¿Quién quiere una beca en los Estados Unidos?

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¿Qué joven de Cuba o la “Conchinchina” no quisiera viajar al extranjero a un intercambio de conocimientos? ¿Quién realmente niega el interés por becas o cursos de verano capaces de contribuir a su formación profesional, fuera o dentro del país?

“Pero contra, que lo hagan por las vías legales y contacten al Ministerio de Educación y no nos animen a ir en contra de nuestras creencias solo por intereses, manipulaciones y conveniencias. Y que a esas, claro, sean cuales sean, tengan acceso todos por igual”, se inquieta un estudiante de la enseñanza técnico profesional emplazado por esta periodista.

Como es lógico, reconoce cuánto le gustaría una de estas oportunidades —negarlo sería pecar de hipocresía—, pero cuestiona la manera solapada de hacerlo, y reconoce cómo así aparecen entonces las primeras sospechas.

Nelson tiene apenas 17 años y está dentro del rango de edad de los aspirantes a tal curso. El joven me sorprende, para ser sincera.

Lo encuentro en uno de los actos sucedidos por estos días en los centros educacionales de la FEEM y la FEU para denunciar los cursos de verano de la Organización No Gubernamental World Learning (WL), dirigidos a estudiantes en Cuba.

Y el probado financiamiento de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés), una organización “encargada de distribuir ayuda no militar”, pero la cual, tras numerosas acciones de subversión ideológica contra nuestra Cuba, pone en cuestionamiento sus “benévolas intenciones”.

A primera vista, los objetivos del WL no son para nada contraproducentes: desarrollar habilidades en áreas que incluyan hablar en público, trabajar en equipo, negociar, fomentar consenso, resolución de conflictos, defender los derechos propios, y solución de problemas; comprometerse en varias actividades de servicio comunitario encaminados a demostrar participación cívica, incluyendo identificar las necesidades de las comunidades, voluntariado, donaciones caritativas, y planeación de proyectos.

Mirada desde algunos ángulos, dirigida también a formar líderes, como si existiera acaso una fórmula matemática para ese propósito, como si no se naciera con esa cualidad, y fuera en la propia vida, y en cursos sí, tal vez, donde apenas se puliera.

Nelson me explica cómo algunos compañeros asumen posturas ingenuas ante tales tentativas oportunidades. No los culpa. Yo tampoco. Hemos fallado también en motivar a nuestros jóvenes con mejores oportunidades dentro de la Isla, para que no miren hacia fuera y les interese siempre regresar. Por eso Nelson debate con ellos.

En la Universidad de Cienfuegos sucede algo similar. Una estudiante de Logopedia, afirma: “intercambio sí, subversión no”, e incluso sugiere la visita de un mayor número de estadounidenses a compartir con ellos en las mismas aulas.

Varios suben al improvisado podio para, con sus propios razonamientos, apoyar la línea discursiva de no oponerse al intercambio educacional, cultural o de otra índole, mientras se utilicen las vías legales para hacerlo, y más allá de esos “trámites” se les respete como jóvenes capaces de razonar por sí mismos, sin manipulaciones solapadas intermedias.

Al concluir el acto plasman su firma en una sábana blanca con el fin de guardarla para cuando sea necesario volver a recordar este suceso y reafirmar que no quieren ser títeres de nadie.

A los principios no se les puede poner precio. Ya debería saberlo la USAID. Son esos, junto a convicciones sólidas y argumentadas, y amor a la patria y a sus héroes, y conocimientos, y sensatez y entusiasmo y deseo de hacer bien, lo que mueve a los jóvenes de hoy, da lo mismo si es en Cuba o en la Conchinchina.

Ninguna política exterior tiene nada que enseñarle a la nueva generación.

La tarea es solo nuestra. Si se hace bien, solo será necesario denunciar las provocaciones una vez y nuestros jóvenes seguirán movilizándose, y no serán títeres de nadie.

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Glenda Boza Ibarra

Periodista. Graduada en 2011 en la Universidad de Camagüey.

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