Conrado Benítez: recuerdos de un joven maestro gigante

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 54 segundos

Era negro, tenía 18 años y un inmenso deseo de ilustrar a sus compatriotas. Ese fue, quizás, su “delito”, el crimen por el cual decidieron apagar su vida. El asesinato del maestro Conrado Benítez figura como el primer acto de terrorismo contra el magisterio aplicado por enemigos de la naciente Revolución cubana.

Integrantes de la principal banda de alzados del Escambray, que cumplía instrucciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de los Estados Unidos, fueron los autores de ese crimen horrendo. El hecho formaba parte del programa de acciones encubiertas contra Cuba aprobado por el presidente de aquella nación, Dwight D. Eisenhower, en marzo de 1960, las cuales, hasta diciembre de 1961, habían cobrado muchas vidas entre los estudiantes, los maestros voluntarios y los alfabetizadores que llevaban la luz del saber por los rincones de la Isla, así como de los campesinos que los apoyaban y daban cobijo.

Conrado, considerado como un muchacho serio, honrado y responsable, había nacido en Matanzas el 18 de febrero de 1942, en una familia de escasos recursos. Su padre, Diego, era obrero de la construcción y la madre, Eleuteria, ama de casa. Como tantos niños de su condición, desde pequeño conoció las penurias de la pobreza y hubo de ganarse el sustento como limpiabotas, primero, y más tarde al llegar a la adolescencia, la madrugada lo sorprendía en una panadería para contribuir al mantenimiento del hogar. Sin embargo, encontraba tiempo durante el día para estudiar y superarse.

Luego del triunfo revolucionario, matriculó en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas y en abril acudió a la convocatoria de la Revolución para movilizar a la juventud hacia las zonas rurales más atrasadas, con la tarea de enseñar a leer y escribir a sus habitantes.

Culminada su preparación en Minas de Frío, en la Sierra Maestra, fue de los primeros en escalar el Pico Turquino. Después lo designaron como maestro voluntario en la Sierra Reunión, colindante con la zona de Gavilanes, en la Sierra del Escambray. De allí lo trasladaron para el caserío de La Sierrita, donde el campesino Virgilio Madrigal le ofreció dos locales en un aserradero. A uno lo utilizó como dormitorio y en el otro instaló un aula donde alfabetizaba a 44 niños.

En la tarde del 4 de enero de 1961, al regreso de sus vacaciones, Conrado Benítez y Magaly Olmos López se enrumbaron a sus respectivas aulas en el Escambray. En el trayecto, para no continuar camino de noche, ella prefirió quedarse en la casa de un campesino. Él, sin embargo, decidió continuar hacia La Sierrita. Llevaba juguetes que había comprado para sus pequeños alumnos y estaba ansioso de ver la reacción de aquellos niños al recibir los regalos.

Al anochecer, Conrado llegó a su destino y se retiró a descansar, pero fue sorprendido por un grupo de hombres armados que lo golpearon, le ataron las manos a la espalda y lo secuestraron. Después de una larga caminata desde La Sierrita hasta Las Tinajitas, en San Ambrosio, Trinidad, llegaron al campamento donde los esperaba Osvaldo Ramírez. Este había sido aprobado siete días antes por el agente de la CIA Ramón Ruisánchez (Comandante Augusto) al mando de las bandas de alzados en el Escambray, y tenía la indicación de sembrar el pánico entre la población campesina, así como frustrar los planes de desarrollo económico y social de Cuba.

A Conrado lo introdujeron en una jaula forrada con una malla de alambre, donde tenían también al campesino Eleodoro Rodríguez Linares, Erineo, conocido en la región por su participación en la lucha insurreccional contra la tiranía batistiana y su apoyo a la Revolución. Ramírez prometió al joven maestro que si traicionaba sus ideales y se incorporaba a sus tropas le perdonaría la vida. Con firmeza, el joven respondió que él era maestro y no abandonaría a sus niños cuando más lo necesitaban. Aquella respuesta irritó al bandido, quien escribió una nota cargada de odio, anticomunismo y racismo, donde anunciaba la muerte pavorosa que le daría al muchacho.

En la mañana del 5 de enero, Ramírez ordenó sacar de su encierro a los prisioneros. Tres alzados se erigieron en una suerte de “tribunal” y los acusaron de “comunistas”, presentando como “pruebas” que Erineo había sido combatiente del Ejército Rebelde y el carné de maestro voluntario y los cuadernos de enseñanza de Conrado.

