San Narciso o el regreso a la montaña

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Laura Brunet Portela y Luzdeibys González Forcades*

Devolver la vitalidad a las comunidades del macizo de Guamuhaya garantiza manos dispuestas para la recuperación del café en el lomerío cienfueguero

San Narciso fue una Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) pródiga en plantaciones de café. Ocurrió en los albores de la década de los 80 del siglo pasado, cuando las casas eran de madera, con letrinas en los patios, y sin paneles solares.

Sin embargo, era un caserío habitado, bastante populoso, dirían algunos. Vivían allí jóvenes duchos en el cultivo del café; hasta había “lotes de vejigos” corriendo por doquier. Así lo recuerda un lugareño que hace tiempo emigró a Las Moscas, consejo popular donde se ubica la UBPC.

San Narciso inspira paz desde la belleza de los arroyos que a ratos cortan toda comunicación, o desde los cafetales a la vera del camino empinado lleno de cicatrices; mas para el visitante, esa tranquilidad se vuelve desasosiego cuando ingresa al asentamiento, hoy con casas nuevas, pero vacías.

ALIENTO PARA REPOBLAR

“En 2012 esta UBPC estaba propuesta a extinguirse porque se quedó sin fuerza de trabajo, con una economía muy crítica, pero nos hemos planteado recuperarla”, explicó Omar Bermúdez Sánchez, director de la Empresa Procesadora de Café Eladio Machín (EMA).

Desde entonces, han reparado once de las catorce viviendas. Remozaron las cubiertas, paredes, el interior de los domicilios, los baños, y la pintura “para mejorar la calidad de vida”, consideró Jesús Torres Villazón, jefe de la brigada constructora de la EMA.

Pero allí apenas residen unas doce personas, arraigadas por la fuerza de la costumbre, porque es el único lugar donde saben vivir y donde van a morir. “Si nos pusieran la corriente es probable que esto pudiera incrementarse en población y fuerza de trabajo, porque no todo el mundo deja  lo suyo en el llano o más pa’bajo—refrigerador, lavadora—para subir a cosechar café en estas condiciones”, consideró Alfredo González Rodríguez, jefe de producción de la UBPC.

Fue él de los pocos que decidió subir, hace poco más de un año, según su cuenta. “Vine porque aquí tengo más patio para sembrar, hay trabajo suficiente y la casa está muy buena, eso sí”, valoró.

A la bodeguera Taiza Robaina Gutiérrez le consta la escasa disponibilidad de transporte hasta el asentamiento. Por eso lleva quince años sobre “la bestia” que, en hora y media, la lleva hasta San Narciso todos los días. “Cuando tengo más mercancía vengo en la volanta, pero si es solo queso, mortadella o jamonada, con el caballo basta”, relató.

“Son tiempos difíciles, continuó, pero las cosas a mí me llegan bastante aceptables. A pesar de todo, hemos recibido los productos liberados; el módulo de la cadena de tiendas en divisas, galletas, refrescos”.

Una atención gastronómica “que no está muy buena” y el cierre de la escuelita, resultan otros escollos para repoblar la comunidad, según consideró Mirta Sánchez Nodal, encargada de la sala de video.

En este asentamiento cafetalero no todas las viviendas se benefician de los paneles solares, ni mucho menos poseen baterías potentes para abastecer otros equipos aparte del alumbrado del domicilio. “Estas valen como 700 pesos cada una y no todo el mundo puede pagarlas”, agregó González Rodríguez, mientras señala las propias, con las que asegura el lavado mecánico de la ropa, y de vez en cuando, ven la televisión.

El estudio Análisis de la evolución de los asentamientos de la provincia de Cienfuegos. 1981-2002-2012, de Arianna Rodríguez García, aporta basamento científico al criterio empírico de González Rodríguez. Por el éxodo de la población hacia otros asentamientos más fuertes, han desaparecido un número considerable de ellos, lo que ha propiciado “la pérdida de mano de obra agrícola que los sustenta”.

