Pérdida de valores: aún hay solución para enmendarla

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Una cierta confrontación subyace hoy en nuestra sociedad. Protagonistas de ella son aquellos que culpan a los otros de no contribuir a poner orden a los desafueros que se advierten ahora en cualquier lugar del país.

Me refiero a aquellos que responsabilizan, o señalan a las autoridades, por no actuar con suficiente severidad, es decir, mano dura, con quienes interponen la grosería, la violencia, escandalizan en cualquier lugar, alteran el orden público, hacen uso de palabras obscenas y otras tropelías, sin ser debidamente sancionados por sus malsanas actitudes.

En no pocos casos, la familia mira hacia otro lado cuando sus descendientes dan muestras, muy tempranamente, de una conducta impropia, esa que demanda con urgencia ser enmendada por sus padres, abuelos y otros que integran el núcleo familiar.

Hoy no es raro apreciar comportamientos que dejan mucho, muchísimo, que desear: el fumar a destiempo en muchachos, varones y hembras, en las escuelas primarias y otros centros de estudio, tanto secundarios como superiores.

Ingestión de bebidas alcohólicas, uso de palabras obscenas, broncas, escándalos, empleo de armas blancas, caricias fuera de lugar en sitios públicos…, anuncian la necesidad de tomar medidas que reduzcan e impidan el incremento de estas tendencias.

La actitud de “allí fumé”, esa de señalar con el dedo índice a quienes consideramos que asumen la mayor responsabilidad en tales actos, a nada favorable conducirá a un pueblo que durante casi 60 años preserva una sociedad socialista acosada por el imperio más poderoso de la humanidad.

De la familia cubana, centros de enseñanza y autoridades designadas para imponer el orden en la sociedad depende, en grado sumo, que nuestros principios no asuman un deterioro tal, que sea muy difícil después enmendarlos.

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