Rumores

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Una vez más se repetía un ciclo que hemos visto en varias ocasiones, a lo largo del país y durante varias etapas diferentes: grandes aglomeraciones populares en Cadeca y los bancos porque, presuntamente, para la unificación monetaria solo restaban horas. Era de estudio sociológico el sistema de diálogos establecido en dichas filas, bien audibles porque se suscitaban en sitios enclavados en arterias principales de nuestras ciudades: “Me lo dijo Fulanito, que trabaja en tal sitio”. “Es seguro, el cambio es a diez”. “Está loca”…

Pero nadie se refería al asunto esencial: el párrafo final de la nota del (tardío) desmentido del Banco Central de Cuba, publicado en los medios nacionales el viernes 30, tras casi cuatro semanas de colas. El mismo suscribe que: “En el Informe Central al VII Congreso del Partido Comunista de Cuba se ratificó una vez más la decisión de garantizar los depósitos en cuentas bancarias en divisas extranjeras, pesos convertibles (CUC) y pesos cubanos (CUP), así como el dinero en efectivo en poder de la población”.

Cuando el añorado momento vaya a suceder, el pueblo tendrá una información oficial. Nunca va a ser a través de rumores.

Y es que los rumores, de cualquier tipo, son muy perjudiciales. Primero se trata de una voz ocasional que se escucha al paso, sin siquiera discernir bien de quién proviene. Después, tiende a acentuarse, y aquello que se oyó, al parecer eventualmente, cobra fuerza hasta formar parte del diálogo cotidiano de las personas.

El rumor se parece a una simple pajuza en medio del cañaveral, a la que por algún descuido o mala intención, la alcanza el fuego.

Como el incendio, busca expandirse y no entiende del sudor trajinado allí mismo para plantar las nuevas cañas; la “bola” propaga su carga —por lo general de mala información— y arrasa con cuanto de verdad haya a su paso.

Si bien algunas veces parten de cierta noción o idea alrededor de determinado fenómeno por venir, y algunas partículas de certeza arrastran en su torrente (“cuando el río suena…”), en buena parte de las ocasiones son erigidas sobre bases infundadas. Si, según Quevedo, el ocio es el padre de todos los defectos, el rumor resulta descendiente directo de tres nada ilustres progenitores: la ignorancia, la desinformación y —aunque no siempre ha de incluirse su culpa seminal— la maledicencia.

Ni al menos cauto, creo, le quedan dudas ya a estas alturas de que existen varios tipos; y entre ellos no escasea el importado. Son arteros embustes cocinados por el enemigo en el exterior para intentar entorpecer el normal desenvolvimiento de las cosas.

Constituyen artimañas urdidas con el objetivo de confundir, embaucar, sembrar injustificadas alertas, poner en jaque a la gente, casi siempre apelando a posibles inseguridades relacionadas con su futuro inmediato.

Las “bolas” echadas a correr por amanuenses criollos, truhanes internos que le hacen el juego al imperio e introducen en la opinión pública absurdas mentiras, no siempre resultan desatendidas, ni mucho menos combatidas por todos.

Aunque podría parecer algo prácticamente improbable dado el nivel cultural de este pueblo, es sorprendente, no ya como se paran las orejas ante cualquiera de estas manipulaciones, sino que incluso se les da crédito a partir de vincularlas con distorsiones, interpretaciones erradas de noticias, interconexiones desacertadas…

En eso, nosotros, los medios (pero sobre todo las instituciones que deben ofrecer la información a la prensa), tenemos nuestra culpa también, porque la explicación cotidiana, por muy didáctica que pueda parecerle a alguien que no la necesite, continúa siendo necesaria, para aclarar en su momento y no tener que salir al paso cuando ya el mal está hecho y no queda más remedio que practicarle la autopsia al cadáver.

Quizá sea la analogía más socorrida, pero resulta la mejor para definirlo: el rumor maligno es como una bola de nieve que va ganando tamaño a medida que avanza. Para que su efecto avalancha quede neutralizado en los primeros estadios, solo existen tres remedios conocidos: cultura integral, información e ideología definida. Ante ellas el sofisma fallece de muerte natural.

Lo que también es verdad, es que a veces la información debe partir de forma más ágil de las fuentes oficiales. Como no sucedió esta vez, otra vez.

Banco Central de Cuba desmiente rumor sobre retirada del CUC en los póximos días

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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