En la sala están las fotografías de la familia. De la pared pintada de azul cuelgan como aretes dorados los cuadros con las imágenes de los hijos de Margot. Tres hijos, tres retratos. Hay uno que no salió de sus entrañas, que no lo pujó hasta que por poco los ojos se le saltan de la cara, pero ella omite esa diferencia.

Benet llegó un buen día y nos dijo que quería venir a vivir con nosotros. Ya sabíamos de él por el guía de los estudiantes latinoamericanos. Vino y desde entonces este señorito es un hijo para mí. Estuvo siete años en Cuba”, específico la mami Margot mientras el resto de la familia se acomodaba a su alrededor, una escena que semeja la hora de la comida.

Tanto Ciro Morales (el padre de la familia) como Diana González Arqueta (esposa de Benet), Margot de la Caridad del Valle (Mami Margot) y Benet Alessandro López González (hijo de Benet) toman asiento en la sala para participar en la conversación, todos tienen algo que agregar a la historia Benet López Espinosa, un joven hondureño que tuvo la posibilidad de hacerse médico en tierra cienfueguera, al centro sur de esta bella Isla.

Mi mamá fue la que me trajo la noticia: están dando becas para Cuba. Fui hasta la capital de Honduras y allí recibí información, me enteré que era para Medicina. Hice unos exámenes y todo estuvo listo para venir. Ahí mismo en Tegucigalpa nos dijeron que aquí solo se comía tortilla sin sal, arroz blanco y harina… a eso solo le respondí: lo mío es estudiar.

Luego de seis meses en La Habana en un programa de nivelación nos informaron que iríamos a Cienfuegos. En mi caso yo siempre quise las casas de familia, no me agradaban los albergues, era la manera de vivir como un cubano más…”, expresa Benet y todos los demás sonríen, sonríen porque saben cuánto ama su parte cubana.

En la casa de mami Margot hizo fiestas con sus amigos, estudió hasta bien tarde en la noche, comió lo mismo que los demás y jamás probó la harina o la tortilla sin sal, se atracó de los dulces caseros y tuvo un hogar para siempre. Siete años después de irse graduado para Honduras regresa a abrazar su otra familia, un gesto de buen hijo.

Mi formación en Cuba fue una suerte, un orgullo, una de las mejores historias… Por eso, en mi puesto de trabajo siempre habrá un rótulo que diga: egresado de las Escuelas Latinoamericanas de Medicina, Cuba”, afirma Benet en tono conversacional, como si fuéramos vecinos de siempre.

¿Cuánto te cambió el hecho de vivir siete años aquí?

Benet hace silencio. Un silencio largo que solo se corta con la voz de la esposa: “cuando lo conocí noté que era muy dadivoso con la gente. No le importaba tanto el dinero, sino el modo de ayudar a otras personas, algo que no es muy común en Honduras. Sus conocimientos no eran para enriquecerse, lo vi varias veces tomar el maletín e ir gratuitamente a las casas de los pacientes, algo inusual allá, y cuando pasa los médicos cobran mucho por ello.

En nuestro país hay muchos niños en las calles, vendiendo dulces, cualquier cosas… Y Benet cada vez que los veía decía este niño debería de estar en la escuela. Incluso les ha comprado todos los dulces para luego devolvérselos, tocarles la cabeza y pedirles que estudien. Eso lo aprendió de Cuba, de ustedes los cubanos…”, agrega su esposa. Ella habla y se dibujan en la mente esas realidades que todavía campean por la América Latina. Esas realidades que nos recuerdan el tercermundismo de nuestra entraña continental.

Las Escuelas Latinoamericanas de Medicina tenían entre sus funciones básicas potenciar el acceso de los servicios médicos en esos países una vez que se graduaran. ¿Pasó así? ¿Los egresados se fueron a los lugares más intrincados, a las comunidades sin recursos?

