Roberto Roque Núñez, el expedicionario que vivió dos veces

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Hay quienes dicen que Roberto Roque Núñez, el palmireño que vino como timonel del yate Granma, “murió dos veces un primero de diciembre”. Porque aquella oscura noche de 1956 cuando cayó al agua en medio de la tormenta que azotaba a aquel pequeño yate sobrecargado, muchos lo dieron por muerto, y un mismo día primero de diciembre, aunque 33 años después, falleció realmente.

Roberto Roque era hijo de sastre y de maestra; buen hijo, buen estudiante, buen cubano, intransigente con lo mal hecho, y por tanto, contrario al golpe de Estado militar que un sargento devenido coronel después de un primer golpe militar en 1934, repitió el 10 de marzo de 1952 para llegar a General y continuar siendo el peón preferido del Imperio en la neocolonia cubana.

En esa fecha, Roberto Roque ya era oficial de Academia de la Marina de Guerra y estaba destacado en Cayo Loco, en Cienfuegos. Al conocer del cuartelazo, se arrancó las charreteras de Alférez de Fragata y renunció. Emigró a Estados Unidos, pero regresó desencantado de ese país en 1954 y fue apresado aquí, juzgado y condenado a prisión en el Castillo del Príncipe. Al salir del presidio se unió a las filas del Movimiento 26 de Julio en Cienfuegos, y esta organización revolucionaria lo envió a México donde Fidel Castro organizaba una expedición libertaria. Vino como piloto del yate Granma en 1956.

Roberto Roque Núñez./Foto: Tomada de Ecured

Durante la travesía histórica del puerto mexicano de Tuxpan a Las Coloradas en Cuba, subió al palo del techo de la pequeña embarcación destinada a doce pasajeros, pero que traía 82 hombres, para tratar de divisar en medio de la noche tormentosa el faro cubano que le indicara la ruta, pero en uno de los bandazos del barco una ola lo lanzó al agua.

¡Hombre al agua!- gritó Juan Almeida cuando lo vio caer.

Fidel ordena detener la marcha y encender los reflectores, y estos no encienden, utilizan linternas, pero Roque no se veía. Fidel intentó lanzarse al agua para buscarlo, pero sus hombres no se lo permitieron. El Comandante en Jefe dispuso que el yate diera vueltas hasta localizar al náufrago.  – No nos vamos de aquí sin hallarlo – dijo- y la angustia iba apoderándose de todos cuando pasó el primer cuarto de hora. Pasó media hora y no aparecía Roque. Transcurrió una hora dando vueltas en redondo al área de la caída, y la persistencia de Fidel se imponía. Dos horas después, cuando ya para casi todos era una señal muy dolorosa, en una de las vueltas oyeron gritar a Roque.

¡Aquí, aquí! -escucharon – y fue como una resurrección.

Fidel dispuso que todas las linternas se concentraran en el lugar. Lo ven, le lanzan un cabo con un salvavidas atado. Lo izan a bordo, ya exhausto. Sólo atinó a balbucear: ¡Viva Cuba libre!… Y todos cantaron el Himno Nacional, algunos llorando emocionados.

Después del desembarco, los expedicionarios fueron sorprendidos en el lugar llamado Alegría de Pío, por una fuerza enemiga que los dispersó. A los que capturaron, los asesinaron.

Roberto Roque, Jesús Montané, Darío López, Collado y Catalán, se reúnen pero son capturados por Saturnino Martínez, el comandante de la fragata 101 que los protege y entrega como prisioneros, sin permitir que los asesinen. Así como tras el asalto al Moncada, el teniente Sarría salvó la vida de Fidel, ahora otro oficial honesto incumple las órdenes de asesinar a los prisioneros.

Roque vuelve a la prisión, esta vez al Presidio de Isla de Pinos, sale de allí cuando triunfa la Revolución y es asignado al Estado Mayor de la Marina de Guerra Revolucionaria. Más adelante asumió tareas civiles, fue administrador de la Refinería habanera “Ñico López”. En 1976 los vecinos del barrio donde reside, eligen a Roque como delegado de su circunscripción del Poder Popular y es reelegido por varios mandatos, aunque ya pasa de 70 años de edad.

Enferma del hígado. Le escribe a su hermana Valia, residente en Cienfuegos, y jaranea en la misiva con su habitual buen carácter: “Ya tengo 73 años y no nací para semilla, no le temo ni me preocupa la muerte, he pasado por muchos peligros y no los he temido, pero este h.p. del hígado me ha fallado, y eso que nunca abusé de la bebida, yo no he tomado tanto ron como para eso…”.

El primero de diciembre de 1989 falleció. El mismo día, 33 años antes cayó al agua desde el “Granma” y muchos lo creyeron muerto. En la despedida de sus honras fúnebres, el General Efigenio Ameijeiras expresó:

“Un compañero comentaba que ‘parecía que Roberto Roque había muerto dos veces en un mismo día primero de diciembre’, pero yo rectifico aquí esa errónea expresión: más bien parece que ha vivido dos veces, por todo lo bueno que vivió e hizo por su Patria y por su pueblo”.

Como realmente así es, lo recordamos con agradecimiento.

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Andrés García Suárez

Periodista, historiador e investigador cienfueguero. Fue fundador de 5 de Septiembre, donde se desempeñó como subdirector hasta su jubilación.

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