Ray Fernández: yo no soy un artista o todos somos artistas…

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Ray Fernández no es un trovador cualquiera en Cuba. Su música se burla de todo y a la vez dice todo muy en serio. Logra satirizar sobre temas sociales que desde una mirada más pausada causarían dolor, tristeza, desasosiego. En su juego poético-musical nos devela una realidad que pasa en los barrios, en las élites culturales, en los bares, en el día a día del cubano.

Ray Fernández, cantautor, atrapa a quien lo oye con esa típica combinación entre el viejo son y la nueva trova. Es un humorista que regala chistes ajustados a su guitarra de turno. Sostiene una lírica enriquecida por el habla popular y la literatura culta, y cuenta las cosas que pasan aquí o allá.

Por sus temas desfilan personalidades que conforman la sociedad cubana: el obrero, el gerente, el matarife, el vendedor de libros, el político, el escritor… Quizás tal acierto lo convierte en uno de los más aplaudidos actualmente en Cuba. Conversar con él un día cualquiera en Cienfuegos es otra manera de oponerse a los audífonos y escuchar su música.

“Yo no pretendo cambiar conciencias. Lo mío es decir lo que me pasa. Algo así como un cronista del día a día. Generalmente al hombre feliz no se le ocurren canciones buenas, digo yo (…) en la necesidad, en la austeridad está lo contundente. Yo tengo ese dilema. Llevo más de ocho años en una peña habitual en La Habana, muy buena por cierto, lo digo sin ningún tapujo ni pudor, ni falsa modestia, que también me reporta solvencia económica, eso ha cambiado mi contexto y mi realidad. Yo no soy un artista, o todos somos artistas: el basurero, el vendedor de pan, el chofer, hay un artista en todo, de verdad”, autodefine al entrar en pleno diálogo.

¿Cómo saltas de cocinero a la popularidad en la trova?

“La historia es esta: yo me gradúo de chef de cocina en un curso raro que hizo la escuela de hotelería y turismo, de La Habana. Pasé cinco años, para no hacerte la historia del tabaco, pero yo siempre tocaba la guitarra, soy de Las Villas, el punto guajiro me viene de mi abuelo, la genética, sabes, y me gradúo.

“Un día que estaba en el patio de la catedral de La Habana, después de bregar por otros muchos lugares como chef y en el patio había un grupo de Pausides, estos un día me oyeron cantar en la cocina y me llamaron para allá y yo hasta tenía una filipina (ropa de cocina) preparada para esos momentos, para cantar cosas de Tiburón Morales, y yo salía con las maracas, era muy pintoresco: el cocinero cantando ‘ruge la mar embravecida…’ hasta el fatídico día en que quemé 25 pollos en el horno, los comensales no tuvieron su pedido a tiempo y yo fui expulsado deshonrosamente de las filas culinarias.

“Quemé las naves y me fui al malecón de La Habana, el mejor teatro de operaciones para cualquier bardo, a gastarme la garganta por cuatro o cinco centavos. En esa cuestión conozco a Bladimir Zamora, al colectivo de la revista El Caimán Barbudo, a Eduardo Sosa… ya había sido invitado por la Asociación Hermanos Saíz, a las Romerías de Mayo, donde fui estruendosamente abucheado, éramos muy verdes, y a partir de ahí aprendí cómo hacerlo mejor. No digo que ahora las haga bien, pero así sucedieron las cosas hasta hoy”.

¿Qué importancia le das al trovador como cronista de su época, de su contexto histórico?

“Es una pregunta del carajo. La persona que se cree artista, para mí, está embarca’o: no creo en una carrera artística, creo en una carrera de vida. No estoy teorizando ahora sobre eso (…), el artista pierde la latitud de puesto, parafraseando a Silvio, y se convierte en un subproducto de sí mismo, un subproducto de pollo, y entonces empieza el ‘glamin’ y con el éxito y la producción, la solvencia económica. Además cambian todos tus presupuestos, y no te vas a convertir a ultranza en un pobretón para cantar sobre cosas que ya no te llegan”.

¿Y la censura cómo te trata, muchos de tus temas son pura realidad y eso a veces molesta?