Al mediodía, cuando los bandidos conocieron que las Milicias se encontraban en la zona de Ciego Ponciano, Ramírez decidió abandonar el campamento, pero antes dio la orden de matar a los dos prisioneros. A la hora que el sol más calentaba, el odio y la saña cayeron sobre el maestro: lo martirizaron, le lanzaron piedras, lo pincharon con cuchillos y bayonetas. Cuando ya se encontraba en muy mal estado físico, le cortaron los genitales y lo ahorcaron. A seguidas, Erineo corrió la misma suerte.

No pudieron, sin embargo, apagar la llama que ya se había encendido en Cuba. Meses después, el país fue declarado libre de analfabetismo y el nombre Conrado Benítez ilumina a muchos que siguen el camino de la enseñanza y se miran en el ejemplo de aquel “verde joven de rostro detenido”, como lo llamara Nicolás Guillén.

Visitas: 449

Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

Un Comentario en “Conrado Benítez: recuerdos de un joven maestro gigante

  • el 5 enero, 2021 a las 12:58 pm
    Permalink

    Conrado Benítez: su nombre quedó vinculado a la educación y a la lucha contra el analfabetismo en Cuba. Con el fueron identificadas y conocidas las Brigadas de Alfabetización.
    En 1958 el índice de analfabetismo de Cuba era superior al 20 por ciento. Antes de 1959, aproximadamente el 40 % de los niños de Cuba no estaban escolarizados.
    Si bien la educación obligatoria para todos los niños estaba formalmente garantizada en la Constitución de Cuba de 1940, hasta 1959 el sistema educativo estaba marcado por notables desigualdades en el acceso a los recursos educativas, con 11.0 % de analfabetismo en zonas urbanas, más del 47.1 % en las rurales, con un millón de personas analfabetas, otro millón de semi analfabetos y unos 600.000 niños sin escolarizar, en 1958.
    La Campaña Nacional de Alfabetización, de alcance nacional, fue impulsada por el Comandante Ernesto Che Guevara, con el objetivo de reducir el analfabetismo.
    La campaña se desarrolló con brigadas de voluntarios activas en todo el país en las tareas de alfabetización, teniendo como material básico el manual “Alfabeticemos” (como guía del alfabetizador) y la cartilla “Venceremos”, como cuaderno de trabajo.
    Ya en septiembre de 1959 se crearon aproximadamente diez mil aulas nuevas; además, aumentó el número de maestros de las zonas rurales, incluyendo entre ellos a algunos instruidos en San Lorenzo y Sierra Maestra que habían participado en tareas de alfabetización entre la población rural de las zonas bajo su control, entre diciembre de 1956 y enero de 1959 en la Sierra Maestra, en la Sierra Cristal y en el Escambray.
    Además, se desarrolló el plan de estudios Ana Betancourt, para muchachas campesinas, matriculando 150.000 alumnas, creándose Facultades de Obreros y Campesinos, entre muchas otras actuaciones.
    Hacia el fin del verano septentrional de 1961, las brigadas en plena actividad contaba con cerca de 178.000 alfabetizadores populares, 30.000 brigadistas obreros y 100.000 integrantes de las brigadas Conrado Benítez, así llamadas en memora de Conrado Benítez García, asesinado el 5 de enero de 1961, en Tinajitas, montañas de Pitajones del Escambray, al principio de la Campaña Nacional de Alfabetización, por una banda de alzados contrarrevolucionarios al mando de Osvaldo Ramírez.
    La campaña finalizó oficialmente el 22 de diciembre de 1961, fecha en que el Gobierno declaró a Cuba, en la Plaza de la Revolución José Martí, Territorio Libre de Analfabetismo.
    Se habían alfabetizado 707.212 personas. El índice de analfabetismo se redujo desde el 20 por ciento anterior a 1958 al 3.9 por ciento (tras la campaña), índice considerablemente más bajo que el de otros países latinoamericanos entonces. Reduciéndose a menos de la mitad el porcentaje del 40 % de niños cubanos no escolarizados, que fue posible alcanzar al incrementarse el profesorado en las zonas rurales.
    El año 1961 fue entonces proclamado en Cuba como el “Año de la Educación”.
    La Educación abre los ojos y las mentes. Lleva a la información, a adquirir conocimiento, a blindarse contra el engaño, a contar con mayores elementos de defensa y a estar en mejores condiciones para afrontar el desafío de vivir cada día. Realmente, es loable la tarea realizada y la que, pese a todo, se sigue desarrollando en Cuba.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *