Organopónicos: ¿ganancias o variedad?

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En medio de los avatares del Período Especial, en Cuba surgió una de las modalidades más revolucionarias de la agricultura. Entonces, las hortalizas y otras verduras frescas estuvieron más cercanas a la mesa del cubano, gracias a la proliferación de los organopónicos y huertos intensivos.

Con beneplácito recibimos la novedad agrícola que, con ingenio y muchos deseos de hacer, cobró cuerpo e hizo parir a la tierra donde antes existían solares yermos y otros terrenos en desuso, en pueblos y ciudades. A la par se creó el programa de la Agricultura Urbana, movimiento encargado al Grupo Nacional, cuyo líder fue el ya fallecido Dr.C. Adolfo Rodríguez Nodals, destacado científico e investigador de las ciencias agrarias.

Todavía muchos recuerdan con nostalgia los abultados mazos de lechugas, acelgas, rabanitos, zanahorias, espinacas, ajo puerro, cebollino e infinidad de productos de la tierra, que a precios módicos, complementaban una dieta sana en la alimentación del pueblo.

Muy pronto los canteros reverdecieron con una amplia variedad de especies vegetales del patio y algunas no tan conocidas, pues además de las hortalizas consumidas desde las famosas huertas de los chinos, aparecieron otras inéditas para la culinaria doméstica de la cocina criolla. Solo por mencionar algunas, en esos puntos de venta podían adquirirse jengibre, cúrcuma, hinojo, tomillo y otra larga lista de condimentos y especias secas.

A la sazón se fue muy exigente, sobre todo por parte del experimentado Rodríguez Nodals, en el fomento de una variada gama de verduras con alto valor nutritivo, atendiendo a su cultivo en las diferentes épocas del año para que no faltaran las ofertas, incluso en los meses cuando era más difícil su producción y cosecha.

Poco a poco la Agricultura Urbana fue expandiendo su alcance a otros renglones agrícolas. Así llegaron a los organológicos, huertos intensivos y hasta patios familiares, nuevos subprogramas como el de plantas medicinales, muchas de ellas empleadas en la farmacopea popular por nuestros abuelos, otras recomendadas por la medicina natural y tradicional de todo el planeta, entre ellas la caléndula, flor de Jamaica y la achicoria.

Lamentablemente, gran parte de esas buenas prácticas se han perdido. Ni los precios son los mismos ni contamos con una amplia oferta. Cierto es que los insumos ahora son más caros, sin embargo, la mayoría de las veces, a contrapelo de indicaciones y normativas de las autoridades de la Agricultura, se violan constantemente las tarifas y medidas para el expendio de esos productos, incluso en condiciones excepcionales, cuando fue necesario topar la cuantía de las ventas a consecuencia de las afectaciones asociadas al huracán Irma y otras irregularidades climatológicas.

De la diversidad, ni hablar. Los ojos de los productores de esas unidades están puestos más en las utilidades que puedan sacarle a la tierra, que a las propias necesidades y gustos de la población. Verdad que hay excepciones, pero muy contadas. A veces, como para cumplir, a medias, en las tablillas de ciertos organopónicos aparecen algunos pequeños macitos de tilo de anís, ruda, mejorana u otra hierba medicamentosa, por supuesto, a costes elevados.

Si en los primeros años de la década de los 90 del pasado siglo, en medio de las estrecheces económicas y limitaciones de recursos —incluyendo la disponibilidad de semillas de hortalizas y otros vegetales— floreció el movimiento de la Agricultura Urbana, no veo por qué ahora, con mejores condiciones y mucho más experiencia en esta modalidad, no sea posible rescatar la efervescencia de antaño para que, entre otras bondades, volvamos a degustar platos aderezados con jengibre, hinojo, cúrcuma, bija o hasta el simple culantro o cilantro. De igual manera, soñamos ver adornada la mesa con verduras de variados tipos y colores.

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

Un Comentario en “Organopónicos: ¿ganancias o variedad?

  • el 21 enero, 2018 a las 10:39 am
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    Toda razón lleva el periodista, a quien leo a menudo en su sección Cultura Verde, no sé de qué viven quienes trabajan en los organopónicos, porque no se siembran y cuando venden tierra, perdón lechuga, le sacan el triple de la ganancia y se mantiene solo unas horas la venta, ahora es cuando más necesitamos las verduras, ahora que lo ciclos cortos se vuelven largos y los largos, eternos

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