Satisfacciones y anhelos de un héroe

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Héroe, en una de las acepciones del diccionario es “hombre que se distingue por sus acciones extraordinarias o su grandeza de ánimo. Alfredo Darío Espinosa Brito es un Héroe Nacional del Trabajo. No lo vamos a encontrar en una batalla ni en las páginas de una obra literaria, pero sí en los pasillos, salas y aulas del Hospital Universitario Dr. Gustavo Aldereguía Lima, donde siempre saluda a todos con esa sonrisa sincera que lo caracteriza, o tal vez en otro país hermano dignificando la Medicina cubana.

Nació entre el olor de los medicamentos y las batas blancas de su padre otorrino y su madre farmacéutica. En aquel momento lo que le llamaba la atención era la química, pero una hepatitis evitó que continuara sus estudios y propició que posteriormente hiciera un examen selectivo para ingresar en Medicina. Al respecto nos comenta:

“En aquellos años me había ganado el derecho de comenzar a trabajar en la zafra, cuando me enfermé. Mis compañeros se preparaban para la prueba y como a mí me gusta la química y la biología me decidí a hacerlo. Inicialmente la cifra de personas era alta; después, como la situación estaba tan difícil, muchos empezaron a trabajar y quedamos menos. Mis padres siempre me apoyaron, e incluso por ahí anda una carta que me dedicaron en aquel entonces…

“Ya casi han pasado 40 años de la primera y única graduación en las montañas del Pico Turquino, de esa graduación que surgió y crece aún hoy en manos de la Revolución. Recuerdo todos los detalles: los campesinos recibiéndonos, el paisaje, el agua de rocío que nos saludaba cada mañana. No se me olvida nada a pesar de que no he regresado”.

 Después de esta experiencia, ¿qué significan para usted las lomas del Escambray, las comunidades de Crucecitas…?

“Ahí pasé dos años mi servicio social; mis primeros sustos, mis primeras satisfacciones como médico. Imagínate, yo era el director del hospital de Crucecitas, con solamente dos auxiliares y un chofer. Así visitábamos todos los demás pueblos de El Nicho, El Mamey y Charco Azul, entre otros. No sólo me inicié como médico, sino también como padre. En ese medio tiempo nació mi primer hijo y mi esposa bajó embarazada de una hembrita. Realmente son recuerdos muy dulces, una huella imborrable en mi memoria”.

¿Qué significan los nombres de Alonso Chil, Macías Castro y Raimundo Llainú?

“Me acuerdo de ellos todos los días, sobre todo cuando redacto mis planes de clase. Hoy somos compañeros de trabajo; Alonso, EL Benjamín, como le decíamos, es el actual presidente de la Sociedad Cubana de Medicina Interna, y yo el Vicepresidente; pero siempre los voy a ver como a mis profesores, como mis guías, y ellos a mí como su alumno. Hay una anécdota en Santiago de Cuba, cuando Llainú me presenta diciendo: ‘este muchacho se va a encargar del otro grupo y espero lo respeten como a mí’ Todos lo miraban y decían ¿muchacho?, yo casi tenía 50 años. Ellos siempre han sido un ejemplo para mí, Llainú tiene 80 años y sigue andando”.

¿En qué momento se siente más feliz: cuando en una consulta su paciente sale satisfecho o cuando observa en el rostro de sus alumnos que han entendido la lección?

“Las dos veces. Son sentimientos que se complementan. No puede haber distancia. Los pacientes exigen que converses con ellos, que los examines, que establezcas una empatía, como sujetos que sienten, se alegran, se entristecen, no como objetos. El paciente es frágil. A veces por un dolor de cabeza quieren que los pases por el ‘Somatón’. Una consulta es un arte vinculado a la ciencia. Por otro lado están mis alumnos, que son maravillosos. Existe entre nosotros una retroalimentación”.

 

FUSIÓN DE TRES PARADIGMAS

En nuestra conversación nos acompañan sus libros, en su “desorden ordenado”, como él llama. El estante está repleto y me cuenta que tiene además casi una biblioteca prestada.

“Aquí vienen muchos amigos a consultar libros, otros para que los ayude con sus tesis y, bueno, uno sigue confiando en las personas a pesar de las desilusiones; ya se me han perdido buenos ejemplares”.

¿Por qué Varela, Martí y Finlay en su preferencia?

“Los considero la trilogía de los terrenales. Sintetizan lo que a todo el mundo le haría falta saber. Tres pensamientos revelantes, en su época, en su contexto y además son trascendentales. Definen lo que somos los cubanos, nuestras características y aspiraciones. Si no fuera por Varela no sé donde estaríamos”.

