Sangre de palomos y una visión alrededor de la majagua madre

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Don Luis D’Clouet, el fundador de Cienfuegos, era hosco, gruñón, adulador y no podría decirse que tuviera lo que se llama madera de gobernante. Hay que reconocer, en cambio, que lo acompañaban buenas intenciones y una noble ambición que, hoy, 186 años después, debemos bendecirle.

Un día se cansó de vivir a la vera de los caimanes en la húmeda Louisiana, tomó un vapor en Nueva Orleáns después de parrandear en su último carnaval allí, y llegó a la Isla. Desde que arribó a Cuba comienza la historia de Cienfuegos, porque poco tiempo medió a partir de entonces para que su insistencia diera una hija preciada: la fundación de la Colonia de Fernandina de Jagua.

 

EL JUEVES SANTO DE UN VISIONARIO

Era jueves y dicen que había sol limpio aquel 22 de abril de 1819, cuando el buen señor, en uniforme de gala, leyó el acta de fundación en nombre del Rey de España, “en un punto de la Península de la Majagua, después de haber estado ocho días reconociendo todos sus contornos y asegurándome que era el más ventajoso de toda esta bahía al fin indicado”.

Luego el militar galo formó una cruz con dos trozos de baría por él mismo cortados, agarró par de palomas más blancas que el hábito de una monja, puso a volar la hembra y le cortó el cuello al macho, cuyas alas colocó en la cruz puesta cual suerte de estandarte en la entrada de su tienda de campaña. Luego la más perjudicada de las aves pasó a formar parte de un caldo, en especie de rito observado con posterioridad por todos los colonos.

Allí, en derredor de una majagua, Luis y unos pocos hombres trazaron los planes de edificación de la ciudad. No hay que decir que el robusto árbol se encontraba en un potrero en medio del monte, sitio que hubiera alejado el menor ánimo constructivo de cualquiera, menos de alguien tan tozudo como él.

Un amante redomado de la historia local como Irán Millán Cuétara sostiene que, pese a las malas pulgas y los posibles defectos del padre de la Villa, aquello fue un acto de luz fraguado por un visionario. Ahora mismo, cuando el Centro Histórico de la ciudad acaba de se proclamado Patrimonio Cultural de la Humanidad, se comprende, una vez más, la razón del aserto.

 

EL CENTRO HISTÓRICO HA SIDO CENTRO SOCIAL

El Centro Histórico de Cienfuegos, en el decurso del tiempo, ha sido testigo de incontables hechos que dan fe del nervio y la fibra de los habitantes de la ciudad. Aquí, en los portales de su Colegio de San Lorenzo o el Ayuntamiento, el pueblo y un grupo de marinos rebelados puso en jaque, por primera vez, a la tiranía de Batista, el 5 de Septiembre de 1957, recuerda el historiador de Cienfuegos, Orlando García Martínez.

El investigador Andrés García Suárez rememora la llegada del Comandante y la Caravana de la Libertad: “Aproximadamente a la 1 de la madrugada del 7 de enero de 1959, Fidel llegó al parque Martí. Quedó en medio de un apretado cerco de cariño, y desde la improvisada tarima erigida en la cama de una rastra, situada en la acera frente a la puerta principal del antiguo Ayuntamiento Municipal (hoy sede de la Asamblea Provincial del Poder Popular), le habló durante más de una hora y media a un pueblo al que ni el frío violento de la noche de enero ni la avanzada hora de la madrugada pudieron arrancar del lugar”.

Más atrás en el calendario, exactamente durante la última década del siglo XIX, se produjo un incidente en el teatro Tomás Terry -de las instalaciones insignias de la zona-, que confirmó la valentía de los hombres negros que, tempranamente, procuraban encontrar un resquicio en medio de aquella sociedad blanca y adinerada que los despreciaba.

“Resulta que un grupo de personas de color compró un palco para apreciar cierta función del coliseo. Aquello fue el acabóse, pues el teatro en pleno, repleto de blancos, optó por retirarse”, evoca Orlando García.

El historiador de Cienfuegos hace referencia, como otro dato racial curioso, al litigio establecido por los antiguos esclavos del hacendado José Quesada, parte de cuya herencia les fue entregada a ellos por este hombre, pero que mientras éstos combatían en las guerras de independencia le sería escamoteada por el pudiente Manuel Blanco, quien a la larga se quedaría además con la mansión construida por Quesada, conocida luego como Palacio de Blanco.

Son dos hechos demostrativos de los atropellos cometidos contra aquellos que vinieron de África para contribuir a acrisolar la amalgama cultural de una urbe en cuya sangre crepita diversidad de genes.

El Centro Histórico, donde bulle la vida cultural de Cienfuegos y están enclavadas sus principales instituciones de este tipo, también ha visto desfilar por su Paseo del Prado a los niños hacia el Malecón, por más de cuarenta años, cada 28 de octubre, para regalarle una flor al Héroe de Yaguajay.

