¡Qué sí te importe un bledo!

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A ciencia cierta no se sabe el origen de la expresión “me importa un bledo”. Lo que sí resulta indiscutible es que surgió del lenguaje popular y que durante siglos cuando un hispanohablante quería decir que algo era despreciable o que no le interesaba lo más mínimo la usaba sin discriminación.

Sin embano, nada más injusto que subvalorar esta especie vegetal, solo, quizá, por el hecho de que la madre natura la ha dispersado de forma silvestre por el planeta, cuando posee propiedades, tanto medicinales como nutritivas, dignas de tener en cuenta.

Beneficios ancestrales

El bledo, cuyo nombre científico es Amaranthus retroflexus, se considera originaria de América, región del mundo en que el pueblo azteca consumía sus hojas y elaboraba un determinado tipo de pan con las semillas, además de utilizarlas con fines medicinales. Incluso, todavía hoy es posible comprar en algunas ciudades de México dulces confitados con la planta.

Durante la conquista del Nuevo Mundo los españoles prohibieron el cultivo de la hierba —a la que llamaban los nativos huahtli— con la pretendida argumentación de que era utilizada en rituales religiosos ligados a sacrificios humanos. Es más, la planta fue incluida en el Tratado de Agricultura General (1513), un compendio de arbustos, hortalizas y verduras proscritas y perseguidas por la Inquisición. El tratado fue escrito por Gabriel Alonso de Herrera, el capellán del cardenal Cisneros.

El también conocido por pira crece entre el maíz, al borde de las carreteras y en los humedales. Sus hojas tienen casi quince centímetros de largo. Las más bajas tienen forma ovalada mientras que las más altas suelen ser lanceoladas. Lejos de ser ineficaz o insignificante, como pretende el dicho popular, el bledo destaca por la enorme fecundidad de sus flores. Se estima que cada planta puede llegar a producir hasta un millón de semillas.

La popularidad entre muchos pueblos indígenas llevó a considerarla como una planta curalotodo o el superalimento, lo cierto es que nuestros ancestros americanos la consumían como medicina para casi todo y un alto poder nutritivo y estimulante cerebral, siempre al alcance de la mano por su estado de proliferación en parcelas, cultivos, terrenos yermos y a la vera de los caminos.

En resumen, nuestros ascendientes latinoamericanos con su uso combatían la diarrea, las hemorragias internas, la menstruación excesiva, las úlceras en la piel, la fiebre, la irritación de garganta, los parásitos, la tos y la depresión y además resultaba ser una perfecta fórmula para la estimulación neuronal y en la oxigenación cerebral.

¿Por qué lo del superalimento?

El Amaranthus retroflexus tiene un elevado contenido en grasas polisaturadas, proteínas de origen vegetal (amarantina) y vitaminas esenciales como la B1 o tiamina, B2 o rivoflavina, B3, A y C. Se ha demostrado que tiene elevados niveles de lisina, un aminoácido que aparece en pequeñas concentraciones en los cereales. Resulta apreciable, además, el  alto contenido de magnesio, potasio, sodio, calcio, hierro y fósforo.

Asimismo, la ingesta de alimentos que contengan bledo ayuda a los consumidores a controlar los valores de anemia y mejorar el sistema nervioso.

Por todas estas singularidades nutritivas fue seleccionado para formar parte de la dieta de los astronautas. Además, la NASA lo calificó como cultivo CELLSS (Controlled Ecological Life Support System) ya que la planta extrae dióxido de carbono de la atmósfera al tiempo que genera alimento, oxígeno y agua para los navegantes del espacio sideral.

De acuerdo con un estudio publicado por la Academia de Oxford, la ingestión del amaranto puede reducir el nivel de colesterol en la sangre hasta en un 30%. Conforme pasan los años, nuestros huesos se vuelven débiles y pueden aparecer problemas como la osteoporosis, enfermedad para la cual es también efectivo en su prevención.

El bledo puede ingerirse tostado, hervido, hinchado, en forma de harina o germinado, y suele servir para preparar recetas tanto dulces como saladas. La semilla desprende un olor intenso cuando se cocina y su sabor es acentuado, por lo que algunas personas prefieren mezclarlo con otros cereales o legumbres para suavizarlo.

Para oxigenar el cerebro, los abuelos recomiendan utilizar las hojas en infusión, de una a dos cucharadas por taza de agua. Igualmente usando las semillas tostadas y agregadas a sopas o ensaladas, con una cucharada diaria se obtiene el beneficio de mantener la memoria.

De acuerdo con los consejos de la medicina natural y tradicional, es preferible comer las 4 o 6 hojas que tiene en la parte superior del tallo, dado que las más bajas son de textura leñosa y de sabor amargo. También cuenta con algunos compuestos como flavonoides, esfingolípidos, esteroles y un aminoácido.

De la farmacopea popular también nos llega que la infusión en gárgaras alivia la garganta irritada. Y si se desea eliminar parásitos, lo mejor es beber sus hojas secas en cocimiento, en ayunas y antes de dormir. También consideran efectivo su empleo para atenuar el reumatismo y la depresión. Para ambos malestares se aconseja apelar a las raíces, tallos y hojas en infusión.

Ojeada desde la semántica

Desde el punto de vista etimológico, amaranthus proviene del griego y significa “no se marchita”, símbolo de la inmortalidad y deseos de salud de la planta. En tanto el vocablo “pira” es una voz tomada del cumanagoto, pueblo indígena perteneciente a los caribes que vivía en el centro y el oriente venezolano, y curiosamente, esos mismos nativos, según las teorías más aceptadas, deben haber poblado nuestro archipiélago llegando en oleadas migratorias desde América del Sur.

Como dato curioso agregar que la famosa y peyorativa expresión se coló en una de las escenas de la película Lo que el viento se llevó, cuando en el clásico del cine Scarlett O´Hara le pregunta a Rhett Butler que será de ella si él se marcha; la respuesta del galán no puede ser más contundente: “Francamente, querida, me importa un bledo”.

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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