¿Qué me compraré?

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 El sentido común dicta que buena parte de las familias cubanas desean la llegada de agosto. Siempre se trata de un mes diferente, ajeno al ritmo habitual cuando escuela y trabajo marcan el paso cotidiano, pero este agosto contiene un halo especial. Implica bolsillos más felices. ¿Qué me compraré?, pensamos casi todos.

Cuando las puertas abiertas de la “caja” anuncien el próximo “pago” en centros presupuestados, una cifra considerable de circulante aparecerá en las dinámicas económicas del país y la provincia. Al publicarse la medida se anunciaba el costo anual del aumento de salario estimado en 7 mil 50 millones de pesos. En el caso de las pensiones, 700 millones de pesos más al año.

¿Hacia dónde irá esa suma? Aparece entonces la certeza del incremento salarial —y lo ha dejado claro la máxima dirección del país— no como el fin, sino un paso más en el largo camino de transformaciones económicas con no pocos obstáculos por sortear.

Si bien estamos todos (pueblo, medios de comunicación, autoridades a todos los niveles) enrolados en la cruzada por la estabilidad de los precios, otro frente importanteconvoca a analizar, minuciosamente,toda posible opción para canalizar el poder adquisitivo de casi 2 millones de trabajadores beneficiados.

La oferta debe estar en el centro del tablero, y casi todas las fichas girarán a partir del mes próximo en torno a ella. La elevación del salario medio en el sector presupuestado, de 634 pesos registrados en 2018 a 1 065 a partir del mes entrante, exigirá una expansión en el abanico de propuestas, de todo tipo.

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Al existir servicios básicos gratuitos como la salud y la educación, y otros subvencionados como los medicamentos, el agua (la mayor parte de los hogares paga cuota fija al no tener el servicio metrado) o el transporte público; el mayor gasto mensual de un hogar promedio se enfoca en la alimentación.

Por ello es imposible dar por sentado que no aumentará la demanda de productos alimenticios, aunque no resulta descartable tras la inyección a los salarios un giro de la brújula hacia alguna que otra prenda de vestir, calzado, o reparaciones menores en la vivienda.

Habitualmente la red de comercio minorista, las cadenas de tiendas recaudadoras de divisas, los mercados agropecuarios; y durante el verano las playas, centros recreativos, restaurantes estatales y campismos populares serán escenarios factibles para “engullir” buena parte del salario que crece.

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Si un sábado común y corriente el bulevar cienfueguero toma forma de “avispero”, y los sureños desandan la populosa arteria en el doble propósito de recrearse y comprar, la realidad a partir de agosto tal vez condicione una intensificación en esa rutina de fin de semana.

Las producciones alimenticias locales: pastas, derivados lácteos, pan, masa para pizza, extractos de frutas; comercializadas en los mercados ideales del centro de Cienfuegos, tendrán venta segura y expedita, pero mantener y diversificar las ofertas será ahora el reto. Los productos de aseo de factura local o nacional, las sábanas, fundas y otros textiles, pueden correr igual suerte.

Sin embargo, no se trata de ver el vaso medio vacío en este contexto nuevo: aprovechar al máximo esa capacidad de compra incrementada puede beneficiar, y mucho, a las producciones locales. Vuelvo al Ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil, cuando compareció en el espacio Mesa Redonda del pasado 2 de julio. Dijo que “si existe más demanda las empresas pueden ganar más, por vender más”.

Incrementar producción de bienes y servicios —en bien de la oferta— debe responder así a alicientes económicos más que administrativos, en una empresa estatal con ventas y otros indicadores por cumplir, para beneficiarse de hasta cinco salarios medios como parte de la distribución de utilidades, medida en beneficio de asalariados sector del empresarial.

Por cierto, estos últimos (siempre que laboren en organizaciones eficientes), también saldrán a recrearse y comprar, harán planes con sus nuevos ingresos, y buscarán hasta el último resquicio de posibilidades para dar curso al fruto de su esfuerzo.

Aquella clásica pregunta, nacida al calor de una vieja historia de la literatura infantil aparece en nuestro proyecto de vida. ¿Qué me compraré?, pensamos casi todos, y solo la palabra oferta será capaz de responder.

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