Hay una ley en el Congreso de Honduras que obliga a los médicos graduados en Cuba a pasar dos años de servicio social, para ellos aquí no se hace el rotatorio por las salas. Llegué en mayo de 2012 y estuve un año para que llamaran, haciendo literalmente papeles. También debí revalidar el título, pero no hay muchas oportunidades con el Gobierno, hay mucho desempleo. Las empresas privadas se aprovechan del médico desempleado y no le dan derecho a seguridad social ni vacaciones.

El Dr. Benet López Espinoza en su clínica ayuda a todo el que llega y, sobretodo, aplica la medicina preventiva, algo que aprendió en Cuba. /Foto: cortesía del entrevistado
El Dr. Benet López Espinoza en su clínica ayuda a todo el que llega y, sobretodo, aplica la medicina preventiva, algo que aprendió en Cuba. /Foto: cortesía del entrevistado

A mí, después de los dos años obligatorios, me empleó una cadena privada y me dieron un local con las condiciones mínimas de trabajo. Duré poco. Obligan a firmar al médico contratos con la farmacia y por un dolor de cabeza debías mandar diez medicamentos diferentes. Lo de ellos es vender, no les importa lo preventivo. Caía mal porque simplemente mandaba lo que llevaba.

En Honduras no hay cultura médica, no se respetan los niveles de salud. Por ejemplo, llegan a consulta y te dicen que llevaban tres días con picazón en el ojo y que necesitan una resonancia. Ahí mismo les explico que sin indicación no hay aplicación, converso sobre posibles tratamientos, pero ni entienden… Prefiero ser directo y no hipocrático con el paciente, allá no les gusta mucho ese modo, no les gusta el médico que oriente a la familia, a las comunidades”, especifica Benet, un joven que con dolor afirma que no todo salió como deseaba el proyecto. En la actualidad tiene su propia clínica y desde allí ayuda a todo el que llega.

Una vez allá en Honduras siempre tuvo sembrada la idea de un día regresar a ver su otra familia. Y lo cumplió siete años después, con su esposa y su hijo pequeño.

Benet siempre me decía un día vamos a ir a Cuba. Lo planeamos muchísimo, nunca se olvido de sus padres cubanos. Ya yo conocía a mami Margot, a Momo, a cantidad de vecinos de este barrio, porque él siempre los mencionaba allá. Nos ha encantado Cuba, hay muchas diferencias con Honduras y su gente es sencilla y feliz”, específico Diana González.

En la sala ahora hay otras fotografías. De la pared pintada de azul cuelgan como aretes dorados los cuadros con las nuevas imágenes, esas que marcan dos periodos diferentes: siete años antes y siete años después. Una historia bella y que obliga a olvidar las fronteras físicas.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

6 Comentarios en “Siete años dentro de Cuba y siete años para volver con mami Margot

  • el 15 agosto, 2019 a las 2:49 pm
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    Muy emocionada, pero Margot es especial. Aun mi hija la tiene presente como una de sus maestras preferidas, le recuerdo Margot: Amanda, de la calle Sta Cruz, te mereces esta cronica y muchas mas.

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  • el 15 agosto, 2019 a las 12:42 am
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    …y como el habemos muchos que volveremos a buscar a nuestra otra familia!

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    • el 15 agosto, 2019 a las 10:02 pm
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      Ana, eres de Honduras???..

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  • el 14 agosto, 2019 a las 2:04 pm
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    Mi querida Margot, me siento orgullosa de tener una amiga como tú. Felicidades para esa nueva familia que tienes y para tu “nuevo nieto”como te he escuchado decir de el pequeño. Te quiero.

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  • el 14 agosto, 2019 a las 10:22 am
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    Querida Margot no sabes la inmensa alegria que siento de tanta gratitud ,por acá Maria Elena Calistre emocionadisima porque me veo en tu retrato amiga mi Hondureño Angel Paredes Madrid y su novia Susan tiene tambien un bebe de un añito ,nos mantenemos comunicandonos siempre como madre e hijos ,por eso me siento tan identificada con ustedes conociendolos como familia entiendo cuanto amor sienten al tener a ese médico graduado con tanto amor en su casa .Besos y en especial para tu otro hijo.

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  • el 14 agosto, 2019 a las 8:38 am
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    Muy bonita y sensible historia!!!

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