Pabellón Infantil y su sombrero mágico

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La Feria del Libro siempre trae un espacio para los niños y adolescentes. Un regalo para disfrutar y concentrar en él los tantos artistas que atesora la provincia. Es la oportunidad de acercar a la lectura a quienes pasan el tiempo anclados a las series, las películas, el celular…

A diferencia de otros años, en esta edición de la mega fiesta literaria en Cuba, hubo en Cienfuegos una proyección coherente y orgánica de los valores culturales que nos identifican. La programación concentró las mejores plumas y a los creadores de élite, lo cual repercutió en la dramaturgia propia de las puestas en escena infantiles.

Payasos que daban risa y a la vez hacían reflexionar sobre el cuidado del medio ambiente, la educación formal, el respeto por los demás y la importancia de leer, además de proyectos comunitarios con atractivas propuestas que dejaban fuera el repugnante reguetón de moda, evidenciaron el talento artístico que corre por las venas de la ciudad y que, no pocas veces, dejamos de visualizar en la cotidianidad.

La locación, muy bien pensada, marcó diferencias. Al fin el pabellón infantil tuvo un “sombrero” que protegiera del sol caribeño a quienes visitaban el espacio, soltaban la mochila de la escuela y corrían a ver a los payasos de turno, a las bailarinas de la Casa de la Cultura Benjamín Duarte o al escritor que regalaba poesías.

En tiempos donde hay géneros literarios que han desaparecido casi por completo, como las cartas personales, reemplazadas por el teléfono, o los relatos de viaje, que carecen de interés frente al vigor de las imágenes del cine o la televisión, resulta decisivo acercar a los jóvenes a espacios como estos, porque, a pesar de los pesares, leer siempre será crecer.

Los modelos de vida promovidos por los medios audiovisuales, en la medida en que responden a una lógica de la promoción del consumo, pues se financian sobre todo mediante la publicidad privada, tienden a fijar el valor del individuo en lo que tiene y en lo que consume. Propenden, en pocas palabras, a encerrarnos en nuestra propia concha, sin interesarnos mucho el mundo exterior.

Vale, entonces, reiterar algunos de los argumentos que justifican que el libro siga teniendo un papel esencial en la formación de los niños, y que hacen válido el esfuerzo de todos los que desean promover la lectura y, en especial, la de los textos literarios.

La idea es darle a nuestros hijos alternativas excelentes, como hacer un agujero en el bosque para esconder una piedra mágica, correr en el parque, pescar en un muelle desconocido, o escuchar el secreto de un amigo y guardarlo… los niños aprenden con la interacción humana.

El pabellón infantil no debería morir. La ciudad necesita de espacios así, que alimenten la vida real, el amor por la poesía y la amistad. Es la oportunidad de ponernos el sombrero mágico y volar sobre los mejores paisajes que alguien puede volar: la literatura.

Son tiempos de tecnologías, de reguetón, de vocabulario pobre, de anticulturas…, entonces, debemos sembrar más poesía y escenarios como este, bien atractivos, para recoger los frutos del mañana. No queda de otra…

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

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