A propósito del 1ro de Mayo: Trabajar, el sentido de vivir

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El trabajo es, en principio, el germen de lo que somos. Los zapatos, el plato de comida; muchas veces, incluso, el motivo de nuestra felicidad. Cuanto aspiramos a ser y queremos se funde en ese tiempo sudoroso consagrado a profesiones y oficios. Si hacemos las cuentas, el trabajo es también la materia de aquellas vocaciones descubiertas en el disfraz de la infancia, confundidas en la pubertad y agitadas luego en los caminos de la vida.

Hay mucho del trabajo en la cotidianidad de nuestras calles. El bullicio de los muchachos a la entrada de la escuela, la espera de los viejitos por el médico de la familia, los ómnibus atestados de personas rumbo a su empleo. Hay mucho del trabajo en las mañanas, en los atardeceres y hasta en las noches que compartimos con amigos, sobre el muro del malecón, o desde los palcos del teatro.

El trabajo es, en principio, esa obra de solidaridad de unos con otros. En el hierro blandido a martillazos por el obrero en su industria, en los parques e inmuebles diseñados por el arquitecto o en la crónica desgarrada del periodista para su medio de prensa, no solo se fragua el bienestar propio, sino el de todos. Si hacemos las cuentas, el trabajo es también el pacto que acordamos como país, en el deseo de regalarnos un presente mejor y un futuro todavía más próspero.

Hay mucho del trabajo en la sonrisa de nuestra gente. Aun en momentos de carestías y de obcecadas políticas imperiales que intentan desdibujarla, las rutinas laborales devienen, no pocas veces, jornadas de sosiego y placer. Hay mucho del trabajo en nuestros sueños de niños, en las ambiciones de superación y hasta en la satisfacción sobrevenida al paso de los años cuando, en la soledad de las canas, sentimos que lo hecho ha valido la pena.

El trabajo es, en principio, un acto de espiritualidad. No solo se trata de horas prodigadas a cambio de dinero, sino de propósitos de vida y de realización personal; cosas a las cuales nos aferramos, en muchos casos, pese al exiguo monto de la remuneración. Si hacemos las cuentas, el trabajo es también el sentido por el que vivimos, por la sana arrogancia de ser útiles, y por el legítimo anhelo de moldearnos una existencia cómoda y digna.

Hay mucho del trabajo en los desafíos de nuestra Cuba. La incapacidad de los salarios de satisfacer con holgura las necesidades de los obreros y la distorsión de la pirámide laboral (de lo cual sacan partido los holgazanes), se blanden con las mismas banderas que marchan en pos de reafirmar nuestras conquistas. Hay mucho del trabajo en las hojas caídas y hasta en el porvenir; ese que planeamos con la esperanza de sortear con éxito las tempestades y aproximarnos a su horizonte.

El trabajo es, en principio, un proyecto común. Aunque uno lo imagina, lo ejecuta y lo empeña para sí, termina siendo en provecho de la sociedad que demanda y precisa de nosotros ese granito de arena. Hay mucho del trabajo en las huellas que dejamos, en los escenarios variopintos que rubrican ahora nuestras botas y en las historias por escribirse y contarse para la posteridad.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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