En primera línea contra la covid-19: Yoandry

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El joven Yoandry Alonso Hernández es el informático del Área VIII de Salud. Esta demarcación sanitaria tiene ubicada su sede en el Policlínico de Caunao y abarca los barrios aledaños y periféricos, incluidos los poblados de Guaos y el antiguo batey azucarero Pepito Tey, en la zona de Soledad del Muerto.

Él se ha trasladado por estos días para el centro de aislamiento habilitado en la Universidad de Cienfuegos “Carlos Rafael Rodríguez”, como miembro del equipo de Salud que allí vigila de manera clínica y epidemiológica a los aislados.

En plena faena, mientras coteja con la microbióloga las estadísticas de los PCR realizados en la mañana y los resultados recibidos del día anterior, lo encuentro en un caluroso día de abril, mientras le corre el sudor por el rostro.

“Aquí soy informático, estadístico y ayudo en todo lo que me necesiten para viabilizar el trabajo; somos un equipo”, me cuenta este muchacho de 30 años, al que como a todos, le sorprendió la epidemia, su magnitud, pero más que eso, su duración en el tiempo.

EN PRIMERA LÍNEA CONTRA LA COVID-19 EN CIENFUEGOS Yoandry

Y cuando me separo y le pido que se retire el nasobuco para hacerle la foto a cara descubierta, se sorprende: “Es que no me lo quito para nada”, dice y sonríe, como con culpa. Entonces, aprovecho para comentar que cuando pase la epidemia, mis entrevistados serán hombres y mujeres de rostros cubiertos a quienes nadie reconocerá como valientes, de ahí el pedido.

“Vivo con mi esposa, cuenta, se llama Yahima Abreu Martín, médico de la misma área, y nos cuidamos mucho; convivimos con su hija y yo también tengo una niña, a quienes protegemos. El manejo de la ropa sucia, el baño y la descontaminación cuando llegamos a la casa, tiene un protocolo que hemos diseñado; solo después de cumplirlo, pasamos tiempo en familia”.

Yoandry vive en La Esperanza, cerca de “Los Camilitos”, y viene todos los días hasta la Universidad; recorre una larga distancia, de un lado al otro de la ciudad, pero llega temprano, porque él sabe que allí resulta útil y casi imprescindible para procesar datos y organizar el flujo en un centro de aislamiento para contactos de casos positivos a la Covid-19.

Es casi la hora de almuerzo y me pica la curiosidad, para aclarar dudas de vox populi con negatividad: ¿es buena la comida acá?

“Nos alimentamos con el mismo menú que los pacientes, aceptable para los tiempos que corren”, y entonces, corroboro que todo el personal médico, de servicio y apoyo, ingieren los mismos alimentos de los aislados, sin diferencias: salvan, curan, animan, pero comparten.

¿No imaginaste una epidemia en tu vida; crees que serás otra persona cuando todo pase?

“Ya soy otra persona; a veces me sorprendo haciendo cosas que aprendí sobre la marcha y no hay cansancio, es para adelante hasta que todo termine o comience, del modo en que miremos el futuro. Tendremos nasobuco para mucho tiempo”, dice y sonríe, mientras vuelve a colocarse el suyo y continúa la faena, porque no hay margen para errores en los números, columnas y filas de microsoft Excel, en las variables de una epidemia.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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