Privilegiado en el contenido, desafortunado en la forma

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No voy a hablar de un suceso editorial de último momento. Carilda Oliver Labra: La poesía como destino, biografía de la poetisa, fue editado hace tres años, pero a todos sorprende el silencio de la crítica al respecto. Ahora, pocas semanas después de que la Asociación Hermanos Saíz le concediera su máximo reconocimiento, el Premio Maestro de Juventudes a la destacada artista, encuentro el libro a la venta en la Librería Dionisio San Román, de Cienfuegos.

Este título se le presenta al lector que la admira desde su obra como una posibilidad de acceder a ella, a su mundo. Al texto publicado le precede la leyenda y ese hecho aumenta el interés. La autora de Me desordeno, amor, me desordeno… es la encarnación del amor para muchas generaciones de cubanos. Ella es capaz de florecer en soledades, tomando prestadas las palabras de otra poetisa, Rafaela Chacón Nardi. Es su espíritu lo que el lector espera encontrar en las 550 páginas biográficas. ¡Qué decepción!

La única vez que la vi, en ocasión de la Feria del Libro y la Literatura del 2004, año en que el evento estuvo dedicado a su persona, me sorprendió el magnetismo que irradiaba. Una multitud la bañaba de flores e intentaba rozarla, quizás para impregnarse un poco de ese halo mágico que la rodea.

Carilda es una especie de cronopio, al estilo cortazariano. En ella la poesía y la femineidad forman una simbiosis definitiva, que le permite reordenar el mundo de una manera en la que se es reina, diosa o simple florecilla en el jardín de Tirry 81.

El autor de la biografía, Urbano Martínez Carmenate, tiene una gran experiencia en el género biográfico. Ha publicado textos sobre José Jacinto Milanés, Domingo del Monte, Nicolás Heredia y Bonifacio Byrne. No sé en el caso de los volúmenes anteriores, pero respecto a Carilda Oliver…, a mi juicio incurre en un error de método, en una ambivalencia que no permite establecer géneros precisos. Aunque el autor lo advierte en el prólogo: “En ellas (las páginas), a veces trabaja el historiador; en otras el poeta. (…) Por estas razones, este libro tiene mucho de biografía, más también de novela”. Lo que quizás hubiera aportado riqueza al texto, solo logra un pálido y frustrado retrato de personajes, – incluyendo el protagónico-, y escenas.

Manteniéndose en todo momento fuera de la historia que cuenta, el narrador adquiere un tono tan descomprometido que los detalles que pudieran resultar más pintorescos devienen increíblemente aburridos. El estilo expositivo adoptado durante todo el libro, redunda en páginas y más páginas de hechos y fechas que terminan por no aportar nada, excepto si se pretendiera confeccionar una cronología.

En cuanto a la relación amorosa de la poetisa con Hugo Ania, su primer esposo, el tono es un poco más enfático, pero el resto de los personajes no quedan bien perfilados.

Otro desacierto, en mi opinión, es el tratamiento de la historia como “telón de fondo”, de la vida de la matancera. Entrecomillo la frase porque el autor, con ciertas ínfulas de historiador, ya acusadas por su estilo narrativo, trae con frecuencia el panorama nacional e internacional al primer plano. Llega incluso a extremos injustificables, como cuando juzga el derrumbe de la URRS, culpando completamente a Gorbachov: “Se equivocaban quienes, burlándose de su mancha cutánea en la frente, lo acusaban de tener calcado allí el mapa de los Estados Unidos. Era mentira: no lo llevaba en la piel, sino en el alma”. Disculpen, estábamos hablando de la biografía de Carilda, ¿no????

No puede separarse su vida del contexto histórico, en tanto todas las personas son parcialmente producto de circunstancias externas que determinan muchas veces sus actos y moldean su carácter. Aún más cuando la obra de la poetisa es esencialmente autobiográfica, es una mujer que escribe, según sus propias palabras, en el siglo de la avitaminosis y la cosmonáutica. Pero en el caso de una vida como la de Carilda, el determinismo histórico es tan anacrónico a su existencia como pretender que el sol salga a voluntad.

Con extrema cautela trata Martínez Carmenate la marginación oficial a que estuvo sometida la matancera, a quien Gabriela Mistral calificara como una de las voces femeninas más destacadas de la lírica hispanoamericana. El escritor asume una posición conservadora, cuyo único saldo positivo es que resalta el amor a Cuba de la autora de Canto a Fidel.

De cualquier forma, el libro evidencia la sólida cultura del autor y su amplio conocimiento del tema. El mayor mérito del volumen, a mi consideración, consiste en resultar una suerte de compilación de todos los materiales publicados sobre Carilda, que, apoyada en el archivo personal de la biografiada, constituye un excelente material de consulta.

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