Recolonizarnos

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En la Casa Blanca superaron la imaginación de H.G. Wells e intentan fabricar una máquina del tiempo que retrotraiga a Cuba al período neocolonial sufrido desde 1902 hasta 1958, cuando las órdenes eran dadas desde la embajada yanqui en La Habana, todo el aparato económico estaba bajo dominio norteamericano y la dignidad nacional constituía un concepto pisoteado por una bandera extraña ante la cual debíamos inclinar la cerviz.

Lo único bueno que tiene el escenario planteado en los más altos círculos de poder de la superpotencia hegemónica es que, como nunca antes en su historia de los últimos cien años, sus máximos líderes actuales están diciendo las cosas con una claridad salvaje y brutal, sin lenguaje figurado. Todo aquel que nunca se hubiera leído un libro de historia y todavía albergase alguna cándida duda, en Cuba o en el exterior, sobre las intenciones reales de los Estados Unidos con la Isla, ahora ya sí lo tiene bien definido.

Los viejos asesinos de la Casa Blanca antiguallas de una época de sumisión superada por el nuestro u otros pueblos y cuyo coeficiente intelectual es el mismo que el de un matón de escuela norteamericana—, alcanzan su delirio especulativo imaginando que volveremos a ser su garito pre 1959. Si hubieran salido antes a la palestra, seguro Augusten Burroughs habría metido a Trump, Bolton, Pompeo, Pence, Abrams (junto a Marquito y Mauricio) en su El masturbatorium, célebre capítulo de la no menos famosa Recortes de mi vida.

Resulta pasmoso que en la tierra de escritores como el anterior y otros miles, de pensadores cruciales de las ciencias sociales, de poetas excelsos, de extraordinarios luchadores sociales y de millones de norteamericanos que rechazan la locura de poder que se vive en el Despacho Oval, pueda ocurrir algo como esto. Es, también, una puñalada a la historia misma de la grandeza intelectual y humana de los Estados Unidos, a la vergüenza de esa nación.

Lamentablemente, una mayoría notable de ciudadanos de ese país —a quienes desde niños les enseñan en las escuelas que ellos son los salvadores del mundo, que tienen la misión divina de llevar la “libertad” a cualquier rincón y que todo proyecto social contrario al suyo es errado— no le interesa cuanto sucede fuera de su universo, ni a qué país invade su Ejército, ni cuantas madres sufren por la pérdida de sus hijos masacrados por los misiles de fabricación yanqui. A esa masa, ignorante y desprovista de conciencia ideológica y sensibilidad por los problemas del mundo, solo le interesa tener un empleo, pagar las cuentas y ponerse a ver el basket por las tardes con su cajita de seis cervezas al lado. El planeta a la hostia. Podría parecer una apreciación simplista, pero desafortunadamente es así. Con esos millones de estadounidenses, quienes si no ocurre algo fuera de lo normal le van a volver a dar su voto a Trump en noviembre de 2020, no se puede contar. La solidaridad con nuestra causa ha de activarse en otros segmentos y a escala internacional.

Pero la primera y fundamental respuesta ha de provenir, provendrá, como siempre, de nosotros mismos. Ante el reforzamiento del bloqueo y la activación (anticubana, antinorteamericana, antimundial) de los títulos más absurdos e irracionales de la Ley Helms-Burton, no existe otra misión que resistir y vencer.

Mas no con consignas, sino mediante hechos, a través de acciones e iniciativas tendentes a poner todo el empeño colectivo en función de salir adelante y que el castigo económico dimanado de los efectos de las nuevas medidas (más las por venir) se exprese de forma menos considerable.

Al sector más recalcitrante del exilio cubano —de los peores exilios de la historia de la humanidad, en el sentido de atacar a su propia gente— y a la panda de grandes demagogos genocidas de Washington, tus padres, tus hijos, tus hermanos y tus compañeros, los míos también, le deberán el período difícil, aunque por supuesto jamás al grado del “especial”, en ciernes.

Por supuesto, debido a las formas de salir airoso de nuestro pueblo y a su capacidad de resistencia, será otro castigo infructuoso del imperio; otro intento de asfixiarnos que quedará en agua de borrajas y formará parte de la historia de tropelías ineficaces de Washington contra la Isla.

Los españoles resistieron en Numancia a los romanos, los rusos en Stalingrado a los alemanes y nosotros llevamos 60 años haciéndolo con los yanquis. Dos imperios los primeros que murieron por el mismo peso de la historia, como lo hará más temprano que tarde el norteamericano, ya en fase terminal y cada vez más rechazado por parte creciente de la humanidad.

De ese imperio solo quedará desprecio. De Cuba admiración y respeto.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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