Rubén Martínez Villena: luchador de verso y acción

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Tengo el impulso torvo y el anhelo sagrado/ de atisbar en la vida mis ensueños de muerto./ ¡Oh, la pupila insomne y el párpado cerrado! l ¡Ya dormiré mañana con el párpado abierto!/

El 16 de enero de 1934 Rubén Martínez Villena no pudo desafiar más la muerte: su vida se rindió ante el azote de la tuberculosis. Murió de cualquier cosa, como en su augurio poético. No de un balazo, no en el ardor de una batalla. Y aun así, tal un héroe.

Hombre de ideas y de acción, Villena perteneció a la generación de cubanos que dio continuidad a las gestas independentistas del siglo XIX. Irrumpió en el ámbito político con el protagonismo de un acto rebelde: la Protesta de los Trece, con la cual fustigaron los jóvenes revolucionarios de entonces la corrupción del gobierno de Alfredo Zayas. Este gesto le costó un período en la prisión, tras el cual regresó a la lucha infatigable.

Nació en Alquízar, provincia de La Habana, el 20 de noviembre de 1899. Desde pequeño fue un alumno brillante, caracterizado por su inteligencia y compañerismo. Asistió a clases en la Escuela No.37 del Cerro, distinguida por una característica peculiar: estaba organizada como una república de la cual Rubén llegó a ser presidente.

Al término del mandato, por su “intachable y ejemplar gestión”, recibió una misiva de felicitación. La carta venía rubricada por quien a la sazón ostentaba el cargo de secretario de gobernación de la República de Cuba: Gerardo Machado. Mas entonces ni el muchacho ni el gobernante imaginaron que sus vidas volverían a cruzarse. Años más tarde, Machado lo condenaría a muerte; Villena lo tildaría como el “asno con garras”, y prepararía la huelga que echó por tierra su dictadura.

El joven Rubén participó en los preparativos del primer Congreso Revolucionario de Estudiantes, donde conoció a Mella. Luego colaboró con la Universidad Popular José Martí, fundada por aquél. Integró las filas del Partido Comunista, al tiempo que puso su saber de abogado al servicio de los explotados, al asumir la asesoría legal de la Confederación Obrera de La Habana.

Villena fue un intelectual revolucionario comprometido con la justicia social. /Foto: Internet
Villena fue un intelectual revolucionario comprometido con la justicia social. /Foto: Internet

Dirigió la huelga del 20 de marzo de 1930, demostradora de la fuerza del proletariado. Sentenciado a muerte por el gobierno de Machado, hubo de partir a Nueva York. Sin embargo, amenazado también por la tuberculosis se trasladó a la Unión Soviética, país donde representó a la CNOC en el Congreso de la Internacional Sindical Roja y en cuyos predios intentó recuperar su salud.

Regresó a capital en 1933. Allí, desde una habitación humilde, sobre una cama donde ya casi dormía el sueño eterno, organizó la huelga general que derrocó a la dictadura machadista. Reservó el remanente de sus energías a las masas, a quienes habló por última vez desde el balcón de la Liga Antiimperialista de las Américas.

Luego, el IV Congreso Obrero de la Unidad Sindical llevó la impronta de sus dones de organizador, pero no asistió a él. Mientras sesionaba, su vida se apagó en el sanatorio La Esperanza.

En la historia de la República mediatizada, Rubén Martínez Villena encarnó la figura del intelectual que comprendió que la primera tarea del hombre es la lucha por la justicia social.

Poeta de verso exquisito, cultivador del cuento y del ensayo, abandonó el camino de la literatura para entregarse a la lucha contra los males sociales y en pos de la justicia y la libertad. En polémica con Jorge Mañach renegó, en 1927, de la poesía:

“Yo no soy poeta (aunque he escrito versos); no me tengas por tal, y por ende, no pertenezco al ‘gremio’ de marras. Yo destrozo mis versos, los desprecio, los regalo, los olvido: me interesan tanto como a la mayor parte de nuestros escritores interesa la justicia social”, afirmó.

Sin dejar de ser un intelectual revolucionario, Villena trascendió el estrecho círculo de los intelectuales y se entregó a la causa social. Se alzó por encima de superfluas vanidades literarias para servir a un empeño común.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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