Sergio Morales, un hombre que dedicó la vida a su país

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El ataque final era cuestión de tiempo; el muchacho ya había recibido un zarpazo y sangraba por un costado. Cuando Sergio, con apenas 30 años, cayó encima del animal y sujetó sus mandíbulas en un abrazo suicida, la multitud que minutos antes esperaba la anunciada función del Circo Montalvo en Cifuentes, antigua provincia de las Villas, ya había desaparecido, huido en desbandada. Sin embargo, su esfuerzo contuvo al león; ganó tiempo hasta la llegada del personal de la carpa que controló al animal. 

Como carta de presentación, aquella historia lo acompañaría siempre. Incluso llegó a oídos del Comandante en Jefe Fidel Castro. La vida del joven sería, como aquel instante, de lucha incansable.

A Sergio Morales Morales se le reconoce como un dirigente tenaz y un revolucionario por convicción. Su partida física, aún fresca en la memoria de los días calurosos de este agosto, duele a quienes lo conocieron y trabajaron junto a él.

Morales Morales se incorporó al M-26-7 después del asalto al Cuartel Moncada. Fue entonces cuando conoció las ideas de Fidel y abrazó la causa de la Revolución cubana. Muy temprano fue fichado por el aparato represivo del gobierno de Fulgencio Batista y se vio obligado a operar en la clandestinidad.

Durante la huelga del 9 de abril, sus acciones al frente de una célula lo llevaron a prisión.Afortunadamente liberado, participó, más tarde, en el ataque a Santo Domingo. Fue mientras acampaba con sus hombres en los alrededores de Cifuentes cuando supo la noticia de la fuga del tirano Batista.

Después del triunfo del 1 de enero de 1959, asumió diferentes responsabilidades al frente del movimiento obrero y como dirigente político.Ocupó el cargo de director regional de la CTC y luego el de secretario del PCC en varios municipios hasta llegar a miembro del buró provincial en las villas y posteriormente en Cienfuegos.

“En esos años había una entrega total al trabajo. Él siempre se caracterizó por dar el ejemplo en cualquier tarea y por eso las personas lo seguían”, rememora Gilda Montes de Oca, la esposa que lo acompañó durante los últimos 46 años. “Él no tenía horario para llegar a la casa.  Y al mismo tiempo era un hombre hogareño. Cada vez que tenía la posibilidad de compartir en familia, lo hacía”.

“A pesar de las tareas que asumió mi padre siempre tuvo tiempo para nosotros”, asegura Rosario Morales de Armas, una de sus tres hijos. El mayor de ellos, Sergio, recuerda el carácter austero del padre que les inculcó, por sobre todas las cosas, el amor por la Revolución.

“El siempre confió en la Revolución; en todo momento mantuvo plena confianza en las posibilidades de la Revolución cubana para salir adelante en cualquier circunstancia. Él quería que lo recordaran como un hombre que había dado toda su vida por la Revolución”.

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