Pablo y la disección de los males en Presidio

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El escritor y político cubano Juan Marinello describía a Pablo de la Torriente Brau como “hombre de una gran gracia hablando y escribiendo”; hoy, cuando nos referimos a grandes literatos nacidos en Cuba, resulta obligatorio mencionar este nombre. Por su estilo inconfundible y la variedad de géneros de los cuales se apropió, es calificado un autor sin fronteras literarias.

Su labor periodística descuella sobre todo con el cultivo de la crónica y del testimonio, al cual pertenece ─quizás muy conocida, pero de las menos reeditadas en nuestro país─ una serie de trece artículos que publicara en el periódico Ahora y que le sirvió de base con posterioridad para escribir su libro “Presidio Modelo”. Nos referimos a La isla de los 500 asesinatos (1962).

En esta pequeña compilación convertida en libro, contenedora de una riqueza documental formidable ─en cuanto al tratamiento de las fuentes y la descripción de las atmósferas humanas bajo una realidad hostil─, los lectores jamás abandonarán la lectura, que parece estar siempre in crescendo.

A nuestro juicio, las vibraciones que logran evocar los artículos están dadas a partir del período de dos años (1931-1933) que el autor permanece en la otrora Isla de Pinos, como preso político en el mal llamado Presidio Modelo. Tuvo tiempo más que suficiente, para realizar una suculenta radiografía de uno de los sitios más contradictorios de la historia neocolonial cubana.

Y sobre la Isla, como un bando de gigantescas carairas, reposa el Presidio en la espera de que algo más aún se pudra para devorarlo también”. Con semejante metáfora describe Pablo en el capítulo “Geografía del pánico” el plano general en el que está ubicada la ciudad carcelaria, donde “hoy el nombre ─¡Isla de Pinos!─ tiene una sonoridad sombría y los pinares extensos sólo son como enormes campos sepulcrales de infinitos muertos desconocidos…”.

Y es que Pablo se convirtió en vocero singular de los cientos de presidiarios ─hombres, seres humanos al fin y al cabo─ que desfilaron por las Circulares del terror pinero, con el fin absurdo de sanear a la sociedad de la época, confinando sus conductas.

En el presente, con 93 años de construido ese reclusorio, tanto los lectores de Torriente Brau como los visitantes que llegan hasta el ─hoy─ Monumento Nacional, se percatan de lo lejos que sirvió como “modelo” para la rectificación de los errores humanos.

Por las páginas de La isla… transitan desde los personajes más conocidos en Presidio hasta las decenas de nombres que, con el paso del tiempo han sido olvidados por completo, y solo perdura el número carcelario como recordatorio de sus existencias.

Poseedor de una gracia inigualable, Torriente Brau logra configurar a los pérfidos personajes históricos que aparecen en su compilación de una manera extraordinaria. /Fotocopia: Delvis
Poseedor de una gracia inigualable, Torriente Brau logra configurar a los pérfidos personajes históricos que aparecen en su compilación de una manera extraordinaria. /Fotocopia: Delvis

Entre los más contradictorios ─pero que fascina a Pablo por la manera en que lo analiza─, está el supervisor de la prisión, Pedro Abraham Castells y Varela. Otros, como Favila Regojo, o Manuel Guillot, apodado Goyito Santiesteban, alias “el Rasputín de Isla de Pinos”, corren igual suerte. Sobre esta última denominación, refiere en el capítulo homónimo: “Goyito asesinó y explotó a sus compañeros de prisión. Pederasta furioso, además, arrojó a muchos jóvenes en la ignominia, por las buenas o por las malas… Su paralelo no existe en la historia de la criminalidad en Cuba”.

Es destacable la vigorosa, realista y detallada visión que nos ofrece Pablo sobre los verdugos, chivatos, y “favoritos” del comandante Castells.

Las fuertes ironías, el lenguaje plagado de sarcasmos y analogías situacionales, distancian al texto de un lenguaje áspero y frío, en el tratamiento de los temas asociados a las vejaciones de los reclusos.

Poseedor de una gracia inigualable, Torriente Brau logra configurar a estos pérfidos personajes históricos de una manera extraordinaria: “Goyito (…) no tiene la menor pifia. Si existiera el Infierno, el día de su llegada a él, Lucifer o Plutón le harían un recibimiento monstruoso y las madres-diablas cargarían a los diablitos recién nacidos para que vieran a un hombre que había inventado él solo, más diabólicos tormentos que todo el Báratro junto…”. Es decir, que estamos ante un prosista que no siente prejuicio alguno en abordar estas temáticas manejando un humor inagotable y sublime.

La suerte de los presos políticos estaba supeditada al espacio del Hospital. Allí es donde el autor destaca ─ya finalizando─, las más terribles anécdotas, describiéndolo como “el desfiladero de los crímenes; el más pérfido y cobarde y a la vez el más terrible de los métodos empleados para matar, pues mientras que por fugas murieron 120 hombres y por suicidios 27, por enfermedades murieron en Presidio ¡385 hombres!”. Así, los lectores logran entrever los engaños convertidos en violaciones y homicidios por parte de los doctores y enfermeros de esa institución, para desvanecer “oficialmente” la vida de la inmensa mayoría de los presos: falsas autopsias, diagnósticos errados, inyecciones contraindicadas, medicamentos vencidos… “Todo médico que pasó por el Presidio en tiempos de Castells es culpable. Iruretagoyena, Santiesteban, Llorca y Gualda… ¡Todos!”.

Como “máquina trituradora de hombres” queda conformado aquel lugar en las páginas de La isla….Sí, fue “modelo”: para la tortura, inclemencia, el terror, la venganza y los tormentos. Sitio al amparo del vicio y la corrupción, ocultos en intramuros.

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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

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