Se levanta del sillón, revisa en su escritorio y me muestra la última edición de Martí El Apóstol. Lo sujeta en sus manos como si sostuviera a un niño de meses o a alguno de sus ocho nietos. Hojeando el libro, continúa:

“Este es diferente, muestra a Martí como ser humano y héroe, no lo encasillan en el perfecto e incomparable héroe. Finlay tiene muchas cosas desconocidas; el mosquito, dos, tres cosas más y ya. El estudió muchísimas enfermedades. Sin electricidad y sin Internet escribió 244 artículos en revistas internacionales, en diferentes idiomas, incluyendo el griego y el latín. Fue propuesto seis veces para Premio Nobel y siempre los vecinos del Norte se las ingeniaron para evitar que obtuviera tal distinción. Nunca se cansó. Humilde, ético…, es una luz en el camino de cualquier médico, paradigma a seguir. Sin dudas te puedo asegurar que reúne todas las características contempladas en el Código Ético de Medicina. Por suerte -dice suspirando- Martí se conoce más.

“Estos son importantes, pero la lista es infinita; están José de la Luz y Caballero, Céspedes y Agramonte, entre otros. Sus obras tienen las respuestas que nos hacen falta”.

 

CIENTO POR CIENTO CUBANO

El doctor Alfredo Espinosa ha visitado muchos países y ha colocado con su labor científica a Cuba en lugares relevantes de diferentes eventos. Unas veces como Asesor Temporal de un tema específico imparte conferencias en las distintas universidades de países latinoamericanos como Venezuela, Colombia, Ecuador y Costa Rica, y otras como representante de la OPS (Organización Panamericana de la Salud). Corea lo acogió en un Congreso de Geriatría, así como Canadá por otro de la OMS (Organización Mundial de la Salud). En España y Suecia se han publicado algunos de sus trabajos investigativos sobre enfermedades vasculares, crónicas no trasmisibles, y daños que produce el tabaco, entre otros.

¿Qué es lo que más extraña de la cotidianidad cubana?

“Ni en América Latina ni en el mundo hay ese sentimiento de nacionalidad que sentimos nosotros. La unidad en la diversidad. Esa es la fuerza que mueve todo. Extraño ver a los cubanos sentados en la acera, conversando. Esa solidaridad innata y espontánea del pueblo cubano es difícil encontrarla en otro país. En cualquier lugar del mundo sigo siendo ciento por ciento cubano”.

Sus amigos y su familia le celebran esa paciencia extraordinaria y ese carácter optimista que lo caracterizan. Después de sonreir me comenta:

“Trato de buscar una solución siempre. Se sabe esquemáticamente en psicología que hay etapas de asimilación ante un imprevisto. Yo atiendo urgencias en muchas ocasiones, delante de la mesa no puedo pensar en por qué le pasó al paciente tal o más cual cosa, o por qué lo hizo; tengo que resolver el problema lo más rápido posible. Hay quienes ante un imprevisto sin complicación se lamentan cien años; por ejemplo, si se me rompió un plato no puedo estar tres día llorándolo. También existen los percances significativos que traen diversas consecuencias, pero el tiempo no se detiene para que tú superes los desaires de la vida”.

Su hijo mayor es Clínico igual que usted, y una hembra es pediatra, ¿interfirió para que continuaran las batas blancas en la familia?

“No dudo que hasta cierto punto haya contribuido a su decisión, pero nunca les exigí. Cuando llegó el momento les dije: si se comprometen no pueden fallar. Antes y después todo ha sido Medicina, y me alegro mucho ahora que están graduados verlos caminar solos por un sendero que ya recorrí”.

¿Qué aspira para la Medicina cubana?

“Escribir todos sus aportes. Lo que tenemos no es casualidad, no ha sido corta y pega como en Computación. La Medicina tiene un espacio práctico importante pero también teórico, que a veces por tenerlo tan cerca lo hemos subvalorado. Una aspiración también es garantizar la atención médica sin tener en cuenta tanto las corrientes tecnológicas. Consiste en lo que hablábamos antes de la atención al paciente, de hacerlo sentir parte de un acto significativo que es cuidar su salud”.

¿Ha pensado en la hora de la retirada?

“Sí, pero no como algo inminente. Mi esposa me dice en ocasiones: ‘¿tú no te das cuenta de que ya eres un viejo?’. Hay una nueva tendencia de que los médicos no se retiren; quizás no continúen realizando guardias, al menos con eso ya yo no puedo, pero sí he analizado seguir como profesor consultante o asesor. Una edad critica son los 40, que las personas piensan en las cosas que anhelaban alcanzar y ya no puede, o en otras que nunca pensó y alcanzó. Yo soy de los que todavía creo que con mi edad puedo alcanzar algo más. Casi siempre cuando llega la hora del retiro se busca un hobby para compensar lo que hacías antes; un hobby para mí sería escribir, es una deuda que tengo. Mi papá escribía mucho e incluso para el periódico La Correspondencia, de aquí de Cienfuegos. Después del retiro disfrutaré más del deporte, que me encanta, de un buen concierto, o leeré más a Martí”.

¿Hay algo específico que haya contribuido con la medalla de Héroe Nacional?

“Lo específico es la Medicina, aunque soy producto de mi familia, en primer lugar; de mi ciudad, que adoro; de mi país, mi generación, producto de mis maestros, pacientes y alumnos. Es una especie de popurrí, una coctelera. Todas estas cosas merecen esa medalla, y a ellas se las dedico”.

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