La UBPC San Narciso dispone de un núcleo laboral muy deprimido./Foto: cortesía de las autoras
La UBPC San Narciso dispone de un núcleo laboral muy deprimido./Foto: cortesía de las autoras
A CONTRARRELOJ DEL GRANO MADURO

Cuando el café comienza a colorear los campos, todas las manos de San Narciso no son suficientes. Se mueven sobre la planta con el cuidado que amerita la selección del fruto perfecto, y con la prisa que requiere llevarlo a tiempo para el despulpe.

“La maduración nos pone a correr. Vamos por los campos recogiendo, y después volvemos a repasarlos. Pero tenemos tan poca fuerza de trabajo que se nos pasa el café. Cuando vamos a la despulpadora ya prácticamente es café seco. Y lo que nos da es pérdida”, expresó González Rodríguez.

Mientras desciende hasta su hogar, comenta que por estos días están en el deshije de las plantas para que el grano salga mejor. Agrega que ya fertilizaron, por lo cual esperan buen café, ya que en 2019 no pudieron cumplir el estimado de producción.

Sin embargo, sostiene que la UBPC tiene muchas potencialidades en sus siete campos, dos dedicados al café arábico y cinco al robusta, porque es el que parte bien en la zona.

La Pascuala es el mejor campo para robusta. La distinguen su follaje, la calidad del terreno y de los frutos que produce, pero no por ello se prioriza. “Todos los atendemos de igual forma, como podemos”, dijo el jefe de producción.

“Necesitaríamos diez, quince hasta 20 trabajadores más para mejorar un poco, porque ni con eso damos abasto. Todavía nos faltan más obreros”, refirió González Rodríguez, quien perdió la visión de uno de sus ojos por subestimar a su pupiloplasia.

Cuenta su esposa Odaimy Sotolongo Dorta, que tras la operación —la tercera ejecutada en Santa Clara después de un accidente— se reincorporó demasiado pronto a la labor, y que en la matanza de un cerdo para el autoconsumo “se le fueron los puntos y ya no vio más”.

Pero para González Rodríguez no se trata de terquedad. “Es que el café es una cosa que no has terminado una tarea y ya tienes que pasar a otra. No se puede descuidar y somos tan pocos trabajadores que ni a pedacitos alcanzamos. Y nos exigen planes de cría de animales, siembra”.

De septiembre a octubre transcurre el periodo de maduración del café, y al parecer, esta UBPC asumirá su periodo más intenso del ciclo productivo en 2020 con un núcleo laboral muy deprimido.

UN ASENTAMIENTO SIN JÓVENES
El transporte, la electrificación y la atención gastronómica afectan la repoblación de San Narciso. /Foto: cortesía de las autoras
El transporte, la electrificación y la atención gastronómica afectan la repoblación de San Narciso. /Foto: cortesía de las autoras

San Narciso no tiene relevo generacional para permanecer por muchos años más. El cálculo es sencillo si consideramos que sus doce pobladores se acercan o superan las cinco décadas.

Mirta Sánchez Nodal, quien desde sus 18 primaveras enraizó allí, no pudo mantener a sus hijas de ese lado del lomerío. Ni los cuatro descendientes de una de las sexagenarias del lugar enlazaron su destino a San Narciso; tampoco Jesús y Odaimy llevaron descendencia con ellos.

“Había familias que venían para acá, pero ya no quieren, porque tienen que mandar a los niños a estudiar muy lejos. Está la escuela pero no hay maestro”, explicó Sánchez Nodal sobre uno de los conflictos que más los afecta “porque los niños deben becarse desde primer grado”, lamentó.

No basta un buen techo para atraer brazos suficientes que hagan rendir a San Narciso en todo su potencial, para poder aportar “otras producciones que le hacen falta al pueblo y que ahora nos es imposible”, señaló González Rodríguez.

La estrecha población de San Narciso precisa reanimar servicios de primera necesidad que no pueden satisfacer las estrategias de autoconsumo. “Siempre que esté al alcance del país, necesitamos la corriente, un poquito más de atención—que la tenemos, aclaró Odaimy— pero no es la que llevamos”.

*Especial para 5 de Septiembre

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5 de Septiembre

El periódico de Cienfuegos. Fundado en 1980 y en la red desde Junio de 1998.