Revivir la Historia

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Alega René González Barrios, presidente del Instituto Cubano de Historia, que el recién galardonado Premio Nacional de Periodismo, Ciro Bianchi Ross, utiliza las fuentes bibliográficas con extrema cautela a la hora de redactar sus crónicas. De esta forma, Ciro se cuida de la afición por detectar gazapos de especialistas y los tantos lectores que en nuestro país se interesan por el pasado de la nación.

La Historia tiene sin lugar a dudas su metodología, muy estricta por cierto. Pero Bianchi, quien se dedica domingo tras domingo a rememorar hechos y figuras relacionadas con nuestro país, en ocasiones intrascendentes en apariencia, y transformarlas en un producto atractivo para el público que consume Juventud Rebelde, se toma libertades que van más allá del rigor científico de los historiadores: el uso de las técnicas narrativas.

Precisamente por este motivo, aunque las lecciones de los libros de texto puedan pasar al baúl de la desmemoria, las anécdotas de Bianchi perduran en aquellos que consumen asiduamente sus trabajos.

Por tradición, nuestro continente ha mantenido una relación muy estrecha entre Historia y Literatura a la hora de preservar los testimonios de quienes nos antecedieron, puesto que a través de la vía del relato se logran entender fenómenos que van más allá de la adquisición mecanicista de saberes, claro, si el mismo se construye de manera que no traicione la veracidad de los hechos y con los condimentos necesarios para despertar emociones similares a las que vivieron los verdaderos protagonistas.

Por desgracia, hoy la Historia de Cuba tiene que competir con el gusto de los jóvenes por otras actividades que nada aportan a la formación del ser humano: películas y series cada día más absurdas, canciones que apenas se renuevan en cuanto a forma y contenido, modas de turno, redes sociales… nuevas tecnologías, en sentido general. La velocidad que supuestamente caracteriza a estos tiempos ha llevado a dicho sector de la población a plantearse: ¿por qué tengo que emplear mi horario de esparcimiento para profundizar en algo que me vienen enseñando en la escuela desde que soy niño?

“Como parte de esta cruzada, profundamente cultural, en la que varias instituciones e intelectuales del país trabajan con profundo sentido de la responsabilidad del momento histórico—aunque falta coherencia y mayor articulación de los esfuerzos—precisamos poner la historia a dialogar con el presente, sin formalismos que tanto la perjudican”, asegura el intelectual Ernesto Limia Díaz.

Hay que buscar maneras diferentes de presentar el mismo contenido. La experiencia televisiva de la serie LCB: La otra guerra es un claro ejemplo de la posibilidad de realizarlo. Este material audiovisual logró que muchos pudieran presenciar lo acontecido hace más de medio siglo en la Limpia del Escambray como si estuviera sucediendo hoy.

La Historia no es una palabra hueca, en peligro de extinción. Ni, meramente, el resumen del profesor con el que estudiamos para la Prueba de Ingreso y, acto seguido, olvidamos de la primera letra hasta la última. La Historia es la respuesta a todas las preguntas que nos podamos plantear sobre la realidad, tanto a nivel individual como colectivo. “Un profeta con la mirada vuelta hacia atrás”, como dijera Eduardo Galeano.

*Estudiante de periodismo

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Miguel Ángel Castiñeira García

Estudiante de Periodismo de la UCLV

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