Regular la necesaria cotidianidad

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Un maremágnum de personas “invade” en el día a día las entradas de acceso al Hospital Provincial de Cienfuegos. Unos van con exámenes para que el especialista los valore, no quien les corresponde en el Policlínico al cual pertenecen según la organización de la Atención Primaria de Salud, sino a ese conocido y con prestigio y fama a base de buenos y certeros diagnósticos; o simplemente, porque así “acortan” la espera por el turno. Otros, quieren entrar a la unidad asistencial para ver a un familiar, llevarle el desayuno, alcanzarle algo de comer al acompañante o hasta hacerles llegar un rollo de papel higiénico. Quizá solo porque “andan cerca y vamos a provechar”, decidieron llegar a verse un lunar nuevo. Lo cierto es que el centro de marras permanece congestionado de personal y así resulta difícil, muy difícil organizar el flujo de trabajo.

Por la puerta de la garita de entrada el día 27 de marzo, cerca de las 8:00 a.m., una estudiante de Medicina —quien mañana será quizá una médica graduada y ya merece ser tratada de Usted—, debidamente acreditada y uniformada, fue abordada de manera incorrecta y hasta rayana al irrespeto; sin embargo, esta periodista accedió y presenció el hecho sin que fuera requerida en momento alguno. Luego, por pasillos y salas encontré a muchos vendedores ambulantes, quienes, violando las regulaciones epidemiológicas, expendían alimentos al libre albedrío. Entonces, ¿Por dónde entraron ellos?

El fenómeno tiene varias aristas. Primero, se trata de una institución asistencial, la más grande del territorio cienfueguero, la empresa, por llamarla de alguna manera, con más trabajadores en la provincia. Segundo, nadie llega allí a pasarla bien, no se compara con la entrada a un hotel; cada una de las personas que acude al Hospital tiene un problema de salud por resolver y ello requiere de ser valorado con sensibilidad, humanidad y solidaridad. No es cuestión de decir NO y prohibir.

Algunos insisten en justificar el fenómeno con aquello de que es bajo el salario de los custodios; a menudo no tienen el nivel de escolaridad requerido; nadie quiere hacer ese trabajo… Pero insisto, hay muchas maneras de solucionarlo y hasta prerrogativas internas para ubicar allí, al menos en el horario diurno, a personas con las características imprescindibles para interactuar con personal y al mismo tiempo, controlar el flujo sin herir ni irrespetar al prójimo.

Que el Hospital Provincial, como otras instituciones de Salud, ostente la categoría de Docente, implica el constante flujo de entrada y salida de estudiantes de Medicina, Enfermería, Estomatología, Psicología y otras especialidades técnicas, pues se supone roten por todos los servicios, elaboren historias clínicas, realicen ingresos, cumplan en las salas, hagan largas guardias… aprendan. Ellos son el mañana, y otorgándoles el respeto que merecen, también se contribuye a su formación.

Me atrevería a opinar que el control en las salas es indispensable y ayuda. A veces tropezamos con enfermeras cual guardianas investidas de poder para gritar y escandalizar, molestando a los enfermos que anhelan reposar y sanar, sencillamente porque dejan sus funciones a un lado para “custodiar” la entrada y salida de sus predios. Así no funciona ni funcionará. Y hasta se me ocurre citar la máxima filosófica de “a cada cual según su trabajo”.

Nada es inamovible, pienso yo, y quizá esté equivocada, y conste, aprecio el fenómeno desde la óptica de colaborar, porque ese es un centro que pertenece a mis afectos en lo profesional. Las plantillas deben revisarse y aplicarse según la idoneidad, y hasta sería posible diseñar una plaza acomodada a los intereses y la entrada al Hospital sea regulada y controlada de una manera distinta, vaya usted a saber.

En la otra cara del asunto tenemos la idiosincrasia del cubano, de que si alguien de nuestro círculo enferma, allá vamos con una sopa de pollo y cuatro jugos a “hacer bulto” alrededor de una cama de hospital, a veces molestando al paciente. Y sí, es bueno ser solidario, que no significa entusiasta. ¿No sería mejor esperar para visitarlo en casa? Por lo pronto pensemos todos, porque no constituye solo una problemática institucional, sino social, y no esperamos, los cienfuegueros, la típica expulsión del sofá por la ventana. Aspiramos a una solución viable y cómoda que regule la necesaria cotidianidad.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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