Romance de la niña de ciudad

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La niña camina en punta de pie por donde mismo yo corría descalza. Ella teme jugar con fango y nunca ha modelado sus personajes favoritos con tierra húmeda, roja y amelcochada. Ella solo ha subido a un árbol, de esos medios bajos que todavía quedan en el parque José Martí. Ella acata los principios ecológicos que le enseñan en la escuela de mochilas con ruedas y princesas trendig topic.

Ella no sabe qué es montar a caballo, un caballo de aquellos que Fermín amarraba en las tardes de domingo debajo del almendro y que se le hacia un avispero de muchachos para competir quien era más ágil en medio del campo abierto.

Ella pocas veces deja que el agua lluvia corra por la piel y haga pequeños riachuelos que terminan de gotear en los dedos, tan deprisa, tan hermosamente transparente. Ella jamás ha caminado por medio de los platanales para buscar entre las hojas la rana más raras del mundo, y luego de encontrarla, ponerla en un pomo de cristal para exhibir el descubrimiento, y luego de exhibirla, ingresarla en un salón de operaciones y así verificar que su sistema digestivo estuviera tal y como dicen los libros de biología, y luego tratar de reanimarla ante la muerte inoportuna.

Ella tiene una colección de hojas, algunas casi en el esqueleto, pero eso es pura inventiva de mamá. Ella ni le hace tanta gracia, ni se las enseña a las amigas cuando la visitan en casa.

Ella no sabe hacer merengues de colores. Tampoco le gusta la caña o la guayaba silvestre, más bien hace una mueca como si la cubanía estuviera en peligro de extinción, ante la avalancha de Made in China, Made in México, Made in USA, Made in República Dominicana…, ante la avalancha de refrescos de Kola y chicles anglosajones. Ella desconoce cómo se crían puercos para sobrevivir, cómo se hacen puentes entre los charcos y se rompe la tierra para sacar un boniato.

Ella ama su teatro Tomás Terry. Siempre mira el techo y pregunta: ¿podría pintar un cielo así? y cuando la maestra pide un párrafo descriptivo allá van sus oraciones que hablan del dorado de sus columnas, de la máscara que no tiene nombre, pero que ella misma le puso nombre, del rojo de las alfombras y de las campanas que suenan cuando apagan la luz antes del espectáculo.

Ella adora ver como las luces se acuestan a reposar en el mar negro de la noche y las dibuja en las tardes de domingo. Ella conoce de Benny Moré y se lo recuerda al payaso Colorete, para que no muera en la mente de los niños, para que su música siga viva en la ciudad sonora.

Ella lee cada tarja y sabe quién es Rita Suárez del Villar, donde fue el alzamiento del 5 de Septiembre y por qué su escuela lleva el nombre de Guerrillero Heroico. Ella canta dos himnos: el de Cuba y el de Cienfuegos, los entona fuerte, los entona como una guerrera enana.

Ella sacude la mochila en casa, porque la trae cargada de papeles de caramelos, y los atrapa en el puño para no dejarlos caer en el suelo. Le retuerce los ojos a quienes despreocupados se bañan en las fuentes del parque, a quienes despreocupados arrancan las hojas de los libros en la biblioteca, a quienes despreocupados hablan en las obras de teatro.

Ella disfruta el Ballet Nacional, la compañía de Lizt Alfonso Dance Cuba, el conjunto folclórico, el Coro Cantores de Cienfuegos, a Nelson Valdés, a la tía Rosa, al Grupo de teatro Cañabrava…, ella disfruta la tecnología y es amiga de actores, poetas, científicos, periodistas, pintores, maestros…

Solo cuando tienes dos ellas en la misma almohada aprendes a destejer dos infancias diferentes, dos naciones diferentes que se ensanchan en el pecho, como si la Isla estuviera dividida entre el campo y la ciudad. Solo cuando tienes dos ellas en la misma almohada aprendes que hay esencias en ambos lugares y que no pasa nada si todavía alguna de las dos no sabe cómo se rompe la tierra para sacar un boniato.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

2 Comentarios en “Romance de la niña de ciudad

  • el 8 octubre, 2019 a las 8:11 pm
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    Me encantó!!! Es un trabajo que tiene que ver con los valores, esos que se aprenden y consolidan en casa, y vienen de familia, de cuna como dicen los abuelos; la falta que hacen las personas con valores en la sociedad para combatir las miserias humanas!!!

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  • el 8 octubre, 2019 a las 2:39 pm
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    En esa almohada pueden estar tranquilos los sueños,la dialéctica impone cambios generacionales,pero cuando la raíz sirve,la cosecha sirve, aunque el devenir.cambie los aperos de labranza por eterna lucha contra la desmemoria

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