Organoponista, a su cantero

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De solo mencionar el Período Especial, a cualquier cubano que vivió sus años más duros le basta para rememorar una etapa de penurias y estrecheces en todos los sentidos. Sin embargo, no todo fue calamidad. En esos años se puso a prueba el ingenio criollo, y ante la infinidad de obstáculos y limitaciones, surgieron las más insospechadas soluciones a los problemas, ya para sostener la precaria economía y la producción del país, ya para enfrentar los sinsabores domésticos, debido a la carencia de productos de primera necesidad.


Precisamente, en esos años se implementó una de las transformaciones revolucionarias en la esfera agropecuaria tradicional con el surgimiento del programa de la Agricultura Urbana (AU), a instancias del entonces segundo secretario del Partido y Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el General de Ejército Raúl Castro Ruz.
Muy pronto se hicieron populares los organopónicos en medio de pueblos y ciudades, de modo que a partir de ahí fueron más asequibles para la población los surtidos de hortalizas y vegetales frescos, además de las plantas condimentosas y medicinales. Así surgió una oferta diaria, caracterizada por variedad, calidad y precios muy módicos, acordes al poder adquisitivo del ciudadano medio.

Empero, con el tiempo, ese loable proyecto se fue contaminando de vicios y nocivas prácticas. El primer impacto negativo para el consumidor fue liberar la venta con la cuestionada ley de “oferta y demanda”. De la noche a la mañana se dispararon los precios para borrar de un plumazo aquellos macitos que nunca fueron más allá del peso en moneda nacional.

Y peor aún, se limitó enormemente la producción propia en aras de la mejor ganancia y así aparecieron productos de todo tipo, mientras los canteros permanecían vegetando, y no precisamente de cultivos, sino de plantaciones raquíticas, repletos de malas hierbas y malezas indeseables. Cundió la abulia, y no faltaron las trampas, amparadas en una supuesta legalidad. Como es lógico, siempre hubo excepciones.

Muchos de los fundadores buscaron otros horizontes, algunos no le siguieron el juego a ese ambiente poco creativo, otros se jubilaron. Con todos ellos se fue la dedicación, el empeño y el amor por lo que hacían.

En el concepto de Revolución, delineado magistralmente por el Comandante en Jefe Fidel Castro, uno de sus preceptos plantea: “cambiar todo lo que debe ser cambiado”. Pienso que justo es este el momento de aplicar tal presupuesto a la organoponía de Cienfuegos, como a la del resto del país, y rescatar el objeto social de esas instalaciones.

Las autoridades del sector en el territorio no están ajenas a ese reclamo popular. Me consta que en una indicación del delegado provincial de la Agricultura, Yoán Sarduy Alonso, con fecha del 17 de noviembre de 2017, quedan explícitos los requerimientos a tener en cuenta por la Empresa Integral Agropecuaria, rectora de esa modalidad agrícola.

Aun más reciente, en el XVIII Seminario Nacional sobre Agricultura Urbana, quedaron establecidos los lineamientos para la producción, funcionamiento y comercialización en los organopónicos, así como las parcelas y patios familiares cercanos a ellos.

Además de directivas, resoluciones y otros documentos administrativos y legales, debe prevalecer la voluntad en el hacer y transformar, de una vez y por todas, ese subprograma de la AU. Incrementar la disponibilidad de productos agrícolas para el pueblo es la esencia, la razón de ser de esas unidades productoras de alimentos.

Será necesario también crear condiciones infraestructurales para la explotación de las instalaciones, dígase sistemas de riego, materia orgánica y semillas certificadas; pero, además, se impone resucitar el movimiento de capacitación a estos agricultores. Permítanme parodiar el clásico “¡zapatero, a sus zapatos!”, por el de “¡organoponista, a su cantero!”.

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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