Primero de Mayo: viaje a la génesis de una celebración

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“Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con la naturaleza y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar”. Jorge Engel (Mártir de Chicago)

Más de una centuria después de la jornada de 1886, son cada vez menos los que en el mundo recuerdan aquella epopeya de resistencia y lucha de la clase obrera. El fenómeno de la globalización neoliberal ha esterilizado también el significado del Primero de Mayo, que en la mayor parte del mundo no pasa de ser un día feriado, no laborable y festivo.

ORIGEN DE UNA FECHA

La del Primero de Mayo es la historia de “Los Mártires de Chicago”. Corría el año 1880 y veía la luz la Federation of Organized Trade and Labour Union (Federación de Organizaciones de Sindicatos de Trabajo y Comercio), de Estados Unidos. Las huelgas de ferroviarios, reuniones y grandes movilizaciones obreras eran reprimidas a fuerza de balazos, golpes y prisión.

En l886, el presidente de la nación norteña, Andrew Johnson, promulgó la llamada Ley Ingersoll, la cual establecía ocho horas de trabajo. Pero ésta, como era de esperar, no entró en vigor.

Ante tal hecho, La Federación resolvió imponer, mediante una huelga general en todo el país, la jornada laboral de ocho horas, para reemplazar la de doce o catorce diarias, a la que se encontraban sometidos hombres, mujeres y hasta niños a cambio de salarios miserables. El punto de partida sería el Primero de Mayo de 1886.

El corazón del movimiento a nivel nacional estaba en Chicago, pero logró el apoyo masivo de casi toda la nación.  Llegó el día. Decenas de miles de trabajadores y desocupados salieron a las calles en diversas urbes como Nueva York, Detroit y Cincinnati. En Chicago, la huelga paró casi completamente la ciudad.

Numerosas empresas, como la fábrica de materiales Mc Cormick, contrataron una suerte de ejércitos privados para romper las reuniones y asambleas convocadas por los manifestantes.

El 3 de mayo, mientras una parte de los huelguistas junto con sus familiares se congregaban frente a la planta de Mc Cormick, llegaron las fuerzas del orden y arremetieron contra los manifestantes, reprimiendo brutalmente a trabajadores, mujeres niños y ancianos, con un saldo de varios muertos y heridos.

Hubo una asamblea en un lugar abierto denominado Haymarket. La reunión había transcurrido sin ningún incidente y en el momento en que intervenía el último orador, mientras la gente se alejaba por la lluvia y apenas quedaban unos cientos de participantes, apareció un destacamento de 200 policías bien pertrechados, que ordenaba a dispersarse a los presentes.

En ese instante detonó una bomba, la cual hirió a varios de los asistentes y la policía transformó a Haymarket en zona de conflicto armado. Cientos de huelguistas resultaron heridos o acribillados. La sangre corrió por las calles de Chicago.

Los dueños del poder político y económico utilizaron este acontecimiento para desatar una represión brutal contra los dirigentes de la Federación, en especial aquellos identificados como anarquistas.

Clausuraron varios periódicos, allanaron casas y locales obreros, además de prohibir las asambleas y reuniones políticas. Los diarios acusaron a los dirigentes anarquistas, para quienes pidieron cárcel y horca.

Fueron conducidos a un juicio manipulado, donde los acusaron de complicidad de asesinato, aunque nunca se pudo probar relación alguna con el incidente de la bomba.

El jurado estaba compuesto por hombres de negocios y un pariente de uno de los policías muertos. El fiscal justificó la acusación al alegar que los prisioneros habían sido los líderes de la jornada, y solicitó un castigo ejemplar para salvar las instituciones en peligro.

Cuatro dirigentes anarquistas: Spies, Parsons, Engel y Fischer, fueron llevados a la horca, al mediodía del viernes 11 de noviembre de 1887. Más de medio millón de personas asistieron al cortejo fúnebre. Hoy descansan en el panteón y en todos los países se les recuerda como símbolo de dignidad de la clase trabajadora.

RAÍZ DE LA CELEBRACIÓN EN CUBA

Al llamado de Federico Engels y la Segunda Internacional, los obreros cubanos celebraron por primera vez el Día de los Trabajadores el Primero de mayo de 1890. En un recorrido por varias calles del actual municipio capitalino de Centro Habana, exigieron reformas económicas, como la jornada de ocho horas y mejores condiciones de trabajo.

Ya en los años de la república neocolonial, los festejos por esta fecha casi nunca gozaron de legalidad. A las tradicionales demandas económicas, el proletariado cubano añadió consignas políticas, entre las que sobresale la denuncia a tiranías pro imperialistas como la de Gerardo Machado (1925-1933) y a la injerencia extranjera.

A partir de la creación de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), entonces presidida por Lázaro Peña, las celebraciones ganaron en calidad y organización.

Con la Revolución en el poder, los trabajadores comenzaron a abarrotar las principales plazas del país y hasta celebran en poblados y bateyes. Atrás quedaron las demandas económicas y en su lugar, los desfiles devienen reafirmación del compromiso de seguir adelante.

Cada Primero de Mayo, la multitud obrera de la Mayor de las Antillas se congrega para festejar sus logros y trazarse nuevas pautas, al tiempo que confirma el espíritu de unidad de su organización en torno al Partido. De esa manera, rinden homenaje a los mártires de Chicago, quienes son expresión de la lucha por las reivindicaciones de la clase trabajadora en orbe.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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