Y su parque Martí, antigua Plaza de Ramírez y luego de Armas, fue y será anfitrión de hermosos momentos del devenir del proceso revolucionario. También el entorno adecuado donde, a la sombra de sus árboles centenarios, comenzara el “había una vez” de bellos cuentos de amor reales, de finales felices y también desdichados.

 

VALOR DE CONJUNTO Y CONSERVACIÓN

Como último paso previo a la XXIX Conferencia sobre Patrimonio Mundial, poco antes de que en la sesión de la UNESCO, en Durban, al Centro Histórico le confirieran, por votación unánime, el mérito de proyección universal, una comitiva de primera línea del Buró Internacional de Monumentos y Sitios Históricos recorrió sus plazas y desandó sus calles.

Al concluir el periplo de inspección, Michael Pletzet, presidente de ICOMOS (Concejo Internacional de Monumentos y Sitios), expresó: “Si fuera preciso votar dos veces por Cienfuegos en Sudáfrica lo haría. Estoy impresionado. Lo que más me impacta es que no visto un rascacielos ni un edificio alto o nada que desentone con el conjunto”.

Y es que, precisamente uno de los rasgos primos de las 70 manzanas que abarca el Centro Histórico lo constituye lo que en el argot se denomina como valor de conjunto. María Dolores Benet León, museóloga especialista en estudios históricos, artísticos y estéticos de la Oficina Provincial de Monumentos y Sitios Históricos, afirma que tal elemento nos ha hecho trascender.

“Si bien nuestra ciudad tiene edificios puntuales -el Colegio de San Lorenzo, la Biblioteca, el Obispado…- dentro de su entramado ortogonal, simétrico, de retícula perfecta, adscripto a los cánones geométricos del neoclásico, lo que la identifica es esa tira de fachadas marcada por la similitud de sus puntales, conformando un estilo arquitectónico muy homogéneo”, dice María Dolores.

Irán Millán Cuétara, director de la Oficina Provincial de Monumentos, añade: “Cienfuegos está íntegro, no hay nada erigido en su centro fuera de tono, por ende el conjunto ha permanecido sin modificaciones traumáticas que destruyan el modelo original. Las manzanas forman bloques compactos de portales y líneas de fachada corridos. El desarrollo de la vivienda y de la historia incluso se subordinó al entorno, sin afectar los valores tradicionales”.

Tres características técnicas centrales definieron la inserción de Cienfuegos en la preciada lista de lugares declarados Patrimonio de la Humanidad, poniéndola automáticamente de tú a tú con la Gran Muralla China, la Estatua de la Libertad, Machu Picchu, el Cuzco, las pirámides de Egipto o los palacios de Versalles y el Vaticano, por citar algunos de sus nuevos parientes en tan selecta familia.

Estas son su valor universal, su autenticidad y la integridad y seguridad en su conservación. En torno a la última se detiene Irán Millán; el especialista considera que además de las leyes 1 y 2 promulgadas por la Asamblea Nacional a favor de la protección del patrimonio, Cienfuegos ha tenido la fortuna de sentir el respaldo de regulaciones y ordenanzas propias aprobadas por las asambleas provincial y municipal del Poder Popular.

“El anterior representó uno de los aspectos de mayor consideración que tuvo la UNESCO al considerar la propuesta en 2004”, significa.

Irán evoca con gratitud en este momento de recordación a “D’Clouet, el fundador; a Agustín de Santa Cruz, quien donara para el empeño iniciático las tierras de la Península de la Majagua; a Pedro Modesto Hernández, que organizara los faustos por el centenario de la ciudad, en 1919, en recordaciones que si algo valioso trajeron consigo fue la publicación de obras literarias de corte histórico imprescindibles para adentrarnos en nuestras memorias; a los desvelos del viejo historiador de Cienfuegos, Florentino Morales; e Inés Suao, predecesora en nuestro cargo, quien diera los primeros pasos en este largo camino hasta nombrar al Centro Histórico, Patrimonio Mundial”.

Incluso hubo gente durante la seudorrepública a las que la conservación y belleza de la ciudad les debe, como el alcalde Arturo Sueiras Cruz, persona muy preocupada por preservarla, agrega María Dolores Benet, una mujer apasionada por historia, costumbres y destinos de una villa a la cual sus ancestros llegaron en el propio año de su fundación.

“Después del paso del ciclón Dennis, que por suerte no maltrató mucho el entorno, la noticia llegada desde Durban ha sido un regalo del cielo. Cienfuegos se ecumeniza, y el hecho de que su Centro Histórico fuera declarado Patrimonio de la Humanidad compromete a todos sus ciudadanos a seguir luchando por mantenerlo conservado, limpio e íntegro por los tiempos”, resalta María Dolores.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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