“El tema de la censura persigue a los trovadores y los aleja de los medios. Yo discrepo con esa forma de ver el tema: no me he sentido nunca censurado. No me censuro a mí mismo. He encontrado dinosaurios en puestos de cultura y puestos administrativos que han atentado contra la libertad natural, y vuelvo a parafrasear a Silvio, ‘vivo en un país libre…’ eso no se pide ni se mendiga. A mí no me han censurado.

“Hay canciones también que no se deben hacer en ciertos horarios, digo, entonces, por supuesto, uno dice una palabra grandilocuente, y no la puedes decir a esa hora, o pueden ser malinterpretadas… no sé si estoy diciendo disparates ahora mismo.

“A mí me lo han dicho: tú sabes Ray, esta canción no te la puedo poner, tú sabes como es la cosa, y no, no sé como es la cosa, pero entiendo. Yo entiendo al hombre: pero yo esa canción la sigo cantando… yo canto la canción donde quiera.

“Hay quien utiliza aquello de que ‘a mí me censuraron’… y sí, a veces hay que hacerlo con canciones muy malas, panfletones… Con el asunto de Chávez, en Venezuela, mil muchachitos cantándole a Chávez para lograr colarse en la preferencia…, y mira, Raulito Torres hizo un himno a Chávez, insuperable. Cuando a Gerardo Alfonso le pidieron una canción por encargo al Che, hizo otro tronco de canción…, pero hay 700 cosas que televisan que son puros panfletos que debieran ser censurados, aplastados como una cucaracha. No a la gente: a esas canciones”.

Trovador cubano que le inspire…

“Todos, la gente siempre dice Silvio y Pablo, y pasan por alto a otros tantos muy buenos. Hay una pléyade de buenos trovadores que están en el anonimato, que por tener una postura ideológicamente diferente los han mutilado del oído del público. Excelentes canciones, brillantes compositores de los cuales privan al público. Por eso no tengo ninguno en particular”.

¿Mantenerse alejado de la mercadotecnia, videos clip, tops ten… es un modo de salir ileso, de burlar la locura tecnológica de estos tiempos?

“No existe una fórmula, solo te puedo decir mi experiencia. No puedo componer una canción de hoy para mañana, incluso he estado al borde del divorcio con mi esposa, sin cuyo concurso nada es fecundo, porque yo salgo a hacer trabajo de campo: el bar, las malas relaciones, la gente de la barra, un lugar donde la gente va a exorcizar muchos demonios, entonces llego al otro día a la casa, borracho y cargado de información y mi esposa no me cree. Tú sabes.

“El público te echa encima una responsabilidad y le tienes que responder porque si no eres un fariseo. Y ya canto más de lo que le sucede a la gente que de lo que me sucede a mí.

“Y ojo: yo tengo una manera de escribir, soy un choteador, un bromista, lo que me gusta es desacralizarlo todo. Creo que es lícito bajar de los estandartes a todos: líderes políticos, conceptos ideológicos, cánones, fenómenos (…) es una cosa de espíritu libre, solo por eso.

“Hay algunos que se sienten los mesías de una nueva tendencia, lo que se llama la metatranca, y los tipos pretenden cambiar conciencias seguramente con las mejores intenciones (…) yo soy todo lo contrario”.

A Browski, un escritor ruso, le preguntaron en un juicio qué había hecho por su Patria y respondió: escribir poemas. Si te preguntáramos a ti qué responderías:

“Sería muy cómodo decir que escribir canciones. Patria es humanidad. Me voy a definirlo como un anarquista total, a veces, los conceptos crean segregaciones. Más bien qué he hecho yo como espíritu, y eso es ser un poco de ejemplo, porque Patria es uno mismo (…) Cuba es mi terruño, vuelvo con Martí: Abdala. Por la humanidad estoy haciendo, porque estoy haciendo por mí. Por ahí van los tiros”. Otra manera de oírlo y sentir que en él habitan todos los artistas: el basurero, el chofer, el vendedor de pan…

Foto: Aslam

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Darilys Reyes Sánchez

Licenciada en Periodismo. Graduada en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas en 2009

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