La defensa de la pluralidad en la cultura cubana desde las palabras de Fidel a los intelectuales

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En la plenitud de su madurez, Bertolt Brecht suscribió una verdad que fue absoluta, aun cuando los caminos recorridos por el hombre son huella palpable de que todo, o evidentemente casi todo, es relativo. El dramaturgo y poeta alemán sentenció en uno de sus poemas: “Hay hombres que luchan un día y son buenos (…) pero los hay que luchan toda la vida; esos son los imprescindibles”.

De esos, los que restauran la dignidad desecha de las naciones, los que sueñan pueblos mejores, países enteros, y se consagran a alcanzar aunque sea una pequeña parte de sus ideales, sin importarles que una vida es apenas un pestañazo en la historia del mundo, hemos tenido, universales y muchos, en esta Isla grande del Caribe.

Fidel fue uno y, al mismo tiempo, síntesis de muchos. Cuando el líder de la Revolución cubana habló, en junio de 1961, a los intelectuales y artistas de la época, en un discurso que trascendió luego como Palabras a los intelectuales, estaba precisamente compartiendo el sueño centenario de generaciones precedentes.

Al decir del periodista y escritor, Andrés García Suárez, “al triunfo de la Revolución encontramos en Cienfuegos una biblioteca pública (…) tres librerías. En ellas se vendían libros extranjeros fundamentalmente, apenas títulos cubanos. Existían sociedades culturales para la burguesía de la época. En el momento de Palabras… se vive un proceso de democratización de la enseñanza y de la cultura”.

“Nosotros hemos sido agentes de esta Revolución, de la revolución económico-social que está teniendo lugar en Cuba. A su vez, esa revolución económico-social tiene que producir inevitablemente también una revolución cultural en nuestro país”, expuso Fidel, aquel día de junio, mientras el país vivía con fervor las transformaciones sociales y económicas que cambiaron para siempre el destino de los cubanos.

Sin embargo, en ocasiones miradas y aproximaciones más recientes a este discursolo reducen y simplifican; quedan en la expresión “dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”. Fidel quiso decir, y dijo, mucho más.

La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura, cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un verdadero patrimonio del pueblo”, expresó Fidel aquel día.

Aquella intervención, que final de repetidos encuentros y debates estableció prioridades alejadas de personalismos y a partir de necesidades sociales heredadas del capitalismo más brutal alivió las preocupaciones de algunos, quizás acentuó las de otros, pero como factor más importante, invitó a la configuración de la política cultural cubana desde un ejercicio de pensamiento colectivo e inclusivo.

“Las primeras coordenadas aparecen en expresiones como ‘caben todos’, ‘no habrá imposición de una estética oficial’, analiza el historiador y presidente de la Uneac en Cienfuegos, Orlando García.

Fidel reconoció que “la Revolución debe tener la aspiración de que marchen junto a ella no solo todos los revolucionarios, no solo todos los artistas e intelectuales revolucionarios (…) debe actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para expresarse”.

De acuerdo con la profesora de Cultura Cubana en la Universidad Carlos Rafael Rodríguez de Cienfuegos, Alegna Jacomino Ruíz, Palabras… continúa resultando un discurso esencial, cercano, a pesar de haber sido pronunciado seis décadas atrás.

Recientemente, académicos de una revista especializada de la Universidad de Beijing, solicitaron a esta historiadora cienfueguera un artículo. “Evalué declaraciones del presidente de China, Xi Jinping, sobre la cultura y su gran relación con la visión de Fidel en aquel momento, enriquecida por nuestro presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Entonces, escribí sobre los nexos que existen en esa trilogía de pensamientos, a partir de Palabras…”.

Esta Doctora en Ciencias Históricas evalúa el alcance aquella reflexión, del argumento y la postura fidelista a través del prisma de los hechos recientes, de la Cuba actual.

“Hace algún tiempo vimos, frente al Ministerio de Cultura, como se reunió un pequeño grupo de artistas, intelectuales o seudoartistas o seudointelectuales, reclamando esa libertad de expresión… cuando en realidad ya Fidel estaba abriendo el camino para establecer ese derecho en 1961 en Palabras a los intelectuales; él estaba diciendo que quería escuchar a todos los artistas”, analiza la joven cienfueguera.

“Vamos a echar una guerra contra la incultura”, exhortó Fidel, y esa batalla nos encuentra todavía transitando caminos que señalaron él y, a través suyo, el ejército invisible de generaciones pasadas.

En esa guerra y en otras tantas de la historia de ayer y la de hoy, la verdad brechtiana perdura, absolutamente vigente y necesaria, tanto como cada una de las ideas expuestas en Palabras a los intelectuales, 60 años atrás.

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