RocknRolla: Malos y moldes demasiado conocidos

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 5 segundos

RocknRolla (Guy Ritchie, 2008) pertenece a ese tipo de thrillers de acción urdidos en caligrafía hiperbólica que, desde el plano formal, intentan armar su dispositivo siempre en procura de un listón más alto donde lucir la última modita de la piroacrobacia melovideoclipera del género (Wanted, El Torneo); y, por otra banda, a ese océano de películas de malos malosos hablando de mil boberías sentados frente a una mesa de bar.

Cintas estas últimas copiadoras en cada mohín del primer Tarantino, cuyos directores parecieron encontrar el Punto G de su disfrute clonístico reconcibiendo -algunos ya de forma extemporánea, como el caso que nos ocupa- escenas abusivamente verborreicas, adscriptas a esa supuesta poética de la cháchara irrelevante, similares a las generadas en los opus germinales de Quentin: Perros de reserva y Pulp Fiction.

No poco de ambos rasgos campea por RocknRolla, la acción-gangsteril mediante la cual el británico Ritchie vuelve por el camino de sus primeros pasos fílmicos, y donde a los dos moldes expresivos citados él suma su universo viso-argumental de historias de scums del Londres arrabalero de Lock&Stock (1998) y la por algunos hipervalorada -e igual canibaleada- Snatchs, cerdos y diamantes (2000): hábitat de mafiosos de segunda fila deambulantes en meandros dramáticos con innumerables puntos de giro, narrativa troceada, humor negro, cinismo, violencia sublimada, ritmo frenético, cámara moscardónica, edición nerviosa, soundtrack por la estratosfera, diálogos presuntamente ingeniosos-lúdicos…

Sucede que esto, en su momento, tuvo su gracia, y quizá para finales de la anterior década todavía consiguiera agenciar su rato de entretención -reconozcámoslo, pues Guy posee cierto gancho para imantar al espectador y dispone de una batería interpretativa lustrada por el ductilísimo Tom Wilkinson-, pero a la altura a la sazón del calendario fílmico, dado su inmisericorde abuso por él y otros muchos, ya despide ese tufillo a sobado, el cual sin dudas te suele hacer decir: Paso, ya me sé esta cartilla de la pe a la pa.

Visitas: 167

Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *